jueves, 13 de septiembre de 2018

Oda agridulce al amor y la amargura: Songs Of Leonard Cohen



El poder que puede tener la música para transmitir emociones a través de los sonidos es inmenso, inagotable, inconmensurable e infinito. Desde las grandes obras de Mozart, Beethoven y Bach hasta la simpleza de una música en apariencia minimalista, como lo es el folk, toda la música bien hecha es capaz de dejarnos en un estado de ánimo "virtual", porque es real y no lo es. Porque nos permite sentir cosas que no estamos viviendo. Porque nos concede la gracia de sentir el dolor ajeno sin pasar por el infierno de los demás.

Y de la misma forma nos permite acariciar el amor de los talentosos y exprimir la felicidad de los virtuosos, aunque sea por un efímero instante, sólo para exiliarnos de nuestra propia realidad, que sin ser necesariamente buena o mala, no es tan trágica o tan excelsa como se nos narra en la música más plena. Todo esto es capaz de regalarnos la sola música, los acordes y las notas, las melodías y las armonías. Pero si a ello le agregamos un letrista, un poeta auténtico que con palabras expresa con escalofriante precisión un estado de ánimo, el resultado puede ser asombroso.

Todo esto sucedió en 1967, cuando un reconocido escritor y poeta canadiense, Leonard Cohen, decidió que quería grabar un disco, sólo con su guitarra y nada más. El talentoso músico aspiraba inicialmente a formar una banda country en Nashville, razón por la que llegó a los Estados Unidos, sin embargo, afortunadamente se quedó inmerso en el enorme movimiento folk neoyorquino de los años 60. Así fue como se decidió por esta música, tan austera como plena, perfecta para el nivel de crudeza y/o magnificencia de sus letras.

Si bien, el músico (y algunos críticos musicales de la época) no quedó del todo contento con el resultado, debido a la inclusión de diversos arreglos (ya no fue él solo con su guitarra al final), con el paso de los años su álbum debut llegó a considerarse una obra de culto. Titulado "Songs Of Leonard Cohen", la obra se aleja de los convencionalismos de la época, en donde la psicodelia, el ácido y los colores dominaban la escena musical a nivel mundial. Cohen era ajeno a todo ese mundo, y esto se debe a la edad del compositor cuando se publicó su obra debutante: tenía 39 años de edad.

Pero nada de esto importa una vez que escuchamos la música, leemos las letras y nos empapamos del arte contenido en cada una de las 10 canciones que conforman la obra. No se necesita ser un experto en música, no se necesita saber sobre poesía, simplemente se requiere ser humano, y haber sentido algo alguna vez en la vida. Por lo cual la obra es universal y atemporal. Aplica para todos los casos, en cualquier lugar del mundo y en cualquier época en que se escuche.

Pero vayamos a las canciones, una a una. "Suzanne" es una joya incuestionable. Desde el primer tema el canadiense nos deja en claro su nivel musical y lírico. La sensibilidad para interpretar la hermosa letra escrita, además claro, de los bellos arreglos musicales, como los coros femeninos y algunos discretos sonidos de cuerdas, hacen de este tema un gancho inesquivable que nos atrapa y nos acerca al melancólico estado de ánimo de esta romántica melodía. Un romanticismo que no es cursi, un romanticismo pletórico en donde se trascienden las sensaciones y se analiza el alma de una persona que, inconsciente y burdamente, es incapaz de descifrar el amor que puede sentir en su interior.

El segundo tema es mucho más obscuro, "Master Song" se acerca a la temática de la guerra y los horrores de ella, claro, desde una perspectiva poética, pero con una ominosidad que se percibe de manera evidente en la letra, pero también en la música y en los arreglos de ésta. Una clara canción de protesta, que cobra mayor importancia por la guerra de Vietnam acaecida en aquella época, con cerca de los 6 minutos de duración, y que puede llegar a ser desgarradora y cruda, pero que en nada pierde la esencia austera de la música. Sin los brillos (prácticamente inalcanzables) del tema inicial, pero con un enfoque mucho más realista que metafórico, se trata de una de las grandes canciones del álbum.

La belleza retorna de manera espectacular en "Winter Lady". El Cohen romántico e inspirador regresa con esta pequeña maravilla a dos guitarras, y con unos brillos de arpa tan fugaces y tan brillantes y relucientes como un relámpago que aparece en medio de una suave lluvia. La canción nuevamente, no es romántica en un sentido convencional. Si bien se dedica a una mujer y al impacto que ella tuvo en el autor, la canción habla más sobre la soledad y la necesidad que tenemos todos de sentirnos acompañados por alguien. Una bella y triste canción de amor y abandono.

Y el contraste nuevamente se hace presente con "Stranger Song", una canción que se enfoca más en el mensaje lírico que en el musical. La guitarra, con la compejidad de los arpeggios que acompañan constantemente a la letra, no cambia en ningún instante, y todo se centra en la letra de la canción, que lidia con la alienación vista desde dentro hacia afuera. No es sobre cómo i por qué se aleja del mundo, sino del mundo visto desde la perspectiva el exiliado, del extraño que está ahí pero que nadie ve, hasta que eventualmente, los extraños son todos menos él.

"Sister Of Mercy" es mucho más melódica, apela más a los elementos musicales que a los líricos, sin que esto se refiera a que la letra es, digamos, promedio. Por el contrario, en la letra se nos habla sobre las musas del autor, todas ellas que le salvan en sus momentos más bajos, y que además, conmina a que cada quien busque a sus "hermanas de la piedad", las que siempre nos acompañan y las que siempre vivirán en nuestro interior para salvarnos del debacle. La música, como se había dicho, es más melódica. Las guitarras no son lineales, y los arreglos varían desde un Rhodes (los brillitos) tan dulce como elegante, hasta unas percusiones a manera de marcha que, de manera discreta, nos acompañan en gran parte de la canción.

La canción más accesible del álbum, sin duda, es "So Long, Marianne", una canción con una estructura más convencional, con una instrumentación más rica y menos austera, y unas melodías menos oscuras y/o tristes. La letra es abiertamente romántica, y en ella se habla sobre el amor que siente el protagonista por una mujer, a la que extraña mucho. Escuchamos una batería, un bajo, algunos instrumentos celtas muy lejanos, y un coro femenino que acompaña los estribillos de la canción, y los hace más memorables. Dicho sea de paso que, a pesar de la belleza y simpleza de la canción, a Cohen no le gustó nada el resultado, ya que él esperaba que la canción fuera mucho más triste con el solo sonido de su guitarra, sin embargo, el productor le añadió los demás instrumentos y arreglos. Algo similar con lo que le pasó a Paul McCartney con su mítica "The Long And Winding Road".

"Hey, That's No Way To Say Goodbye" es, para mí,  la canción más representativa del álbum y del artista, y ello se debe a que esta es la primer canción que escuché de Cohen en mi vida, y me ha cautivado desde aquel entonces, hasta hoy en día. Es una canción bellísima, muy romántica aún desde su enfoque de reproche, con unos arreglos deliciosos y con un sentido poético magistral per nada complicado de entender. Esencialmente, es una canción sobre el distanciamiento físico de un par de amantes, quienes lo sufren enormemente, pero que en el transcurso expresan su amor, el cual se acrecenta, irónicamente, con la distancia que hay entre ellos.

Mientras que "Stories Of The Street" es una canción de protesta, en la que Cohen nos narra el día a día en la ciudad en la que habitaba, en donde reinaba la incertidumbre y la desesperanza debido a la situación de guerra que vivían los Estados Unidos. La música es muy cruda y la progresión melódica nos lleva a una serie de cimas emocionales que son emocionalmente altas, pero breves, y el descenso de ellas nos lleva a una nueva estrofa. En ese sentido estructural, esta es la canción que más nos recuerda al trabajo de Bob Dylan.

La crudeza no sólo se mantiene, sino que se acrecenta con "Teachers", una extraña canción con dos guitarras como protagonistas, una que acompaña y sostiene a la canción y otra que nos regala una serie de melodías que por momentos son incluso terroríficas. Ciertamente Cohen quería dar un golpe final de visceralidad antes de cerrar el álbum, y por ello colocó a la canción más cruda del álbum cerca del final, en donde ya no hay reservas, donde incluso lleva su voz el extremo de cualquier posible estética, en aras de incrementar el nivel de brusquedad de la canción. Tanto así que los pasajes instrumentales son nulos, la canción va al grano y en 3  contundentes minutos la canción nos ha entregado todo y ha finalizado, con la voracidad y la contundencia del rayo.

Pero el álbum no podía terminar ahí, no podía terminar así. Es por ello que, como golpe final, como golpe de gracia a nuestras emociones, nos trae la canción más triste y desgarradora del álbum justamente para cerrarlo. "One Of Us Cannot Be Wrong" es una joya dolorosa, una bella e hiriente canción en todos su aspectos. La letra es poderosamente deprimente, en la que se habla sobre el abandono, la soledad, el rompimiento, la desesperación y la desesperanza, desde un enfoque primordialmente romántico. La música no hace sino acompañar lentamente el dolor explícito de la letra, y ser cómplice de éste hasta llegar al punto de sostener por casi 5 minutos la agonía incesante de la canción. Dicha agonía queda más que expuesta cuando, una vez terminada la letra, a Cohen le da por sollozar de manera brillante y desgarradora. No podía haber una canción más perfecta para cerrar lo que eventualmente se convertiría en un álbum perfecto, una obra de culto.

Escuchar este álbum en momentos de tristeza, nostalgia o dolor, puede ser algo peligroso, aunque igualmente reparador. La música es un bálsamo que está ahí para sanar las heridas, o para ayudarnos a llegar al fondo y así poder emerger cual fénix. Este álbum cumple esta función con creces, y demuestra el poder que puede llegar a tener la música sobre nosotros y sobre nuestro estado de ánimo. El álbum que nos enamora y nos desgarra, que nos endulza y nos amarga. La contradicción perfecta.

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