lunes, 12 de junio de 2017

La espiral descendente


La agresividad es una característica humana tan natural como lo es el amor o la compasión, todos nacemos con particularidades propias de la naturaleza humana, instintos y actitudes primitivas que aún nos atan a nuestros ancestros primates. La agresividad es ciertamente una muestra de nuestro lado animal más persistente. Sin embargo, cuando la agresividad se mezcla con otras emociones, más cercanas a lo humano y más lejanas de lo animal, puede trascender y dejar de ser un comportamiento instintivo para ser una actitud evolucionada que sólo lo seres humanos hemos alcanzado.

En el arte es similar, la agresividad por sí sola es grotesca y cruda, sin embargo, cuando se mezcla con otras características como la frustración, la debilidad, la sexualidad o el miedo, pasa a ser un asunto muy fácil de expresar mediante las distintas formas artísticas que los seres humanos hemos desarrollado a lo largo de nuestros miles de años de evolución. Un caso de música agresiva, y artísticamente enorme, es el de “The Downward Spiral”, álbum de Nine Inch Nails publicado en 1994, en el que las vísceras y las debilidades humanas quedan expresadas de manera contundente mediante música que va de lo agresivo a lo perturbador, y de lo intenso a lo sublime.

Las canciones del álbum son poderosas, son crueles, son brutalmente honestas y controversialmente transgresoras. Desde la potente “Mr Self Destruct” notamos la impresionante contundencia del álbum, mientras Trent Reznor nos explica una a una las cosas que nos hacen auto destruirnos poco a poco mientras las asimilamos sin cuestionamiento alguno. Musicalmente tenemos una canción directa, con uso de potentes sintetizadores e instrumentos convencionales altamente procesados y modificados con el uso de herramientas tecnológicas y softwares como pro tools. La engañosa tranquilidad de la mitad de la canción es más una tensa calma que un alivio sonoro. Para finalizar, un ruidoso rechinar de múltiples guitarras, sin mayor sentido que el de desorientarnos y alterar nuestros nervios. El segundo tema es el perturbadoramente tranquilo “Piggies”, un delicado y oscuro tema en donde se exploran algunos de los momentos más sublimes del álbum, aún con todo lo malévolo que pueda sonar en primera instancia. Una vez que Reznor nos revienta los tímpanos con sus golpeteos a la batería, los cuales indican el inicio del fin de la canción, pareciera que la sensibilidad que tan difícilmente -con un hilito- se mantuvo en la canción, se destrozara en mil pedazos, sin embargo, esas notas finales descendentes, van a ser de los momentos más dulces y deliciosos de todo el álbum. Sí, son estremecedoras, sí, se retuercen nuestras entrañas con ellas, pero también es cierto que son de una belleza única.

Por su parte, “Heresy” es todo lo opuesto, un golpe a nuestros oídos desde las percusiones procesadas que parecen sacadas de una enorme maquinaria industrial, como de los enormes pistones del Titanic, contrastando con la aguda y satírica voz de Reznor, quien en el coro explota y cuestiona abiertamente las creencias de todos. A destacar el riff de guitarra que aparece en la segunda estrofa, que es delirante. Otra maravilla es la breve, concisa y metalera “March of the Pigs”, una muestra de agresividad en un compás complejo -que va de los 7/8 a los 15/8- y que, de manera en verdad brillante, se apaga súbitamente con el delicadísimo y delicioso cierre del coro (“Doesn’t it make you feel better?”) y su dulce piano. Un breve brillo que en automático eleva el nivel de la canción en potencia mil. “Closer” es el tema más conocido del álbum, gracias a su singular video musical, el cual se adapta perfectamente a la crudeza de su letra. Una sexualidad extrema y explícita, sustentada en música de lo más perturbadora y revuelve-entrañas que se haya escuchado jamás. La progresión melódica y el constante crescendo de la canción hace que se vuelva en un tema musicalmente épico, al grado de estremecernos en el último minuto de canción, una vez que caemos en cuenta de todo lo que ha crecido la canción y de todo lo que nuestros oídos han sostenido, de manera tan gradual y tan poderosa. Sí, es sin duda uno de los mejores temas del álbum.

“Ruiner” es un tema más cercano al rock, sobre todo en su instrumental sección intermedia, aunque lo más destacable es el portentoso y épico coro de la canción, en donde la oscuridad de las estrofas se convierte en una intensa luz sonora, majestuosa y suntuosa. Otra gran joya es “The Becoming”, una impresionante canción de pérdida de uno mismo, de ausencia de identidad, y de un deseo vehemente de regresar a como dé lugar, de librarse de la voz interna que nos aprisiona y nos limita, todo esto expresado en una letra perfectamente construida, y tan directa como pocas. De inicio escuchamos un riff de sintetizador en 7/8, el cual se sostiene por una melodía de percusiones igual de singular, y que se mantiene durante los dos ciclos de estrofa-coro iniciales. En un determinado momento Reznor explota, y la música se tranquiliza (con guitarra acústica incluida, lo cual es de destacar en un álbum como este) para dar pie a la impresionante explosión final, una auténtica catarsis sonora en la que Reznor se quiere librar de sus demonios (“It won’t give up, it wants me dead, goddamn this noise inside my head”). Un momento verdaderamente sublime; dentro de su agresividad, dentro de su catártica petición, se encuentra una necesidad tan humana como la de respirar, por librarse de las cadenas mentales, y de hallar la redención con uno mismo. Espeluznante.

A continuación, está “I Do Not Want This”, una arquetípica canción de NIN, muy similar al sonido que escucharíamos en su posterior álbum “With Teeth”, la canción se sostiene en una melodía de percusiones muy singular, y un piano meticuloso, que sólo por momentos brilla, pero que mantiene un perfil bajo. “Big Man With A Gun”, una referencia al miembro masculino, una oda a la misoginia y a la perversión, sin duda uno de los temas más oscuros de todo el álbum. Por su parte, “A Warm Place” es un descanso sonoro, una pieza instrumental que por un instante nos hace olvidar la oscuridad del álbum, y que nos da el respiro necesario para afrontar el poderoso cierre del álbum.

Éste poderoso cierre comienza con “Eraser”, en lo particular una de mis canciones favoritas del álbum. Todo comienza con lo que aparentemente es Trent Reznor soplando en un popote frente al micrófono, y mientras tratamos de dilucidar qué sonido escuchamos, aparecen las potentes percusiones -casi bailables- que en ningún momento nos aburren, y que van recibiendo poco a poco a otros instrumentos hasta que la música ya es insostenible, debido a su enorme intensidad. Es justo en este momento que se nos regala un momento sublime, un piano brillante y la voz de Reznor, en modo suave, recitando una serie de verbos conjugados en segunda persona. Tan breve y efímero, como dulce y delicioso es este momento, que luego se transforma en una metalera y poderosa serie de verbos conjugados en primera persona, con una guitarra fantástica y una agresividad irónicamente disfrutable. Una joya.

“Reptile” es otra gran canción, una que mantiene su crudeza por casi siete minutos, y que en su estructura musical podría ser de las más convencionales del álbum, aunque sonoramente es de las más oscuras. La ambientación, como de marcha militar, le da un toque único a esta canción, mientras que su acercamiento al rock es más que notorio. El penúltimo tema es el homónimo “The Downward Spiral”, un tema a mi modo de ver satírico, que habla del suicidio mientras de fondo podemos escuchar una música con un filtro, que hace que suene como apagada, como lejana, y que se acerca mucho al estilo grunge de Nirvana, por lo que mi deducción es que esa canción llevaba una dedicatoria muy clara.

Para cerrar el álbum tenemos otro tema gigantesco, la ominosa “Hurt”, que años después se haría famosa gracias al cover de Johnny Cash (que, de alguna manera, comparada con la versión original, sonaba optimista). La letra es absolutamente desgarradora, un arrepentimiento tan cruel y una aceptación de vida miserable tan honesta como estremecedora. La música le acompaña, especialmente en el crescendo constante del coro, haciendo de ésta una de las canciones más impresionantes, me atrevo a decir, de toda la década de los años 90. El espeluznante final es el broche de oro que un álbum así de increíble necesitaba.


Sin duda estamos ante una de las magnas obras de toda la historia del rock, la manera en que se conjugaron elementos tan oscuros y tenebrosos, con otros más artísticos y dotados, hacen de este álbum una perfecta mezcla de luz con oscuridad, de dulce con amargo y de aceptación con rechazo. Un álbum de otro planeta.

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