Hablar del rock escocés es hablar de una música fina, nostálgica y perfectamente sentimental, contrastando la calidez musical con la frialdad del país y del entorno que rodea a los nacidos al norte de Inglaterra. Desde Belle & Sebastian hasta Snow Patrol, los músicos escoceses (así como casi todos los nacidos en las islas británicas) tiene un enorme sentido musical, melódico y emotivo, el cual los distingue entre el resto de músicos del orbe.
Travis no es la excepción, y a pesar de su bajo perfil, y de que su álbum debut, el entusiasta Good Feeling de 1997, dejó mucho qué desear, la reivindicación llegó con el que a mi parecer resultó ser su obra máxima, la obra que los catapultó al reconocimiento internacional y la que los consolidó como una de las bandas británicas más destacadas de fines de siglo pasado, el maravilloso The Man Who de 1999, en el cual de inmediato notamos el alto nivel de la música, elegante y sofisticado en su producción (gracias al archirreconocido productor Nigel Godrich, el hombre detrás de las consolas del histórico OK Computer de Radiohead) y altamente melódico en su composición.
No puedo negar que sus dos siguientes álbumes (el bello The Invisible Band de 2001 y el novedoso y agridulce 12 Memories de 2003) son de altísima calidad, y que musicalmente se pueden ahllar a la par de The Man Who, pero el hecho de que éste haya sido el pimigenio, y de que en éste es donde hayan encontrado su sonido, automáticamente lo sitúa por encima de los dos antes mencionados.
De los 10 temas que le componen, no se puede encontrar un tema que sea malo, aburrido o flojo, y al contrario, las canciones más lentas se convierten en las más hermosas, y las más rockeras de alguna manera suenan maravillosamente emotivas. Qué decir de la nostalgia rockera de "Writing to Reach You", de la alegría engañosa (con una letra triste) de la majestuosa "Driftwood", la ominosidad de la altamente misteriosa "The Fear", la extraña atmósfera detrás de "She's So Strange", la emotividad guitarrera de la deliciosa "Turn", la belleza explícita que baña las melodías de "The Last Laugh of the Laughter", la referencia beatlesca de la muy conocida "Why Does It Always Rain On Me?" o la increíble nostalgia de "Luv" y del delicioso cierre "Slide Show", todas cubiertas por una enorme finura musical, de una elegancia interpretativa que sitúa la calidad artística un par de peldaños por encima de lo habitual. A todo esto se le añade el increíble arte del álbum, lleno de paisajes escoceses tan grises como hermosos, y tan fríos como espectaculares.
Toda esta ambientación que rodea a la música sirve para darnos un contexto de lo que significa la expresión artística de la banda, del porqué de su búsqueda de melodías tristes pero inolvidables, y de por qué en un aparente y simple álbum de rock, o de pop, se pueden hallar emociones tan humanas como las que todos sentimos a diario, sin importar de dónde seamos o en dónde nos encontremos.
Éste es el mayor mérito de The Man Who, el crear lazos emocionales entre los escuchas que se encuentran a miles de kilómetros de distancia, y de sentir que pertenecemos a un mismo grupo que siente, que aprecia y que se expresa a través de la música.
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