En un post anterior hablé sobre lo que me motivaba a pensar que, en cuestión musical, los años ochenta habían sido la peor década de la historia. Quedó bastante claro cuáles elementos me generaban un repudio y cuáles de plano no soportaba. Y es verdad, en los años ochenta hubo verdaderas e innegables atrocidades musicales, pero también hubo cosas buenas, cosas muy buenas y hasta un par de cosas geniales, de las cuales vale la pena escribir.
Echo & the Bunnymen
Hablemos de la Gran Bretaña, específicamente de Liverpool y Manchester. Y aun más específico, de Echo & the Bunnymen de Liverpool y The Smiths de Manchester. Bandas que desarrollaban un sonido muy fino y elegante, con letras verdaderamente poéticas y una esencia ochentera única. Ambos grupos hacían música muy cercana al pop, las estructuras de sus canciones no reflejaban complejidad y las melodías eran simples y accesibles. Su música no pertenecía a la moda, eran una especie de culto secreto entre el público conocedor, y su sonido era premonitorio a lo escuchado en décadas posteriores. Así los Bunnymen grabaron excelentes discos entre los que, a mi gusto personal, se destacan dos; el intenso y maravilloso Heaven Up Here de 1982, y el elegantísimo y jubiloso Ocean Rain de 1984, obras de altísimo nivel que no resonaron en las estaciones de radio, pero que sí soportaron el paso de los años. Los Smiths, por otro lado, tuvieron una discografía mucho más limitada, pero el salto de calidad de su segundo y tercer álbum es notorio, siendo éste último uno de los mejores de la década. Hablo de The Queen Is Dead de 1986, un álbum muy orgánico, que no sucumbe ante los dominantes sonidos techno y los riffs metaleros típicos de la época, y que priorizó la emotividad de la música acompañada de un gran ingenio letrístico. Un álbum histórico sin lugar a dudas, que también pasó prácticamente desapercibido.
Joy Division
Pero en los ochenta hubo más que eso. Desde Australia llegó al inicio de la década un poderoso y fundamental álbum metalero, el Back In Black de AC/DC. Joy Division grabó su último álbum, el deprimente y oscuro, pero igualmente maravilloso, Closer de 1980. El reggae rock de The Police llegó a su cúspide con el estupendo Synchronicity de 1983. La sucesión de Joy Division, New Order, grabó un fresco y destacadísimo álbum en 1983, llamado Power, Corruption & Lies. El jefe Bruce Springsteen nos regaló obras de altísima calidad, como el políticamente incorrecto y musicalmente ostentoso Born In The USA de 1985, o el nostálgico e íntimo Nebraska de 1982, entre otros. Qué decir del regreso de Paul Simon y su multicultural y colorido Graceland de 1986, o del sonido happy sad (cita de Sing Street) de The Cure y su delicioso Disintegration de 1989.
Sonic Youth
A nivel subterráneo podemos destacar maravillas como el High Land, Hard Rain (1983) de los escoceses Aztec Camera, el delicioso pop etéreo del Treasure (1984) de Cocteau Twins, la simplicidad rockera de Husker Du y su New Day Rising (1985), el poder de las guitarras más nocivas sobre la nostalgia del Psychocandy (1986) de The Jesus & Mary Chain, el sonido garage tan olvidado en los ochenta, y rescatado por The Fall en 1986 en su álbum This Nation's Saving Grace, la experimentación sonora de Arthur Russell plasmada en su único trabajo, el genial World Of Echo de 1986, el dulce pop británico de 16 Lovers Lane (1988) de los Go-Betweeners, el feliz y destellante jangle pop de los Sundays y su hermoso Reading, Writing and Arithmetic de 1989, el primigenio post rock del Spirit of Eden (1988) de los inventores del género (prácticamente) Talk Talk, o los entonces desconocidos y hoy aclamados, como el poderoso sonido de Sonic Youth en su imprescindible y guitarrero Daydream Nation de 1988 o el casi noventero sonido de los Stone Roses y su genial disco homónimo de 1989, entre muchísimos otros.
The Stone Roses
A destacar el trabajo de dos estupendas bandas, que se convertirían en influencias masivas para miles y miles de bandas a nivel mundial. Primero, los irlandeses U2, que luego de iniciar como una banda de punk, se convertirían en un hito del rock desde el muy bueno The Unforgettable Fire de 1984, pasando por el genial, histórico, gigantesco The Joshua Tree de 1987, y cerrando la década con el homenaje a la música estadounidense precursora del rock, el excelente Rattle and Hum de 1988. La otra banda es originaria de Boston, Massachusetts, y fue prácticamente la inspiración del boom grungero de principios de los 90, los Pixies que con dos LPs y un EP lograron entrar en las mentes creativas de muchísimos músicos (Kurt Cobain incluido) para despertar al rock de su letargo de diez años. Surfer Rosa y Doolittle son sin duda dos de los mejores álbumes de rock de toda la historia, y por sí solos podrían salvar a toda una década de mediocridad musical.
U2
Afortunadamente para (casi) todas estas bandas mencionadas, sus canciones no llegaron a la llamada "industria" masiva que controlaban las grandes estaciones de radio, o la recién aparecida MTV, y ello ayudó a que el hito se mantuviera intacto y a que se gestara, de manera subterránea, la explosión artística y cultural de 1991, que tanta falta le hacía al medio. Después de todo, los años ochenta no fue tan mala década.
2011 fue un buen año para el rock femenino, para la música hecha por mujeres en muchos sentidos. De hecho, a mi modo de ver, los tres mejores álbumes del año fueron realizados por mujeres (e irónicamente, en mi lista personal, el cuarto lugar es para una banda de hombres llamada Girls) y uno de estos grandes discos pertenece a la irreverente y por demás creativa vocalista de los Fiery Furnaces, la genial Eleanor Friedberger, con su estupendo álbum solista llamado Last Summer.
Last Summer es básicamente un álbum de pop... sí, pop del más elemental, sin mezclas extrañas, sin experimentos psicodélicos, sin las excentridades de los antes mencionados Fiery Furnaces, sin nada que podríamos pensar al nombrar a la extraña Friedberger. Simplemente canciones de pop bien hechas, algunas muy alegres, otras no tanto, pero sin olvidar el elemento simple de estructura de canción de pop. ¿Cómo es que un álbum de simple y llano pop es que se considera de los mejores? ¿No se supone que el pop es plástico, vacío, materialista, superficial y poco sustancioso? Pues en teoría no. No porque los máximos exponentes del pop cumplan con los adjetivos antes mencionados, ni porque los artistas poperos de los últimos 37 años lo hayan sido, significa que el género en su totalidad lo sea.
El pop de hecho lo inventaron los Beatles, sin ser tan frívolos como los poperos modernos, sino todo lo contrario. El pop puede ser un género que, bien hecho con talento y un trasfondo artístico, puede superar en calidad a muchos otros más intrincados y de culto.
Pues aquí tenemos al Last Summer de Eleanor Friedberger, que desde la inicial y súper alegre "My Mistakes" nos anuncia que está lejos de pretenciones pseudo artísticas, y que nos espera un álbum sparky, destellante y simple. Y es así durante los casi 40 minutos de duración. Pasaremos por la mística "Inn of the Seventh Ray", la deliciosa y romántica "Heaven", la estupenda y meditativa "Scenes From Bensonhurst" (con su riff de bajo oculto y maravilloso), la funky, alegre y divertida "Roosevelt Island", "Glitter Gold Year" con su ritmo a base de piano casi marchante, la bucólica y hermosa "One Month Marathon", la letra rompecorazones con melodías alegres de "I Wont Fall Apart On You Tonight", la poética "Owl's Head Park" y por último, el cierre eufórico y alegre de "Early Earthquake"; todas barnizadas con un delicioso sonido pop, simple y elegante, que nos facilitará las cosas al escuchar esta maravilla de álbum.
Last Summer es una muestra de lo sencillo que puede resultar el hacer un álbum, con el género más fácil en el que se pueden grabar una serie de canciones, y con la estructura de composición en apariencia más simple de todas, con un resultado maravilloso y esplendoroso. La música del álbum no tiene ninguna restricción cultural, de edad o género. Es un álbum para todos los gustos, es en ello que radica su grandeza y su trascendencia.
Para casi todos los hispanohablantes nos es raro escuchar música en idiomas que no sean el inglés y el español, estamos tan acostumbrados a estos dos idiomas en la música, que un tercer idioma nos resulta a veces cómico, a veces molesto, pero muy pocas veces podemos disfrutar de la música en el idioma que sea. Es raro (aunque sí ha sucedido) que en México sea exitosa alguna canción en francés, italiano, alemán, polaco, sueco o islandés.
Ahora bien, el francés es un idioma elegante por naturaleza, y si a eso le añadimos música elegante, fina y totalmente romántica (en un sentido no cursi) entonces ¿qué obtenemos? Pues una maravilla desapercibida como lo es el Au-Delà Du Délire (1974) de la también desapercibida (en México) banda Ange, formada en 1970. Es decir, una banda francesa que canta en francés y que hace música tan romántica como sensual, y tan dramática como emotiva. La fórmula funciona, por supuesto, en un nivel completamente artístico.
Au-Delà Du Délire es una obra maestra del género progresivo, y debería considerarse desde ya como uno de los pilares del dramatismo y la teatralidad en la música. El álbum abre con una canción campirana, "Godevin Le Vilain", que suena como sacada de los viñedos de Bourdeaux o de los valles del sur de Francia (como lo sugiere la misma portada del álbum), es una perfecta forma de abrir el álbum. "Les Longes Nuits D'Isaac" es la segunda obra, y en ésta podemos percibir el dramatismo romántico del que tanto se habla, a pesar de que en un inicio parece una canción de heavy metal, se compone y el melotrón, el glorioso melotrón, hace lo suyo dibujando un paisaje hermoso con sus cortinas de sonido tan suaves y aterciopeladas. La voz de Jean Michel Brezovar nos altera el estado de ánimo, de acuerdo a la canción misma, que a veces es dulce y tranquila, y otras es fuerte y llena de ira. Es una gran canción.
"Si Jétais Le Messie", la tercer canción, es un poema narrado por el vocalista de manera ascendente en emotividad, mientras detrás de él la música crece en intensidad hasta terminar por romper, en el minuto 1:35, la canción en dos mitades. El cuarto tema, "Ballade Pour Une Orgie" resulta ser otro tema bucólico y campirano, dulce y romántico, aunque la letra toque temas un tanto más escabrosos. El acompañamiento de la voz con la guitarra acústica funciona de maravilla, y no es de extrañarse el hecho de que esta canción sea la favorita de muchos. La última pieza del original lado A del álbum es "Exode", otra delicia que desde el inicio nos muestra su grandeza con el épico motivo de apertura que, a pesar de que sería reemplazado por el tema central de la canción, sirve como una excelente introducción en interés a la canción. La parte central de la canción es igual de romántica como el álbum en general, con sus secciones bucólicas y teatrales -perfectamente expresadas por el estupendo melotrón que nos ha acompañado a lo largo del álbum- repartidas a lo largo de los 5 minutos de duración.
"La Bataille Du Sucre (La Colère Des Dieux)" es una perfecta expresión de calma tensa, que se siente a lo largo de los más de seis minutos de duración de la canción, y de la que deseamos que durara mucho más tiempo para disfrutar de las excelentes melodías combinadas entre los melotrones y clavecines al más puro estilo renacentista. La música es una absoluta delicia en este tema, y no pasa de largo el nivel de emotividad que transmite la perfecta ejecución por parte de los instrumentistas; esta canción es una auténtica obra de arte por donde se le mire. El penúltimo tema es "Fils De Lumière", y parece ser más animada que su antecesora. Es un tema de trancisión entre la genialidad de su antecesora y la majestuosidad de su sucesora, sirve como un puente de expectativa que funciona a la perfección. La canción contiene muchos momentos de crescendo, como anticipando la magnificencia que le seguiría; el melotrón una vez mas se luce generando más y más tensión, y si a esto le añadimos el beat casi de allegro de la canción, tenemos como resultado un estupendo prefacio de la última y épica canción el álbum. La homónima "Au-Delà Du Délire" dividida en dos secciones, la primera que nos regresa a la tensa calma de los últimos temas, en crescendo y con secciones musicales llenas de melotrón y una guitarra punteada delirante, es un deleite poder sentir la música fluir sin obstáculos del oído al cerebro, y de éste al corazón mismo. La segunda parte es una épica melodía de melotrón perfectamente sustentada por el resto de instrumentos, y funciona a la perfección como cierre de un álbum magnífico y casi perfecto.
Au-Delà Du Délire es una de mis obras favoritas en la historia del rock progresivo, del rock en su totalidad, de la música en general; la calidad musical y el alto nivel artístico se puede casi palpar, son muy evidentes y accesibles dada la suavidad y el romanticismo al que todos aspiramos sentir en algún punto de nuestras vidas. La obra maestra del progresivo sinfónico francés, sin lugar a dudas, y una de las obras más sublimes de la historia del otro rock, el rock desonocido.
El post punk es un género que se desarrolló prácticamente al mismo tiempo que el punk mismo, y se diferencía de éste por poseer menos rebeldía adolescente y un sentido artístico mucho más desarrollado. Grupos como Television o Talking Heads fueron los impulsores de este género nacido en la Gran Bretaña (dónde más). Uno de los grupos más sobresalientes del género es The Jam, formado en 1972 por Paul Weller, guitarrista, vocalista y compositor, y en 1977 graban su álbum debut In The City. En 1978 graban uno de sus mejores trabajos, el destellante All Mod Cons, con el cual reciben críticas positivas y se dan a conocer masivamente.
Es en 1980 que graban el que sería su penúltimo álbum, y del cual se trata esta entrada, el estupendo y dinámico Sound Affects. Un álbum en el que se muestra la madurez al momento de componer y construir sus canciones, con una producción pulida y un sonido reminiscente punk, pero con elementos artísticos que añaden valor al resultado final. Sound Affects resultaría ser una enorme influencia para las bandas de new wave y art rock británicas de la década de los ochentas, y esto se puede notar por su sonido característico contenido en la mayoría de las canciones del album.
Es por ello que, desde mi perspectiva, Sound Affects es la obra de consolidación de The Jam, como una de las bandas pioneras de un sonido que prevalecería no sólo durante la década de los ochenta, sino a lo largo de tres décadas hasta escuchar su clara influencia en el llamado indie del nuevo milenio. Quizás la huella que dejó este poderoso trío de Surrey no sea tan visible ni tan obvia como la de otras bandas contemporáneas (Joy Division o los antes mencionados Talking Heads), pero sí es más profunda y duradera. Desde ya, Sound Affects es uno de mis discos favoritos ochenteros, y lo recomiendo ampliamente.
Un excelente texto de la página El cine que veo sobre la maravillosa La La Land, película del genial y joven director Damien Chazelle que seguramente se llevará los grandes premios a la cinematografía del 2016:
"La La Land ganará el Oscar.
Una expresión recurrente para describir este film es la palabra bonito, lo que encierra esta palabra es una descripción perfecta de lo que ocurre en el filme en el que Ryan Gosling y Emma Stone bailan en las estrellas, cantan por las calles y enamoran a la sala de cine con una historia así… bonita.
A diferencia de la belleza, lo bonito es más adaptable. La belleza carga consigo una larga lista de cánones y reglas… lo bonito tiene una fuerte dosis de aceptación. La mitad de la sala de cine pondrá una expresión de horror al iniciar la película, y es que apenas comienza y se arrancan a cantar y bailar, nos advierten que estamos frente a un musical y la creencia de que hay gente que puede canturrear y bailotear por todo, a muchos les genera rechazo, sin embargo… La la land es… bonita.
Conforme avanza comienza a rodear al espectador en una atmósfera que te dan ganas de bailar, de cantar, de llorar, de enamorarte, de vivir… el gran acierto de La la land es que es un musical para todos, incluso para los detractores del género. Sobre la trama no hay mucho que decir, Emma Stone es una actriz principiante que trabaja de mesera en una cafetería dentro de unos estudios de cine mientras hace casting tras casting en espera de la oportunidad de triunfar. Ryan Gosling es un pianista romántico apasionado del jazz “de antes” cuyo sueño es abrir su propio bar y tocar sus propias canciones, sin embargo, lo único que ha logrado es tocar villancicos en un restaurante, el destino los unirá y en pantalla habrá fuegos artificiales. Eso es La la land… fuego ardiendo en el corazón.
Para los tiempos que vivimos y sobre todo con la llegada de Donald J. Trump a la Casa Blanca, La La land se coronará la noche de los Oscares, su discurso sobre el triunfo del arte y el amor por encima de las circunstancias de la vida misma, sin duda, conquistará a todos.
Sobre todo, el gran triunfo de La la land ocurre en quienes la ven, al salir todos agradecen haberla visto, sonríen, tararean el tema de Ryan Gosling… quieren bailar como él aunque no les salga, sonríen, recuerdan… y añoran la vida vista en technicolor, La La Land triunfa cuando emociona, cuando nos hace darnos cuenta de que, a pesar de todo, no hay nada malo en enamorarse y que cursi no es un adjetivo hecho para ofender, por eso les perdonamos a este par que bailen en las estrellas, porque bajo su hipnótico efecto pueden hacer lo que quieran.
La la Land es un homenaje del cine para el cine, de la vida para la vida, del amor por el amor y encierra una verdad universal: lo más parecido al amor, es soñar."
Es cierto que, en cuestión musical, México nunca ha estado a la vanguardia ni ha sido un referente a considerar para descubrir tendencias o sonidos nuevos. La música en México se divide en dos grandes vertientes: la autóctona, que incluye todos los ritmos populares mexicanos, como la banda, el ranchero o el grupero, e incluso algunos prestados como la cumbia, la salsa y el danzón; y por otro lado está la música con influencia anglosajona, llámese rock, pop, electrónico, blues, etc. Ésta última escena es la más cercana al arte, aunque son muy pocos los grupos de rock mexicano que en verdad han hecho los méritos suficientes para lograr trascender.
Pero dentro del rock, hay una vertiente muy particular de la que no cualquier músico puede formar parte, hablo del rock progresivo, y aunque no se crea, en México se hizo (y se sigue haciendo, aunque menos) rock progresivo de gran calidad, que pasó práctiamente desapercibido gracias a diversos factores. Primero que nada, el clímax del desarrollo de este género en nuestro país fue durante los años ochenta, época marcada (al menos en México) por tendencias musicales muy distintas a nivel popular. Pero también debemos considerar la falta de apoyo por parte de disqueras, y la poca difusión que de por sí había tenido el género en la década anterior.
No obstante, hubo grupos que hicieron rock progresivo, y de algunos de ellos se hablará en las siguientes líneas.
Chac Mool es quizás el grupo mexicano más conocido del género, y aunque grabó 4 discos, sólo los dos primeros tienen la calidad suficiente como para considerarse progresivos. Jorge Reyes, líder de la banda, ya había tenido experiencias en otros grupos progresivos, como Nuevo México y Al Universo, sin mayor trascendencia, pero fue en Chac Mool que alcanzó su mayor nivel artístico. Nadie en especial (1980) y Sueños de Metal (1981) fueron sus mejores trabajos. A pesar de que su sonido y sus letras parecían a veces muy inocentes e ingenuas, lograron posicionar al género en un mayor número de audiencia. A mi gusto, "Sombras de la Noche" es su mejor composición.
A partir de aquí surgieron muchos grupos que buscaron perfeccionar el sonido de Chac Mool, aunque hubo otros que destacaron por su sonido original y distintivo. Entre los más destacados se puede mencionar a Delirium con su Teatro del Delirio (Grabado en 1983 pero publicado hasta 1997), los tapatíos The High Fidelity Orchestra con su estupendo y emocionante álbum homónimo (1982), Nobilis Factum quienes grabaron un buen álbum con un sonido similar al de Chac Mool, llamado Mutante (1982), los experimentales Nazca, que grabaron dos estupendos álbumes con sonidos un tanto ominosos y novedosos para la escena nacional, el homónimo Nazca (1985) y el impresionante Estación de Sombra (1986), o el grupo más longevo de la escena progresiva mexicana, Iconoclasta, que entre sus mejores obras está el Reminiscencias (1984) o Soliloquio (1987).
0.720 Aleación 1986
Mención aparte merecen los que a mi parecer son los 3 mejores discos de rock progresivo mexicano. El primero de ellos es 0.720 Aleación (1986) de la banda con el mismo nombre. Un álbum primeramente pensado para honrar las raíces mexicanas mientras se llevaba a cabo la celebración del mundial de fútbol del mismo año, aunque la banda le dió un giro a la música luego del terremoto que devastó a la capital en 1985, y el álbum se convirtió en un homenaje a la sociedad afectada por el siniestro. La música del álbum es dolida y nostálgica, nos transmite el dolor que vivieron miles de mexicanos durante y después de aquel terrible sismo. Temas como "Tarahumara", "Danzante", "Campana del Silencio" (mi favorita) o "Para Estos Tiempos tan Ciertos" son pruebas del ambiente que se vivía en aquellos días, y son testimonios de uno de los momentos más difíciles que vivió la capital mexicana. Un gran álbum.
José Luis Fernandez Ledesma 1985
El segundo gran disco de progresivo mexicano es "...Y Murió la Tarde" (la publicación de 1995 contiene algunos temas adicionales, aunque originalmente fue grabado en 1985) de Nirgal Vallis, grupo lierado por el virtuoso tecladista-pianista José Luis Fernánndez Ledesma, y que contiene algunas de las mejores canciones de rock jamás escritas por algún mexicano. Un elemento que le añade cierta plusvalía al álbum es la voz dulce y enérgica de Claudia Martínez de Alba (algo muy raro en aquella época, sobre todo en México). En la música prevalece el sonido de teclados y sintetizadores, y podemos destacar temas tan maravillosos como la abridora "La Espera (un ser llamado muerte)", la inteligente y casi cerebral "Y Murió la Tarde", las dulces armonías de "Hiperdulia al Fracaso", los homenajes a la música mexicana de inicios de siglo que son "Persistencia", "El Tiempero" y Premonición" respectivamente, y la pieza que da título a este blog, y que contiene uno de los paisajes musicales más increíbles que yo haya escuchado, "Memorias de un Cometa", con un Fernandez Ledesma inspirado, glorioso y sublime, los primeros 4 minutos de la canción son delirantes.
El último gran disco de esta pequeña lista es el más progresivo (en el estricto sentido de la palabra) que jamás se haya grabado en estas tierras. Flüght y su maravilloso disco hómonimo de 1982 es la muestra de virtuosismo, la creatividad y el ingenio musical más grande creado en nuestro país. Conformado únicamente por dos canciones, dos enormes canciones (literal) que nos obligan a salir de nuestro mundo y explorar las esquinas más recónditas del alma, Flüght está, sin miedo a equivocarme, a la altura de discos históricos como el X de Klaus Schulze o el Phaedra de Tangerine Dream. "Transparencias" abre el disco, una mezcla de barroco con electrónico, con pasajes de virtuosismo impresionantes, Sergio de Labra (teclados-piano) y Víctor Ruiz (guitarra), acompañados en el bajo por Armando González, nos dejan en claro la calidad de músicos y compositores que eran. A lo largo de los más de 21 minutos de duración, no tenemos descanso entre secciones de barroco, con otras de krautrock y space rock, pasamos fácilmente de melodias dulces de piano a melodías duras y pesadas de sintetizadores. El clímax llega cerca del minuto 14 y nos atrapa en sus redes sin dar tregua, hasta la sección final. La segunda pieza es "En un Viejo Castillo", más cercana al estilo del ya mencionado Klaus Schulze, con más participación de los sintetizadores, pero con una sección media barroca bastante compleja y deliciosa. El bajo también es un elemento fundamental en esta pieza, pues sostiene todas las melodías de guitarra a la perfección. Es, en fin, una obra maestra del género, y la máxima muestra musical de nuestro país.
La música es un arte en el que se puede viajar, si se tiene la suficiente habilidad de escuchar no sólo con los oídos, sino con el alma, la mente, el corazón, o como sea que se le llame a ese sexto sentido con el que se puede percibir el arte. Al escuchar música, uno puede casi sentir texturas, ver lugares, percibir aromas o degustar sabores, y esto es algo que cualquier ser humano puede experimentar, si se lo propone.
La música, la buena música, da para eso, y más. Claro que hay música que lo facilita, no es lo mismo viajar con Genesis que con los Sex Pistols, por poner un ejemplo. La música que crea atmósferas, dibuja paisajes con los instrumentos y se toma el tiempo de mostrarnos una parte del alma del compositor es la más accesible para lograr este efecto.
Digamos que, luego de un día pesado de trabajo, uno llega, se recuesta en su cama, se coloca los audífonos y presiona el botón de play al Agætis Byrjun de Sigur Rós, e inevitablemente su mente a través del vehículo de la música, lo transporta al pasado, al futuro, a 30 000 kilómetros, a otro planeta incluso, o a algún rincón de su interior, y lo hace sin problema alguno. Esta cualidad convierte a la música en un instrumento celestial para la trascendencia dentro de la tierra misma.
Y puedo nombrar un sinfín de grupos o solistas que se han dedicado a lo largo de la historia a crear este tipo de música, en la que nos regalan un pedazo de su alma entregada a las notas, ritmos, melodías y armonías. Pink Floyd es el más claro ejemplo de esto. Pero una vez que descubrimos en nosotros esa habilidad de percibir la música de forma diferente, no tardamos en darnos cuenta de que casi toda la buena música permite alcanzar esta suerte de nirvana auditiva.
Cómo no viajar con las armonías vocales de los Byrds, o con las letras poéticas de Bob Dylan, con los solos de guitarra de Jimi Hendrix, con la inocencia pop de los Herman's Hermits, con la psicodelia de los Zombies, con las dulces canciones folk de Neil Young, con el rock progresivo todo, con el post punk de Television, los Talking Heads o Devo, con la ominosidad adolescente de Joy Division, con el new wave delicioso de The Jam o Echo & The Bunnymen, con el Jangle Pop casi bailable y atmosférico de Aztec Camera o los Cocteau Twins, el rock gótco de The Cure, las poderosas suites metaleras del Metallica primigenio, la rebeldía del grunge, o el grupo creador de los paisajes musicales más oscuros, tenebrosos, poderosos e increíblemente artísticos, en el que se convirtió Tool, entre muchísimos otros (casi infinitos) ejemplos.
La música es, a final de cuentas, un vehículo del espíritu mismo para reencontrarse con el creador de la vida, del arte, y de la belleza que existe en este y en todos los mundos posibles. Cada quien la percibe de manera diferente, pero el efecto que tiene en uno es el mismo que tiene en todos. Y trasciende y se sobrepone a la cantidad de discos vendidos, la alegría o tristeza que provoque, la fama que le genere a sus compositores, o la cantidad de gente que asista a los conciertos. Tenga o no estos elementos, no deja de ser, por mucho, el arte más exquisito, y completo que jamás existirá en la historia pasada y futura de la humanidad.
El inicio de los años 90 estuvo marcado por la explosión grunge que detonó Nirvana, y su ultrarreconocido Nevermind. Pero 1991 estuvo plagado de buena música ya sea de grupos debutantes, grupos ya existentes pero que se dieron a conocer hasta ese año, o incluso grupos ya muy conocidos que hicieron una gran obra musical en ese año. Es por ello que aquí dejo constancia de alguna de la música publicada durante el mágico, influyente y trascendente 1991 rockero.
Durante los años setenta, en la Gran Bretaña nacieron, crecieron y murieron muchísimos grupos del llamado rock progresivo, esa fusión de rock, a veces con jazz, a veces con música de cámara, otras veces con musica experimental e incluso con música culta (o clásica, como guste llamarle, las etiquetas igual sobran). Con una gran variedad de estilos, el objetivo de estas bandas era el mismo, progresar hacia un sonido más pulcro, original e intelectual. De entre ellas, las más conocidas son Pink Floyd, King Crimson, Genesis, Yes, Soft Machine, y un extenso etcétera.
Una de las bandas menos reconocidas y más innovadoras del género era Gentle Giant, creada en el lejano 1970 por los hermanos Ray, Phil y Derek Shulman, junto con su buen amigo y erudito musical (graduado del Royal College of Music de Londres con un certificado como compositor) Kerry Minnear, el virtuoso multi instrumentista Gary Green y el baterista Martin Smith (a la postre reemplazado por Malcolm Mortimore, y éste a su vez reemplazado por John Weathers). Su sonido siempre fue distintivo, con destellos blueseros, estructuras jazzeras y un alto nivel de complejidad instrumental perfectamente amalgamado entre sonidos accesibles, logrando entrar en los oídos del público sin mucho problema, a pesar de no interpretar música fácil.
Grabaron poco más de diez álbumes, pero hoy sólo escribiré sobre cuatro de ellos. El primero de ellos es Acquiring The Taste, de 1971, segundo de su historial, con una portada controversial en su tiempo y en el cual ya podemos detectar su sonido distintivo, aunque aún sin pulir del todo. En él aún encontramos algunos sonidos de sintetizadores, algo muy fuera de su estilo, sin embargo no suenan del todo mal, y algunos encajan muy bien en los temas en los que se utilizan, con todo y su sonido anti-gentlegiant. En cuanto a los temas, el álbum inicia con Pantagruel's Nativity, que suena increíble, compleja y cambiante, el intermedio casi metalero es mi parte favorita. Edge of Twilight es un hermoso tema, suave y oscuro, con atmósferas muy densas para la época y con instrumentaciones deliciosas, uno de los puntos más altos del disco.
The House, The Street, The Room es otra maravilla, bluesera medular hasta en la forma de cantar de Derek Shulman y poderosa en la instrumentación, es a mi modo de ver, la mejor canción del álbum. El tema homónimo es una corta instrumental olvidable y sintetizada, no de mi gusto, y demasiado simple para estar en un álbum de Gentle Giant. Wreck, The Moon is Down y Black Cat son excelentes temas que mantienen la calidad del álbum, con mención especial nuevamente a la atmósfera densa, oscura y delicada al mismo tiempo de Black Cat. El álbum cierra de manera estupenda con Plain Truth, el tema más largo del álbum (7:36) y quizás el que transmite más energía (aún con su lento intermedio) cierra un álbum inconsistente a veces, pero con brillos lo sufiientemente buenos como para conseguir el álbum completo.
Su siguiente álbum fue el conceptual Three Friends, de mayor calidad que el anterior y con una temática cerrada, que le da mucho más interés a las canciones y a la manera de componerlas para hilar el concepto general del álbum. Tres amigos de la escuela se reúnen en su edad adulta para recordar viejos tiempos (cosa que todos hemos hecho) y cada uno de ellos habla sobre cómo lo ha tratado la vida. Un tema simple en aparienca, pero muy profundo y lleno de emociones cambiantes. El álbum abre con Prologue, más sintetizadores pero que esta vez no suenan nada ajenos al sonido de la banda, nos introduce a la historia y al concepto musical y lírico del álbum de muy buena manera.
Schooldays es una delicia absoluta, replicando el sonido etéreo y denso del álbum anterior, con instrumentaciones complejas pero destellantes y juguetonas, y una nostalgia propia del grupo de amigos recordando sus días escolares. Es una joya suprema, la primera en la historia de la banda, dividida en dos partes, la primera espectacular y la segunda (que sirve de intermedio) más lenta y nostálgica, pero igual de buena. El primer amigo nos habla en Working All Day de su vida, cómo es la vida de obrero, renunciando a sus sueños, trabajando todo el día, sin tiempo para disfrutar y con el cansancio en su espalda que además es mal remunerado. Una historia que muchos conocemos en carne propia. La canción no desmerece a la pesadez de la historia, es una queja musical bien hecha, con un sonido casi funk (me recordó al Cisco Kid) y muchas voces al unísono que suenan entre enojadas y cansadas. La manera de interpretar este tema es impresionante. En Peel the Paint, el segundo amigo resulta ser un artista que disfruta de las exquisiteces de la vida, aunque tampoco le va muy bien económicamente. Sin embargo él se siente orgulloso de ser artista, logró su sueño. La música nuevamente encaja perfectamente en la historia, sin dejar de sonar a Gentle Giant, pero con un sonido mucho más fino y pulido, violines incluidos, hasta la ruptura rockera del intermedio (estupendo riff, por cierto). Otra maravilla. El último amigo nos relata en Mister Class and Quality? cómo es un hombre de clase, con mucho poder económico y gustos exigentes. Irónicamente, es el menos feliz de los tres amigos, y se desahoga con ellos de su infelicidad. Aquí la música es mucho más dinámica y directa, aunque menos lúcida y exquisita, no por ello de mala calidad. Por último el epílogo coral Three Friends que cierra el álbum con una dosis de cruda realidad maquillada de belleza musical etérea. Un gran álbum.
Hacia finales de 1972 salió a la luz Octopus, cuarto álbum de la banda (y tercero de nuestro análisis) conformado por (como su nombre lo sugiere) ocho temas (ocho opus). Este es quizás el álbum más accesible de la banda, esto debido a la duración de sus canciones (de 3 a 4 minutos en promedio, distinto a los 6 minutos promedio de álbumes anteriores) aunque también es (a mi gusto) el más disfrutable de todos. The Advent of Panurge abre de manera divertida (aunque no menos compleja) el álbum, con juegos de voces, un sonido funky y un coro descendente que difícilmente se olvida, tiene todos los elementos incluso para ser un sencillo de la radio.
Raconteur Troubadour es otra delicia de cuatro minutitos, concisa e instrumentalmente variada (no sé cuántos instrumentos se hayan conjugado al grabar esta canción) la complejidad de la canción de alguna manera suena bella, como un rompecabezas que encaja a la perfección, y es el punto musical más alto del disco. Luego viene A Cry for Everyone, la más rockera del álbum (su sonido por momentos me recuerda al Kiss primigenio) aunque el elemento popero accesible es más notorio en esta canción, funciona a la perfección para diversificar un álbum que de por sí ya es ecléctico con sólo dos temas escuchados. Knots es un tema ingenioso, como su nombre lo indica, son nudos de palabras y voces queriendo darle sentido a una letra surrealista y la música sólo enreda más las cosas, en un sentido positivo e inmensamente artístico, si algo le hacía falta al álbum, era el humor inteligente de esta canción. The Boys in the Band es un tema instrumental y quizás el tema menos brillante del álbum, pero todo se enmienda con Dog's Life, un tema de enorme belleza que combina una guitarra clásica con un cuarteto de cuerdas, un órgano de regalía, un xilófono y una letra irónica sobre la simple vida que lleva un perro, y la importancia que tiene para sus dueños. Todos estos elementos conforman una de las canciones más disfrutables que yo haya escuchado en toda mi vida. Éste es el punto artístico más alto del álbum (empatado quizás con Knots). Think of me with Kindness es el tema más emotivo del álbum, una canción de amor y desamor que añade otro elemento distinto al álbum (cada tema lo hace, de hecho) y que nos muestra una faceta de la banda que pocas veces se ve, y lo hacen de excelente manera. Por último tenemos a River, la canción mas progresiva del álbum, funciona bien como un puente entre el Gentle Giant de siempre con el raro y desconocido Gentle Giant de este álbum. Es un buen tema de cierre, para un excelente álbum, aparentemente demasiado simple, pero con una variedad de sonidos que ningún otro álbum de la banda alcanza.
El último álbum en análisis, In a Glass House, es el menos accesible de la banda, un álbum oscuro e introvertido, en el que el cambio de sonido que buscaba la banda se hace muy notorio. En sólo seis temas, la banda revolucionaría su sonido hacia lo que serían sus álbumes posteriores, y a pesar de que para muchos ésta es su obra maestra, este cambio de sonido fue el principio del fin de la era más prolífica de la banda (a mi modo de ver). El disco abre con The Runaway (de hecho abre con un sonido de un vidrio quebrándose, el mismo sonido que posteriormente cerrará el álbum), un tema en apariencia similar a lo antes escuchado, pero con ligeras diferencias que sólo serán notorias conforme avance la canción. La complejidad está presente, pero algo es distinto, suena muy bien, pero es distinto. Luego viene An Inmate's Lullaby, un tema tan bello como perturbador, una mezcla de sensaciones interesante sin duda, la canción transmite la ternura y la locura que sólo un enfermo mental posee. La creatividad de la banda se luce con este tema. Way of Life es, incluso para esta banda, un tema muy raro. Suena muy alegre e hiperactivo, nada meticuloso ni tan cerebral como el trabajo conocido de la banda, pero como ya se ha dicho antes, este álbum marca un cambio en el sonido de Gentle Giant, entonces no hay de qué espantarse, tomará cuatro o cinco escuchas para encontrarle sentido a esta canción, que de hecho es muy buena.
Experience es otro tema raro, aunque no tanto como el anterior, sí permite la asimilación del nuevo sonido de una manera más fluida gracias a los ligeros brillos al sonido de discos anteriores (en específico el de Three Friends), y es otro de los puntos altos del disco, un disco que de hecho no tiene malas canciones, ni puntos flacos. A Reunion es la mayor delicia del álbum, la letra otra vez remite al Three Friends (otra reunión de amigos de la infancia), pero la música suena exquisita, con una base de cuerdas hermosa y una nostalgia implícita en el sonido, y en los brillantes dos minutos de duración. Un brillo que los oídos ya exigían luego de tanto sonido nuevo y extraño. Por último el tema homónimo es a mi gusto el mejor de todo el disco, que combina la complejidad de siempre con melodías intensas y accesibles, y cambios de ritmo que elevan la sonrisa del escucha a lo más alto de la habitación. Los ocho minutos que dura no son ningún desperdicio y nos dejan con ganas de volver a escuchar este álbum una y otra y otra y otra...
Luego de escuchar a Gentle Giant, inevitablemente nuestro oído se refina, y nuestros estándares musicales suben un par de pulgadas; ya no nos conformaremos con simple rock de estructura común. Exigiremos más a las bandas que escuchamos, e iniciaremos una búsqueda emocionante de nuevos sonidos, más complejos, más diversos y eclécticos que satisfagan nuestros deseos de más y mejor música. Este aporte de Gentle Giant a nuestra vida, es el más grande que cualquier banda puede hacer por sus seguidores, y eso, sin duda, se agradece infinitamente.
Tanto en la música como en el cine, lo que generalmente atrae a las masas, lo más popular y comerical no necesariamente suele ser lo mejor. Hay claro excepciones que confirman esta regla. Pero la regla general casi siempre es la misma. No puede haber comparación en cuanto a calidad entre un disco ultra popular y reconocido como el "Oops i did it again" de Britney Spears, con uno poco conocido y artísticamente excelso como el "Sea Change" de Beck Hansen, por poner sólo un ejemplo.
En el cine ocurre un fenómeno similar, una película súper popular y costosa como "The Avengers" de Joss Whedon no se acerca en calidad a una menos conocida y mucho mejor escrita, actuada y dirigida como "A Single Man" de Tom Ford. Es una regla no escrita que se aplica en muchos rubros de las expresiones artísticas en general.
Y otro claro ejemplo de ello, es el filme que nos atañe en este post, Sing Street de John Carney, una película llena de referencias musicales, en específico de los años 80, que está contada de manera estupenda, y que nos sitúa en el Dublín de 1985, católico y con problemas sociales suficientemente duros como para que la juventud de aquella época buscara salir a como diera lugar del país, en busca de mejores oportunidades y de cumplir sus sueños.
Sing Street trata básicamente (sin spoilers) sobre un adolescente que quiere conquistar a una chica, y para ello forma una banda de música que él mismo denomina como "futurista". Sus padres con problemas, sus hermanos lidiando con el fantasma del fracaso, y él cambiando sus rutinas y creciendo como muchos de nosotros hubiéramos querido crecer.
La película es entretenida, divertida y por demás emotiva. El trasfondo musical pasa a primer plano gracias a la excelente elección de temas clásicos de aquella década como soundtrack, a la excelente manera de abordarlo por el director, y a las estupendas canciones originales compuestas en su mayoría por el propio Carney, quien además logra captar en el filme que el proceso de componer una canción es mágico, estimulante y fluido (con una clara referencia a Lennon y McCartney). Esta es quizás una de las mayores virtudes de la película, y a medida que va avanzando, nos logra cautivar con diálogos estupendos y profundos (algunas de las ideas de Raphina, la chica protagonista, son en verdad inspiradoras) y con situaciones tan comunes de un adolescente, que en automático nos adueñamos de ellas.
No se trata de la mejor película del año, pero para mí sí se ha convertido en una de mis favoritas, y John Carney en uno de mis realizadores preferidos (quien no haya visto Once, de este mismo director y del año 2007, se ha perdido de otra joya cinematográfica-musical).
La magia de la adolescencia, de sentir que podemos conquistar el mundo pero no a una chica, de estar seguros de lo que queremos sin en verdad estar seguros en nosotros mismos (ej. los cambios de look constantes), y de dar pasos en falso sin miedo a nada, es la principal emoción que nos transmite Sing Street, una emoción mucho más real y genuina que la que podríamos recibir de cualquier film multimillonario.
La evolución del rock desde sus inicios a mediados de la década de los 50's siempre fue ascendente, continua, fluida y emocionante. El escuchar cada año un nuevo disco, con un nuevo sonido salido totalmente de la creatividad de diversos músicos que se daban el lujo de inventar géneros, ya sea mezclando dos sonidos ya existentes, o modificando un sonido con características nuevas y muy personales, era emocionante y estimulante.
Así, pasamos del rock'n'roll al pop, al folk, y de ahí al blues rock, rock psicodélico, rock progresivo, ambient rock, glam rock, heavy metal, punk rock, post punk, new wave y demás. Luego llegaron los ochenta, con su fuerte influencia gringa, llena de colores pastel, sitcoms familiares e ingenuas, películas de acción mal escritas y mal actuadas, peinados horrorosos y un espíritu joven que apestaba en verdad (como luego lo diría Kurt Cobain). Los ochenta llegaron para hacer un cambio que fue definitivo e indeleble en la cultura a nivel mundial. Y por ende, la música de los ochenta tuvo su cambio definitivo e indeleble. Pero, ¿este cambio fue bueno o malo? Bueno, si me hubieran preguntado esto hace 10 años, hubiera respondido que fue lo peor que le pudo haber pasado al rock.
En los ochenta se desarrollaron géneros horrorosos que no soportaron la prueba de los años, como el espantoso hair metal (con sus excepciones obligadas, buenas canciones que sí hicieron un aporte a la creatividad del medio) o el insípido techno pop (ahí sí no encuentro tantas excepciones), así como la decadencia de excelente e históricas bandas de la década anterior (Pink Floyd, Led Zeppelin, The Who, Ramones, entre otras) o solistas excepcionales que hicieron sus peores trabajos en dicha época (David Bowie, Bob Dylan con su cambio de religión, etc.), e incluso hechos dolorosos como la muerte de John Lennon o Bob Marley. Mención aparte merece el que para mí es el peor momento de toda la década de los ochenta: la canción y, sobre todo, el video que hicieron juntos Mick Jagger y David Bowie. El horror.
Y si a esto le añadimos que durante toda esa década no hubo un grupo insignia que definiera en su totalidad a los ochenta (y si lo fuera, quizás sería Michael Jackson, mejor lo dejamos así), tenemos entonces a un periodo de tiempo sin una clara dirección musical, con horrorosos géneros, horrorosos maquillajes, horrorosos peinados, horrorosos sonidos techno, artistas en decadencia, videos musicales infames, y una despersonalización en general que sufrió el género. Todo esto sería suficiente para que los ochenta sean una década que marcó (negativamente) a la música a nivel mundial. Pero hay otros hechos que marcaron a la música (positivamente) y que, gracias a la providencia, ocurrió en los escenarios subterráneos del medio rockero, y que a la postre, serían la salvación de una década que parecía destinada al olvido. Y de ello hablaré en algun futuro post. Mientras dejaré por aquí algunas pruebas que sustenten mi repudio inicial hacia los ochenta.
A pesar de ser música compuesta y grabada hace más de cincuenta años, para mí esto es nuevo, y se adapta a mi realidad actual. The Freewheelin' Bob Dylan es una de las más grandes maravillas de la historia de la música en general, con un Dylan inspirado, joven y por demás poético. El Dylan pre-rockero que hacía canciones de protesta inteligentes y contundentes, pero que también hacía bellas piezas, íntimas y concisas que podían ser románticas y nostálgicas por igual.
Desde 1962 tuvieron que pasar 54 años para que yo descubirera en su totalidad esta joya (conocía ya canciones del disco, pero no todo el álbum) y para que una obra musical trascienda por más de 50 años y aún se escuche con frescura es porque se trata de un obra de arte.
Mis favoritas:
Girl from the north country
A hard rain's a-gonna fall
Don't think twice it's all right
Bob Dylan's dream
Dulce y melancólico, directo y mordaz, el segundo LP de Dylan tiene todos los elementos para disfrutarse, a solas, en una tarde soleada, en el pórtico de una casa situada en el sur de los Estados Unidos, en un departamento en el vigésimo piso, en un trayecto de regreso a casa o en compañía de la única persona que en verdad nos conoce.