miércoles, 7 de febrero de 2018
Hermosa agonía.
En los noventas el trip hop fue una de las corrientes musicales británicas más sobresalientes y menos valoradas (claro, al mismo tiempo estaba en su auge el britpop), y de entre esa corriente musical surgió una agrupación que, con su magnánimo debut ("Dummy", 1994) asombró a más de uno. Esa banda, llamada Portishead, tenía como frontwoman a uno de los personajes musicales más escalofriantes y estremecedores de la escena musical toda, la maravillosa Beth Gibbons. Su voz, su alma, su transmisión de emociones... pocos vocalistas han llegado a las alturas que Gibbons parece alcanzar con tanta facilidad. Para el 2008 se publicaría su tercer álbum (llamado de manera obvia "Third"), luego de que el segundo y homónimo no sorprendiera a muchos (obviamente), ensombrecido por la gigante estatua erigida por el primigenio álbum ya mencionado.
Pero entrando en materia. Una voz en portugués nos da la bienvenida a una joya musical de principio a fin. Portishead ahora no nos regala un álbum del todo trip hopero, sino que nos entrega un art rock de altísima calidad, con estructuras armónicas mucho más elaboradas, aunque igual de sombrías que en su debut. La banda envejece, y su música parece madurar a la par. Y no está mal, no son obsoletos, son innovadores, son evolutivos, son propositivos. Así es como una banda debería envejecer. Es lo que Radiohead debió haber hecho... en fin. "Silence" de inmediato pone la vara del álbum muy en alto. El frenesí musical contrasta abrumadoramente con la fantástica letra, cantada por Gibbons al borde de las lágrimas, o mejor dicho, dejándonos a nosotros en ese estado. No sólo es lo que dice, sino cómo lo dice. Y es que poner a Beth Gibbons a decirnos cosas como "Empty in our hearts, crying out in silence..." es torturarnos de una forma igualmente disfrutable y cruel. Y sí, el silencio se apodera de la canción, y la finaliza de forma abrupta, sin aviso alguno, y nos deja a medio llanto, perturbados y sin un cierre que alivie nuestra alma en pena. Tanto en tan sólo la primera canción.
Pero no se preocupen, que "Hunter" no sólo mantiene nuestra hermosa agonía, sino que la incrementa de la manera más dulce. Sí, es esa guitarra de fondo la que nos sumerge, sí es esa estruendosa nota eléctrica que suena en el coro la que nos eleva, sí, son esas ascendentes notas de sintetizador las que nos sanan. Es la belleza de la agonía. Una canción bellísima en la que los susurros de Beth son la cereza del pastel. ¿Otro pastel? Claro, se llama "Nylon Smile", un tema sostenido por unas percusiones contundentes, adornadas por unas suaves notas de guitarra y los sintetizadores por momentos calmos, por momentos dramáticos. ¿Otra cereza para este pastel? Beth Gibbons exclamando "Cause i don't know what i've done to deserve you". Y créanme, es mejor de lo que se los cuento, mucho mejor. Sólo lleguen al final de la canción, y vean lo que la banda les hace.
"The Rip" es la canción más conocida del álbum, y no por ello se le resta valor, pues la emotividad y la esperanza hacen su aparición aquí, la canción se divide en dos mitades, una acústica, hermosa, mágica incluso, de repente aparece el amor, sobreponiéndose a la amargura, permitiendo que soñemos y que seamos más tiernos que oscuros. La segunda mitad es más electrónica, nos regresa del idilio breve al que la banda nos permitió llegar en la primera mitad, nos dejaron ver el cielo por un instante, y era hermoso. Tan hermoso como efímero. No debemos olvidar el mundo cruel en el que vivimos, y como en la vida misma, la luz nos llega en pequeñas dosis para iluminar nuestra tenebrosa existencia. Y para hundirnos más y más está "Plastic", simple en su estructura pero bellamente adornada, primero y desde luego, por la voz, segundo, por los fantásticos beats de percusiones, y tercero, por ese gigantesco coro en donde aparece ese demonio que todos tenemos, que en cada quien tiene un nombre distinto, pero que a todos nos atormenta y nos hace sufrir; bueno, pues ese demonio está en esta canción, expresado de una manera tan sobrecogedora, que de alguna manera se ve y se siente gozoso, y empatizamos tanto con la letra, que nos sana un poquito. "¿Qué no sabes que la vida me transforma, siempre me desea? Apenas si puedo rezar". Ya se los dije, espérense al final de la canción.
Para este punto ya estamos tan sumergidos en la ambientación del álbum, que la banda ahora sí nos ataca con la artillería pesada. Eso es "We Carry On", una marcha de guerra trepidante, incansable, eso, incansable. Parece no acabarse nunca; sí, por momentos nos distraemos con lo que parece ser un discreto riff de guitarra, o por las percusiones que de tanto en tanto hacen su aparición. Pero detrás de todo está esa incansable marcha, siempre avanzando, siempre ganando terreno sobre nosotros. Estamos apabullados ya, la música ya nos ha dado la vuelta, y nos ha hecho sus esclavos. ¡Qué fantástica es esta música! Y sí, queremos que siga y siga...
Pero no, todo lo contrario, se nos otorga misericordia con una breve (y muy a la indie) canción, ukulele incluido, que nos sirve como un respiro (no es que lo necesitáramos tanto), un pequeño poema musicalizado, adornado con las voces, y que de manera esperanzadora, culmina diciendo "No matter how far i drift, deep waters won't scare me tonight". Y ya, eso fue todo. Más artillería pesada, "Machine Gun" muy a la Kraftwerk en un inicio, sólo que, claro, embellecida con la voz de Gibbons. La ametralladora va evolucionando conforme avanza la canción, y hacia el final de la misma, llega la estocada final. En seguida "Small" nos regresa (eso sí, suavemente) a nuestro estado de bella amargura, de luz ensombrecida y de hermosa agonía. Sostenida por un finísimo arpeggio de guitarra primero, y por un arco electrónico después, la voz de Gibbons nos lleva por aquí, por allá, bajando, y nada más. Todo suave, todo gentil, hasta la ruptura de mitad de canción, justo después de que se menciona el odio al Señor, como si el cielo respondiera con truenos musicalizados en tres cuartos, mismos que regresarán de manera escalofriante en el final de la canción acompañados de una estruendosa guitarra que no hace más que poner el dedo en la llaga. Estos finales de canción que siempre nos dejan caer desde lo más alto.
De inicio, "Magic Doors" parece ser una canción demasiado "normal". Incluso hay melodías en la voz de Gibbons, el ritmo parece ser ordinario, ¿qué es esto?, ¡Ah! ya sé. La canción de relleno. Sí, suele pasar, a veces hay que cumplir con un mímimo de duración para el álbum, muchos álbumes las tienen, y bueno... espera, ¿qué? no. No, no, si esto no es ningún relleno, que si esto es una maravilla. Una vez que aparece el piano, como un rayo sobre nuestros oídos, nos llega la luz, esta canción es una maravilla, sí, es atípica, pero es una maravilla al final. Esto se confirma con ese delicioso lapso, justo cerca del final, antes del último coro. Sí, es delicioso escuchar unos metales chillantes y disonantes. Aquí sí.
Y como todo lo que empieza, termina, pues llega "Threads" para cerrar el álbum de finísima forma. Incluso en el inicio, con ese suave riff, parece tener una cierta dosis de sensualidad, pero no, es agonía. Sí, ya nos gusta esta sensación, ya somos resistentes a ella, ya la apreciamos como una expresión artística. Y en gran parte se lo debemos (no me canso de repetirlo) a la asombrosa voz de Beth Gibbons. Sólo escuchen la parte donde dice "I'm always so unsure". La ruptura de la canción, el clímax potente y estremecedor, incluso rockero. Pero eso no es todo, como en todo el resto del álbum, espérense al final final. Después compren unas veladoras y pónganle un altar a este álbum (referencia a la mosca, sí) y escúchenlo cada que puedan. Cada que sientan que se les va la humanidad, cada que piensen que son indolentes, cada que sientan que a su alma se le rompió un pedacito, cada que sientan que son invencibles. Escúchenlo y regresen a su hermosa naturaleza frágil y sensible.
Es por ello que "Third" se ha convertido en uno de mis álbumes favoritos para lo que sea, considero que está entre los 5 mejores de la década pasada, y además yo personalmente les recomiendo que lo escuchen con la persona más cercana a sus vidas, y que junto a esa persona, lo lloren, lo disfruten y lo compartan, porque inevitablemente al escuchar este álbum, se nos abre un poquito el alma, y nos exponemos tal cual somos, y sabemos que eso no se hace frente a cualquier persona. Yo personalmente, agradezco a la persona que seguramente lo escuchó con mi hermano, y que a través de él llegó esta joya a mis oídos, y a los de alguien más.
Para finalizar, el rostro de nuestra agonía. Conozcan a la múltiplemente mencionada Beth Gibbons (digo, por si no la conocían).
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