En los años ochenta el punk dejó de ser como era en los setenta, y bandas legendarias como los mismísimos Ramones tuvieron que adaptarse a las nuevas corrientes. Una parte del punk evolucionó y se mezcló con otros sonidos para formar el Thrash Metal que Metallica habría de popularizar. Otro punk fue tomado por bandas como Black Flag y lo convirtieron en el Hardcore Punk. Sin embargo, una banda peculiar de los Estados Unidos, liderada por el futuro productor de álbumes famosísimos, Steve Albini, hizo del punk una expresión híbrida entre la agresividad de los géneros antes mencionados, pero con un cierto elemento netamente musical predominante. Todo ello expresado en su debut, el potente Atomizer de 1986.
Es cierto que las canciones del álbum son, en su mayoría, despliegues de energía, poderío y riffs de guitarra estruendosos, sin embargo, detrás de todo ese noise, está un background artístico que, si bien es difícil de apreciar a primer escucha, conforme le vamos dando más oportunidades al álbum, las vamos descubriendo.
El sonido del álbum habría de ser influencia para bandas que habrían de revolucionar al rock en la siguiente década, sobre todo por el uso de los riffs y las guitarras estruendosas, si bien la esencia punk quedaría un tanto olvidada. Pero aquí tenemos un gran ejemplo de un álbum que quiso llevar al punk a otro nivel, con temas destacadísimos como "Jordan, Minnesota", la extensa "Kerosene", la oscurísima "Bad Houses", la premonitoria "Fists Of Love", o la electrizante "Passing Complexion". Sin duda un gran álbum para comprender el nacimiento del grunge algunos años después.
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