La manera en que cada quien escucha la música, ciertamente es diferente, única y característica de la unicidad que todos por naturaleza poseemos. La apreciación del arte es por necesidad un acto de subjetividad, como la mayoria de los análisis que hacemos en nuestras vidas. Sin embargo, todos sabemos que obras como la Mona Lisa de Da Vinci, La Piedad de Miguel Ángel o la Novena Sinfonía de Beethoven son obras artísticas de calidad incuestionable, y de una trascendencia histórica prácticamente inigualable. La aceptación universal de estas obras como monumentos a la historia del arte también pone en tela de juicio la subjetividad de la opinión. Claro, se trata de obras supremas, pero cuanto menos populares son las expresiones artísticas, más borrosa se hace la línea del arte y las burdas expresiones pseudo-artísticas.
En el terreno de la música, además de la mencionada novena de Beethoven, obras como la Pasión de Bach, el Réquiem de Mozart, las Cuatro Estaciones de Vivaldi o el Lago de los Cisnes de Tchaikovsky, entre otras, son obras musicales de aceptación prácticamente universal, y es justo en este nivel de obras, que yo encuentro un patrón de conducta no tan visible en obras menos vistosas, aunque de muy buena calidad también. Qué pasa si alguien menciona que le "aburre la música clasica", o bien, que es muy buena música "para relajarse", o "para dormir". Lo único que se demostraría es que, más allá de la obvia incomprensión de la música como tal con sus elementos fundamentales, se estaría cayendo en el terreno de la ignorancia, no como un motivo de ofensa, sino como una razón para apreciar de tan paupérrima manera las obras musicales. Si esta situación la llevásemos a un terreno más convencional, podríamos deducir que, hoy en día, la subjetividad tiene más que ver con la ignorancia que con la independencia de razonamiento.
Ejemplos de esto podrían ser dos extremos diametralmente opuestos que se presentan con tanta frecuencia, que ya parecen ser un reflejo natural de la conducta de las personas. El primero es cuando se le pregunta a alguien su tipo de música favorito, y su respuesta es "de todo un poco". Una vez que afirma ser capaz de encontrar gusto a todo tipo de música, se le presenta música no tan convencional, como por ejemplo el álbum "Tago Mago" de la banda alemana de krautrock Can y, obviamente, dice no gustarle. Más allá de si conscientemente y con razonamientos lógicos argumenta su disgusto por el krautrock, su desdén tiene más que ver con su desconocimiento de dicha corriente musical. Y para cerrar con broche de oro, la frase de cajón incuestionable y sacrosanta con la que disculpa y se enorgullece de su falta de conocimiento, "en gustos se rompen géneros".
Es por ello que sería importante conocer los elementos de análisis musical en su nivel más teórico, que sirvan como herramientas base para un análisis posterior, individual y subjetivo, pero con razonamiento fundamentado. Es importante comprender que la música es la conjunción de 3 elementos, los cuales nunca deberán faltar en una expresión que pretenda ser artística: armonía, melodía y ritmo. Es decir, si yo, con mis dedos hago un sonido rítmico en la mesa o escritorio, estoy creando un ritmo, sin embargo, no estoy creando música, puesto que no hay melodías y armonías que sustenten mi expresión como tal. El ritmo es eso, la frecuencia numérica con que se mantiene un sonido, manteniendo coherencia y constancia. El ritmo es el sustento por ejemplo, del baile, aunque no es exclusivo un elemento con respecto al otro. Obras en ritmos complejos son imposibles de bailar, sin embargo, la frecuencia numérica del ritmo tiene sentido, y en su complejidad, mantiene una coherencia razonable, por lo que se mantiene en su estándar musical.
La armonía es la correcta conjunción de sonidos, que sean agradables, coherentes y expresivos, y que vayan de acuerdo con el ritmo. Si por ejemplo, en una canción de repente sonara un zumbido, o un estruendo que no tuviera ningún sentido con la temática de la canción, se estaría alterando la música. Así mismo, la correcta elección de instrumentos para interpretar alguna canción, es fundamental para incrementar o disminuir su calidad artística. Una cumbia metida en una canción de rock, no necesariamente es inaudible, pero ciertamente la mezcla de elementos sin sentido ni conexión cultural disminuye la calidad de la expresión musical. Es decir, se atenta contra la armonía musical.
Por último, la melodía es el alma de la música, todas las emociones y sentimentos, que van de lo sublime a lo grotesco, dentro de lo estrictamente humano y noble, se transmiten a través de las melodías de una canción, sonata o sinfonía. La originalidad y expresividad de las melodías es funndamental para alcanzar la gloria en el plano artístico. ¿Qué sería de la novena sinfonía de Beethoven sin esa melodía gloriosa que aparece en el último movimiento? Esta melodía es la más memorable de la historia de la humanidad, y es debido a que está tan bien hecha, que transmite múltiples emociones no sólo a los oídos o al cerebro de quienes le escuchan, sino a sus almas y corazones mismos. Aquí se evidencía la importancia de la melodía en la música. Cierto, si analizamos dicha obra, el ritmo jamás se pierde, y las armonías son fundamantales para alcanzar el éxtasis sonoro que todos hemos escuchado, pero el alma de la obra, es la melodía. Reitero, originalidad y expresividad. La misma melodía de siempre no funciona, el mismo sonsonete en cada canción no funciona.
Una vez comprendidos estos elementos, una vez que asimilamos la importancia de cada uno de estos, ahora sí, podemos analizar la música, podemos ser subjetivos y desechar obras no por desconocimiento o ignorancia, sino con conocimiento de causa y con elementos fundamentados que sustenten nuestra sagrada subjetividad. De nosotros dependerá el incursionar en expresiones musicales mucho más complejas (como el jazz) o disfrutar las mieles de las expresiones más simples y destellantes (rock, pop, blues). Ahora sabemos por qué el reggateón es tan vilipendiado por críticos y conocedores; se trata de sólo ritmo, con armonías horrorosas (gritos y percusiones primitivescas) y una ausencia de melodías, o melodías tan burdas como poco creativas. Ahora sabemos en qué radica la aceptación universal de las obras mencionadas al principio de este escrito.
Para finalizar, una pequeña muestra, una serie de vídeos que cada quien, ahora con conocimiento de causa, podrá juzgar sobre cuales se pueden aceptar como expresiones artística, y cuales no.