viernes, 7 de septiembre de 2018

"Yo tengo chicle en mi cerebro"



Cuando en los años 80 se desarrolló el hip hop afroamericano, tenía muchos elementos callejeros tanto en sus letras como en su música. El crimen y las drogas eran las principales temáticas de las canciones hiphoperas, y si bien se perseguía una especie de fin artístico, básicamente con la improvisación y el uso de ritmas que expresaran de la manera más cruda posible la realidad afroamericana, sus ambiciones musicales dejaron mucho que desear. Ahora bien, una cosa es bastante clara: el hip hop como tal, es un género que mayoritariamente pertenece a los afroamericanos. "Ese" hip hop.

Sin embargo, dentro de esa oleada hiphopera se desarrolló una metodología musical que parecía un mero plagio, pero que nadie de ese mundo había percibido el potencial artístico y creativo que poseía. El uso de sampleos. Es decir, el tomar segmentos o fracciones de otros temas para crear sonidos, ritmos y melodías dentro de un tema nuevo. Claro, con la acreditación y los derechos del autor original. Entonces, mientras los raperos usaban los sampleos como simples añadiduras en sus canciones agresivas y poco lúcidas, hubo quienes descubrieron el potencial de los sampleos para elaborar así obras nuevas, frescas y renovadas.

Uno de esos artistas era Beck Hansen, un freak angelino que se había hecho famoso en 1994 por su hip hop albino titulado "Loser", en la que mezclaba letras en inglés y en español. Una curiosidad que en su momento nadie tomó en serio, y que era más un tema hilarante que artístico, según la visión de muchos. Ahora bien, es importante establecer lo que el hip hop de blancos representa. No es agresivo, no es tan elaborado en sus rimas, pero sí tiene un sentido artístico más evidente, y sus alcances musicales suelen ser más amplios.

Cuando Beck publicó en 1996 su obra maestra "Odelay", muchos se rehusaban a admitir los elementos hiphoperos que el músico había utilizado en la mayoría de los temas. Sin embargo, no es hip hop como tal. Es una serie de recortes y secciones muy variadas que se ensamblaron de manera magistral en 13 fantásticos temas, y que como resultado dieron un álbum interesantísimo, innovador e inmensamente musical. Lo primero que podemos destacar al escuchar el álbum es que Beck no le teme a los ritmos bailables, a los ritmos tribales y a la eclecticidad que viene implícita al uso de sampleos.

Tampoco es algo estrictamente rockero, dentro del álbum podemos escuchar una enorme diversidad de sonidos y géneros, desde las baladas hasta el punk, y desde el grupero hasta el bossa nova. Pero no nos confundamos, no es un collage de géneros que simplemente están ahí y ya. Todos los temas tienen un lazo invisible que los conecta, y en este caso son varios: el humor negro de las letras, la electricidad de los ritmos (es inevitable el bailar con la mayoría de las canciones) y la enorme versatilidad creativa de Beck para mezclar piezas de música y así crear canciones.

Luego de 22 años, aún se puede escuchar con entusiasmo la música, y se revalora su importancia, dado el hecho de que álbumes como este escasean en la escena musical. Cada canción es un mundo dentro de sí misma, y la carga emocional está presente aún cuando los temas no son en apariencia emotivos.

La obra inicia con un tema muy representativo del álbum, el pegadizo "Devil's Haircut", con ese riff distorsionado de guitarra y el coro inolvidable. También es uno de los temas más lineales del álbum, existen pocos cambios de ritmo o irrupciones en la música. Y sí, desde esta canción podemos bailar sin problemas. "Hotwax" es un hip hop típico, con un ritmo lento y un riff de guitarra simple pero memorable. Aquí es donde escuchamos la primer mezcla mexico-americana: en primera tenemos el coro en español (tan incoherente como hilarante), y en segunda ese pequeño instante con un acordeón netamente grupero. La música entra por nuestros oídos y electriza a nuestro cuerpo, por lo que las melodías pasan a un segundo plano, por detrás del ritmo y los sonidos que constantemente aparecen y desaparecen.

El inicio de "Lord Only Knows" está tan fuera de lugar (a propósito) que pasa de ser incoherente a rayar en lo genial. Pero la esencia de la canción no está en su inicio, sino en la enorme emotividad que transmite en todo momento (menos, claro, en la introducción). Aquí sí hay una progresión armónica y sí hay una melodía central, por lo que nuevamente tenemos un tema distinto a los anteriores, pero con una mayor carga artística. Al final de la canción tenemos otra referencia a la cultura mexicana: los "órale" que se repiten una y otra vez. En realidad es el título del álbum, una forma de representar fonéticamente lo que los gringos entienden cuando nosotros decimos "órale".

Y por si fuera poco con el tema anterior, "The New Pollution" es otra maravilla de canción, nuevamente con un corte completamente diferente, pero con una estructura más "musical" digamos. La energía de la música nuevamente se transmite con suma facilidad, y las melodías aquí lo son todo. Además de los recortes musicales que de tanto en tanto aparecen, como brillitos que embellecen a la canción por un instante, y luego se van. Por su parte, "Derelict" es una canción netamente tribal, los ritmos son como de world music, y los arreglos responden a una música primitiva, en la que el ritmo es la parte esencial. Todo esto contrastado con la extraña letra de la canción, y el fantástico interludio hindú.

"Novocane" representa a la perfección lo que es el álbum. Se trata de una canción sin estructura, conformada por secciones y secciones de música, desde el lento (y maravilloso) inicio, pasando por la primer ruptura, las dos secciones cantadas, las melodías a manera de riff que aparecen en la segunda mitad de la canción, y finalmente el cierre. Sólo la sección inicial se repite en un momento, y lo demás son secciones nuevas una detrás de la otra. Y la sensibilidad regresa, esta vez aumentada, con "Jack-ass", una suave y exquisita melodía en la que Beck toca la guitarra acústica, y en la que diversos sonidos adornan la base melódica de la canción. Una canción muy bella que termina con el rebuznar de un asno. Así es Beck.

Sin dudas, la canción más elaborada es "Where It's At?", una canción muy al estilo de "Novocane", pero con más secciones, más sampleos y más inventiva. La melodía de órgano con la que inicia la canción es simplemente irresistible, y afortunadamente nos acompañará por gran parte de la canción, exceptuando los coros en los que la canción cambia drásticamente de ambientación, pero sin alterar el estado de ánimo en el que nos encontramos. Y la eclecticidad aumenta con "Minus", un tema de punk rock, al estilo Beck, con mucha energía, con un riff de bajo muy merol, pero con un ingenio que sólo le puede pertenecer al angelino, por lo que a pesar de ser algo que no habíamos escuchado aún, el sello de Beck está impreso en los 2 minutos y medio que dura la canción.

Los dos temas siguientes son dos de los que tienen el ritmo más delicioso, más disfrutable. El primero de ellos es "Sissyneck", una canción sin muchos cambios y con una estructura más convencional. El coro de esta canción es de lo mejor que escucharemos. El segundo tema es el breve "Readymade", un tema un tanto wannabe, sin pretensiones, sin aspiraciones, sin altas ni bajas. Una representación musical de la mentalidad noventera a pleno. Pero eso sí, con un ritmo exquisito. Los coros iniciales de "High 5 (Rock The Catskills)" nos distraen un poco de lo realmente interesante del inicio del tema: la guitarra de bossa nova de fondo. Claro, esto es sólo la introducción, y pronto el tema cambiará drásticamente. Este es el tema más hiphopero en esencia de todo el álbum, y aún así tenemos una serie de interrupciones tan extrañas como interesantes, de pronto la música se corta para dar pie a un cuarteto de cuerdas, de pronto se interrumpe para que entre una guitarra, y luego se interrumpe para escuchar la voz de un dj de radio. Un auténtico viaje hacia lo bizarro.

El álbum finaliza de manera monumental con "Ramshackle", el único tema del álbum que no incluye ningún sampleo ni recorte musical alguno. Es Beck, su guitarra, algunas percusiones de fondo y nada más. Una canción muy oscura, muy emotiva pero no alegre, como el resto del álbum. Esta canción parece triste, parece sin esperanza, pero claro, es inmensamente bella, por lo que cierra con broche de oro el eclecticismo del álbum. Un monumento a lo que el álbum no tuvo, pero pudo tener. Sólo a Beck se le ocurriría algo así.

No creo que exista otro álbum como este. Su unicidad es directamente proporcional a su espectacularidad. Sin duda se trata de uno de los más grandes clásicos de los años 90, y una de las obras más innovadoras y genialmente extrañas de la historia de la música contemporánea. Una obra (junto con un par más) que ha hecho de Beck Hansen una leyenda viviente, un ícono del rock y una de las mentes más creativas del mundo musical.

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