martes, 11 de junio de 2019

El pináculo del shoegazing: Loveless



La perfección en cualquier ámbito de la vida, no existe, al menos no desde el punto de vista terrenal. Embarcarse en una empresa, la que sea, buscando la perfección absoluta, es la manera más fácil de volverse loco en el intento y, muy probablemente, fracasar estrepitosamente. Es bien sabido que las mejores obras artísticas fueron engendrada por una motivación mucho más trascendental que la mera búsqueda de la perfección sin más.

Es por ello que cuando a finales de 1989 Kevin Shields se decidió en grabar un álbum con un sonido perfecto, entró en una de sus etapas más inestables en lo personal, junto con sus compañeros de banda: Bilinda Butcher, Debbie Googe y Colm Ó Cíosóig. Llevaban por nombre My Bloody Valentine, y ya habían grabado un álbum, publicado en 1988 titulado "Isn't Anything". Dicha obra contenía los preceptos del concepto buscado por Shields, quien en su cabeza parecía tenerlo bien definido, pero le costaba mucho expresarlo tanto a sus compañeros como a los ingenieros del estudio. El sonido era una especie de rock estruendoso, psicodélico y alucinante. Algo jamás esuchado anteriormente.

Tenía parentezco quizás con algunas obras del post punk de finales de los setenta, específicamente con bandas como Suicide o Joy Division. La obra no tuvo el impacto que Shields hubiese querido, así que se lo tomó personal, y decidió grabar su obra definitiva. Así fue como iniciaron las sesiones de lo que terminaría siendo "Loveless". Unas sesiones que por momentos fueron frustrantes, por momentos excesivas y en lo general, tortuosas para todos. Shields quería la perfección, sin importar el número de tomas necesarias para grabar cierta sección de alguna canción. El sonido de cada instrumento debería de ser exacto, por lo que en más de una ocasión el mismo Shields mandaba a descansar a sus compañeros de banda, para él encargarse de interpretar sus partes, ya sea en el bajo o las percusiones.

Además de que casi cada par de meses Shields soliitaba a la disquera un cambio de estudio de grabación, porque de una u otra manera, el actual no cumplía con sus requisitos técnicos de grabación y sonorización. Esto evidentemente le consiguió más problemas a la banda, ahora directamente con su casa discográfica, la cual tuvo que invertir más del doble de lo estipulado para la grabación, con la promesa de Shields de que recibirían esa cantidad, y mucho más, gracias al éxito de su futura obra, que para él sería inevitable. Fue así que, luego de dos años y una infinita paciencia, la banda pudo publicar su obra.

Ahora bien, es importante señalar que si bien la añorada perfección que buscaba Shields no se consiguió como tal, la obra sí es de una absoluta belleza, de una inusitada originalidad y de una trascendencia que no fue valorada en su momento. Comercialmente el álbum fue un fracaso, la disquera quebró y con ella, la banda se separó, en lo que parecía ser un final triste para una historia sumamente dolorosa. No fue sino con el paso de los años que se revaloró esta obra magna, y la banda se volvió de culto en muy poco tiempo.

Y es que es imposible no darle valor a una oncena de canciones que se sostienen en una fragilidad aparente, rodeadas de una agresividad engañosa, y con un aire de alienación que deposita en lo más profundo de nuestro ser las esperanzas de hallarse en nuestras experiencias, y de evocar en nosotros las emociones más entrañables, las más dolorosas y las más significativas. Todo ello con música de rock. Con efectos de sonido. Con cajas de ritmos. Con infinitos overdubs de guitarra. Con unas suaves y delicadas voces. Con un espíritu juvenil antisocial.

Digamos que es una especie de Nevermind pero impopular, más fino, íntimo e infinitamente más emotivo. La expresión interna es mucho más visceral, y no hay temor de expresarlo de esa manera. Los atisbos de agresividad son meramente un medio de efervescer el espíritu juvenil característico de la obra, pero el trasfondo va mas allá de la coraza guitarrera. Se nos transmite abandono, soledad, amor y desolación.

Los sonidos integrados en la obra son sonidos  completamente originales, lo cual eleva su valor artístico, además de ser de una manufactura exquisita. De esa manera, podremos disfrutar de la alucinante belleza de "To Here Knows When", la fantástica y rítmica melodía de "I Only Said", el poder aparente de la abridora "Only Shallow", el ambiente cuasi techno bailable de "Soon", la delicadeza inagotable de "Sometimes", o los aires psicodélicos de "Blown A Wish", entre otras.

Para la posteridad queda la constancia de que en Irlanda se grabó una de las obras magnas de rock noventero, muy cerquita de lo hecho por Nirvana o Radiohead en esa misma década. Su influencia a corto plazo la podemos escuchar en las dos obras más importantes de los Smashing Pumpkins, el "Siamese Dream" y el "Mellon Collie And The Infinite Sadness", respectivamente, y a largo plazo, en gran parte del indie rock del nuevo siglo, en donde se mezclan elementos de dream pop y de shoegazing (este shoegazing) por igual. 

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