lunes, 19 de febrero de 2018

La corriente del (verdadero) rock mexicano



La Barranca es un grupo de rock mexicano formado a finales de 1994, liderado por el talentoso José Manuel Aguilera, quien ha estado presente en todas las grabaciones de la banda y es su principal compositor, además de ser la voz principal de la banda. Su álbum más reconocido sin duda es "Tempestad", de 1997, una perfecta mezcla de rock con sonidos latinos, sin caer en yuxtaposiciones de géneros incompatibles, sino más bien añadiendo elementos de música latinoamericana dentro de una música netamente rockera.

Sin embargo, fue en 2005 que publicarían el que ha sido su álbum más rockero, más guitarrero, incluso rozando la pesadez. "El Fluir" es un estupendo álbum de rock puro, sin pretenciones ni aspiraciones más allá de las meramente artísticas. Si he de decir algún elemento del álbum (y de la banda) que me genera un poco de ruido, que me disgusta un poco, es la voz de Aguilera, siendo esto una percepción meramente personal, sin embargo, en este álbum se puede obviar este elemento y disfrutar de la música a plenitud. El álbum como tal mantiene un concepto general, el cual es el ser como agua, como un río, fluir y jamás dejar de moverse. Esta temática se añade en todos los temas de formas diversas e ingeniosas, cosa más que destacable.

Además, es importante recalcar que en México no se hace rock como tal, desde hace mucho, por lo que esto le añade doble o triple valor a este trabajo musical. Otro dato interesante es la participación, en este álbum, de otro talentosísimo músico mexicano, el genial Alejandro Otaola, quien aportaría su cretividad e ingenio en la composición de varios de los temas que conforman el álbum. La obra abre con "Dormir sin miedo", una canción en la cual de inmediato se hace sentir la pesadez rockera de la que se hablaba, si bien no es una canción genial, sí es una enorme sacudida, perfecta para iniciar el álbum, e introducirnos en la ambientación del mismo. Ojo al final de la canción, un bello detalle. A continuación aparece "Por donde pasas", una canción que retoma el estilo de la banda, tomando prestados sonidos regionales y combinándolos con rock. No nos extraña mucho escuchar una canción así, que a pesar de ser por momentos bailable, tiene un riff muy rockero, lo cual hace que no desentone, y que, a pesar de no ser la favorita de muchos, sí aporta una gran cantidad de elementos musicales variados al álbum.

Sin embargo, la primer gran canción, la primer joya es el tercer track, titulado homónimamente "El fluir", un poderoso rock que inicia y termina entrecortado, con una progresión melódica fantástica, que es emotiva y potente por igual. La guitarra de Otaola suena increíble, y la letra, un tanto de abandono y otro tanto de crecimiento, es perfecta para la música que estamos escuchando. Ese puente antes del verso clímax de la canción es un crescendo estremecedor y maravilloso que pocas veces, si no es que nunca, se habían escuchado en el rock mexicano. Y el último minuto es un despliegue rockero increíble. Pero la calidad musical no decrece con "Zafiro", que quizás no es tan rockera (excepto el interludio) pero sí tiene una emotividad destacable, comenzando por el riff oscuro y denso; la canción parece ser muy dura, y de pronto en el coro se aligera, se vuelve una caricia que nuestros oídos no esperaban. Estos contrastes rockeros son constantes a lo largo del álbum.

El beat raro (11/8) y el genial riff de "Pare de sufrir" de inmediato nos recuerdan a King Crimson, es inevitable. Pero la canción no es progresiva, es rockera, es intensa y poderosa. Todo es rock hasta el primer coro, casi angelical, una luz breve pero deliciosa. Luego regresan las guitarras y la canción se hace más compleja. En medio del caos aparece un genial riff de bajo, aparece el segundo coro, más denso y más emotivo, que cierra la canción de genial forma. "Una tarde en la vida" es un regalo de José Manuel Aguilera a la Ciudad de México (a pesar de su disgusto por ella), a sus atardeceres, un homenaje irónico al smog, y la forma en que éste altera los atardeceres, al grado de hacerlos bellos y resplandecientes. La música es de una gran belleza, Otaola se luce con su guitarra, esta vez por la suavidad con la que la interpreta (ese arpeggio in crescendo del puente intermedio es estremecedor a más no poder). La calidad musical ya lleva rato sin descender.

Y todo lo contrario, asciende un poco más con "Usumacinta", una canción sin retorno, conformada por secciones que le hacen ser un fluido que una vez que pasa, ya no regresa más. Sí, se nota la aportación de Otaola en la composición de esta enorme canción. Un inicio de una guitarra que suena como agua, un verso delicado, un interludio militaresco, una guitarra emotiva, un segundo verso preapocalíptico, y para cerrar un riff poderoso que fluye y fluye desde nuestros oídos, pasando por nuestras piernas, nuestras manos, nuestro cerebro y termina en nuestro corazón, haciéndole latir como nunca. Majestuosa lentitud.

A continuación se nos presenta un espejismo. Luego de "Usumacinta" es difícil que la canción siguiente sea del mismo nivel, y parece ser que el álbum debe de bajar de nivel en este punto inevitablemente. Sin embargo, con un poco de apertura, nos daremos cuenta de que no es así, pues "Ser un destello" es una fantástica canción, nuevamente con la aportación en la composición de Alejandro Otaola. La canción es muy densa, por momentos triste, por momentos pesada, pero musicalmente es una obra genial, las estrofas, los puentes, los coros, todos ellos tienen elementos musicales muy complejos, y detalles deliciosos que engrandecen la calidad musical del tema. Incluso hace sonar la voz de Aguilera de manera maravillosa, y eso ya es un gran logro. No, el álbum no ha bajado de nivel musical, se mantiene con esta enorme e inevitablemente infravalorada canción.

Y ahora sí, "El cinturon de Orión" nos hace descansar un poquito, siendo una canción menos brillante, pero no por ello es una mala canción. Digamos que está al nivel de las dos primeras canciones, y pues sí, mantener el altísimo nivel musical constante desde el tercer track es demasiado esfuerzo, pero reitero, esta canción es muy buena, tiene momentos ingeniosos, una letra más que poética, y un intenso coro. Pero el descanso sonoro era inevitable. Afortunadamente se recupera la calidad musical con la instrumental "Río", un rock poderosísimo, un riff inusual, y de nuevo, la aportación de Otaola. La canción nos lleva de lo melódico a lo irreverente, y de ahí a lo poderoso. El headbanging aquí es ineludible. Todos llegamos a hacerlo en un punto específico de la canción (minuto 0:46). La influencia crimsoniana nuevamente es evidente.

Y llega la sección final del álbum, "Hendrix" es una emotiva, bella y melódica canción, con una letra mística y momentos musicales de enorme belleza... hasta el breve y poderoso final, que rompe totalmente con la canción, despedazándola (para bien) y compitiendo con otras como la mejor canción del álbum. Sí, los versos hermosos, las rupturas emotivas, el coro poético, la atmósfera cálida y entrañable. Todo eso contrasta con el poderoso riff, las estridentes guitarras y los potentes golpes a las percusiones que nos regalan en la sección final del tema. Qué gran álbum. Cerramos de forma perfecta con otra canción de Otaola, "Si acaso hay vida" es el delicado broche que este álbum necesitaba. La canción se iguala en belleza con "Una tarde en la vida", sin embargo la emotividad aquí es mayor, se palpa la melancolía en la canción, incluso en los momentos más rockeros, y nos deja con una sensación de cierre muy gratificante.

Si usted es de los que cree que el rock mexicano es Zoe, Moderatto, Fobia, Molotov o los Ángeles Azules, tiene que conseguir a como dé lugar este álbum, tiene que escuchar las guitarras, tiene que recordar que México es un país que también tiene talento, y que nosotros como escuchas, no debemos conformarnos "con lo que hay", con los facilismos de supuestos músicos o las imposiciones de la industria y la influencia de Timbiriche, sino que podemos escuchar música de verdadera calidad, y de un nivel artístico digno de nuestra cultura, y nuestra posición artística a nivel mundial. Aquí un ejemplo de ello.

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