viernes, 3 de febrero de 2017
La música es un bálsamo
A lo largo de mi vida he escuchado a mucha gente decir que la música les gusta, que la aman, y sin embargo no es un elemento de suma importancia en sus vidas. No sé si se trate de una obsesión mía por la música o si de verdad no le dan la importancia que, según yo, se merece. Por ejemplo, hay gente que es capaz de escuchar música sólo por no estar en silencio, o hay gente que la escucha simultáneamente con la televisión, o que puede escuchar una canción que le gusta y entablar una conversación al mismo tiempo. Yo no puedo.
Yo sé que en la vida hay cosas mucho más importantes que la música: el amor a la familia, la lealtad a la pareja, el bienestar emocional, la educación de los hijos; la música no se puede encontrar por encima de ninguno de estos aspectos de la vida. Sin embargo, la música sí va más allá de ser sólo una distracción, sólo un entretenimiento. La música puede ser una compañera de vida, una aliada, un ente liberador y una forma de comunicación trascendental a niveles espirituales. Lo digo en serio.
Yo no entiendo la vida de aquellas personas que sólo escuchan música para poder bailar, para poder cantar, y nada más. Esas personas que escuchan música pero no la escuchan en realidad. No analizan, no sienten, no se comunican, no la despedazan en micro-elementos y la van reconstruyendo poco a poco, haciéndola propia, descubriéndose a sí mismos en ella, y conociendo un poco del mundo, de las personas y de las emociones que les rodean. Porque la música transmite eso y mucho más.
La música debería prescindir de las letras. Quizás así, y sólo así, se genere una costumbre y una cultura de en verdad escuchar los matices, los instrumentos, la intensidad con que se interpreta y las emociones escondidas en ella. O si tiene letras, que sean un verdadero acompañamiento de la música, que se asocien y se retribuyan calidad artística y no sólo se roben el protagonismo con palabrería fácil y populista. Si se analiza una canción "normal", cualquiera que suene en la radio, y se le quita la letra, se convierte en una canción fría, sin alma, que no transmite absolutamente nada y que, de seguro, aburriría a la gran mayoría de quienes dicen "amar" esa canción.
Entonces no sé qué sentir, porque yo no soy así, y nunca podré serlo. ¿Soy afortunado? ¿O desafortunado? Ciertamente me considero afortunado por entender así las cosas. Nada se compara a la sensación de poner una canción y disfrutarla al máximo, sabiendo que la inspiración del artista viene de más arriba, y sabiendo que de alguna forma, esta canción ha tocado mi alma y la ha estremecido desde sus mismos cimientos. ¿Bailar provoca eso? Lo dudo, el baile es simplemente una expresión rítmica de alegría y/o romanticismo. No abarca la totalidad de sensaciones que puede provocar un canción. ¿Cantar? Lo mismo, son excelentes acompañamientos para disfrutar una canción, pero no basta. La música por fuerza debe cruzar por el cerebro y pasar por una serie de filtros intelectuales, para después sacudir nuestros conocimientos y experiencias; debe entrar al corazón y estremecer nuestra alma llena de alegrías, tristezas, enojos, y una infinidad de sinsabores tan implícitos en el ser y el existir del humano.
La música es, entonces, un verdadero nutriente. Uno que alimenta la mente y el espíritu, y de verdad, uno puede aprender cosas y conocer emociones de las que no se tenía conciencia. Claro, esto depende del contenido musical que se escuche. No es lo mismo escuchar a Plastilina Mosh que a Bob Dylan, o a Lorde que a King Crimson, por ejemplo. Y este es el verdadero meollo del asunto. No se puede imponer un gusto, por la naturaleza misma de éste. Y los gustos suelen ser poco depurados. Esto se sabe cuando a la mayoría de gente se le pregunta cuál es el genero o estilo musical de su agrado, y su flamante respuesta es: "de todo". Dudo que de verdad a alguien le guste "de todo", no conozco a alguien que guste por igual del reggaetón y del krautrock, o del grupero y de la música concreta (musiqué concrete) de Karlheinz Stockhausen. Pero esto es muestra del nivel de inconciencia que se tiene con respecto a la música.
Hay un mundo vasto de posibilidades que están ahí, esperando a que alguien se interese en ellas, y para mí eso es como un cheque en blanco, porque la cantidad de emociones y momentos trascendentales que me esperan es directamente proporcional a la cantidad de música que se encuentra escondida en el mundo. Y si tan sólo un porcentaje, mayor al actual, de gente se interesara en esto, habría más felicidad repartida en el mundo, y (aunque sé que es un cliché de los más asquerosos) el mundo sería un mejor lugar para vivir. Bien dice la frase popular: "de lo bueno, poco". Amén.
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