Nobilis Factum 1983 |
Es cierto que, en cuestión musical, México nunca ha estado a la vanguardia ni ha sido un referente a considerar para descubrir tendencias o sonidos nuevos. La música en México se divide en dos grandes vertientes: la autóctona, que incluye todos los ritmos populares mexicanos, como la banda, el ranchero o el grupero, e incluso algunos prestados como la cumbia, la salsa y el danzón; y por otro lado está la música con influencia anglosajona, llámese rock, pop, electrónico, blues, etc. Ésta última escena es la más cercana al arte, aunque son muy pocos los grupos de rock mexicano que en verdad han hecho los méritos suficientes para lograr trascender.
Pero dentro del rock, hay una vertiente muy particular de la que no cualquier músico puede formar parte, hablo del rock progresivo, y aunque no se crea, en México se hizo (y se sigue haciendo, aunque menos) rock progresivo de gran calidad, que pasó práctiamente desapercibido gracias a diversos factores. Primero que nada, el clímax del desarrollo de este género en nuestro país fue durante los años ochenta, época marcada (al menos en México) por tendencias musicales muy distintas a nivel popular. Pero también debemos considerar la falta de apoyo por parte de disqueras, y la poca difusión que de por sí había tenido el género en la década anterior.
No obstante, hubo grupos que hicieron rock progresivo, y de algunos de ellos se hablará en las siguientes líneas.
Chac Mool es quizás el grupo mexicano más conocido del género, y aunque grabó 4 discos, sólo los dos primeros tienen la calidad suficiente como para considerarse progresivos. Jorge Reyes, líder de la banda, ya había tenido experiencias en otros grupos progresivos, como Nuevo México y Al Universo, sin mayor trascendencia, pero fue en Chac Mool que alcanzó su mayor nivel artístico. Nadie en especial (1980) y Sueños de Metal (1981) fueron sus mejores trabajos. A pesar de que su sonido y sus letras parecían a veces muy inocentes e ingenuas, lograron posicionar al género en un mayor número de audiencia. A mi gusto, "Sombras de la Noche" es su mejor composición.
A partir de aquí surgieron muchos grupos que buscaron perfeccionar el sonido de Chac Mool, aunque hubo otros que destacaron por su sonido original y distintivo. Entre los más destacados se puede mencionar a Delirium con su Teatro del Delirio (Grabado en 1983 pero publicado hasta 1997), los tapatíos The High Fidelity Orchestra con su estupendo y emocionante álbum homónimo (1982), Nobilis Factum quienes grabaron un buen álbum con un sonido similar al de Chac Mool, llamado Mutante (1982), los experimentales Nazca, que grabaron dos estupendos álbumes con sonidos un tanto ominosos y novedosos para la escena nacional, el homónimo Nazca (1985) y el impresionante Estación de Sombra (1986), o el grupo más longevo de la escena progresiva mexicana, Iconoclasta, que entre sus mejores obras está el Reminiscencias (1984) o Soliloquio (1987).
0.720 Aleación 1986 |
Mención aparte merecen los que a mi parecer son los 3 mejores discos de rock progresivo mexicano. El primero de ellos es 0.720 Aleación (1986) de la banda con el mismo nombre. Un álbum primeramente pensado para honrar las raíces mexicanas mientras se llevaba a cabo la celebración del mundial de fútbol del mismo año, aunque la banda le dió un giro a la música luego del terremoto que devastó a la capital en 1985, y el álbum se convirtió en un homenaje a la sociedad afectada por el siniestro. La música del álbum es dolida y nostálgica, nos transmite el dolor que vivieron miles de mexicanos durante y después de aquel terrible sismo. Temas como "Tarahumara", "Danzante", "Campana del Silencio" (mi favorita) o "Para Estos Tiempos tan Ciertos" son pruebas del ambiente que se vivía en aquellos días, y son testimonios de uno de los momentos más difíciles que vivió la capital mexicana. Un gran álbum.
José Luis Fernandez Ledesma 1985 |
El segundo gran disco de progresivo mexicano es "...Y Murió la Tarde" (la publicación de 1995 contiene algunos temas adicionales, aunque originalmente fue grabado en 1985) de Nirgal Vallis, grupo lierado por el virtuoso tecladista-pianista José Luis Fernánndez Ledesma, y que contiene algunas de las mejores canciones de rock jamás escritas por algún mexicano. Un elemento que le añade cierta plusvalía al álbum es la voz dulce y enérgica de Claudia Martínez de Alba (algo muy raro en aquella época, sobre todo en México). En la música prevalece el sonido de teclados y sintetizadores, y podemos destacar temas tan maravillosos como la abridora "La Espera (un ser llamado muerte)", la inteligente y casi cerebral "Y Murió la Tarde", las dulces armonías de "Hiperdulia al Fracaso", los homenajes a la música mexicana de inicios de siglo que son "Persistencia", "El Tiempero" y Premonición" respectivamente, y la pieza que da título a este blog, y que contiene uno de los paisajes musicales más increíbles que yo haya escuchado, "Memorias de un Cometa", con un Fernandez Ledesma inspirado, glorioso y sublime, los primeros 4 minutos de la canción son delirantes.
El último gran disco de esta pequeña lista es el más progresivo (en el estricto sentido de la palabra) que jamás se haya grabado en estas tierras. Flüght y su maravilloso disco hómonimo de 1982 es la muestra de virtuosismo, la creatividad y el ingenio musical más grande creado en nuestro país. Conformado únicamente por dos canciones, dos enormes canciones (literal) que nos obligan a salir de nuestro mundo y explorar las esquinas más recónditas del alma, Flüght está, sin miedo a equivocarme, a la altura de discos históricos como el X de Klaus Schulze o el Phaedra de Tangerine Dream. "Transparencias" abre el disco, una mezcla de barroco con electrónico, con pasajes de virtuosismo impresionantes, Sergio de Labra (teclados-piano) y Víctor Ruiz (guitarra), acompañados en el bajo por Armando González, nos dejan en claro la calidad de músicos y compositores que eran. A lo largo de los más de 21 minutos de duración, no tenemos descanso entre secciones de barroco, con otras de krautrock y space rock, pasamos fácilmente de melodias dulces de piano a melodías duras y pesadas de sintetizadores. El clímax llega cerca del minuto 14 y nos atrapa en sus redes sin dar tregua, hasta la sección final. La segunda pieza es "En un Viejo Castillo", más cercana al estilo del ya mencionado Klaus Schulze, con más participación de los sintetizadores, pero con una sección media barroca bastante compleja y deliciosa. El bajo también es un elemento fundamental en esta pieza, pues sostiene todas las melodías de guitarra a la perfección. Es, en fin, una obra maestra del género, y la máxima muestra musical de nuestro país.
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