miércoles, 9 de mayo de 2018

Ahí va el miedo de los Doves



El segundo álbum de los británicos Doves, titulado "The Last Broadcast" es uno de los álbumes de rock más finos y puros en esencia de todo lo que llevamos en este nuevo siglo. Luego de su fantástico debut, "Lost Souls" del año 2000, regresarían con una obra que superaría por mucho el gran trabajo realizado en su ópera prima, y con una mezcla de buen rock, elegancia y buen gusto, nos regalarían una de las grandes obras de principios de siglo.

Hay que recordar que en el 2002 imperaban las modas nauseabundas en el mainstream (¿cuándo no?) como el nü metal, el pop de las boy bands y las Spears, Aguileras y símiles; y comenzaba a darse una oleada de algo espantoso que después se le nombró como Happy punk, pero que eran boy bands con guitarras. Pues es en esa época tan lúgubre y poco prolífica en la que el ambiente se aclaró un poco con la aparición de esta maravillosa obra. No se trata de un revival (que en esa época también era moda), ni de una banda que suena a otra de años atrás, y que nadie conocía. No es britpop ni es indie. Se trata de una obra de rock con elementos pop (pop real, no plástico) y folk, en donde las guitarras resaltan como elemento principal, sin ser exageradamente ruidosas ni desapercibidamente olvidadas.

Aunado a esto, una serie de arreglos y brillitos apenas perceptibles, pero perfectamente colocados en las canciones, hacen de la obra algo más sofisticado que convencional, y junto con las excelentes bases rítmicas de casi todas las canciones, dan como resultado un álbum tan bueno como inolvidable. Son 54 minutos de bellas canciones, potentes canciones, deliciosas canciones y épicas canciones.

Desde luego para muchos de nostros, lo más reconocible de inicio será "There Goes The Fear", la canción más reconocida de la banda y una de las mejores, sin duda. Todos estamos familiarizados con el ascenso y descenso emocional de esta canción, y de cierta forma, nos prepara para asimilar el resto de la obra, que en cuestión emotiva, es demasiado contrastante. De "Words" lo primero que nos atrapa es su hipnótico ritmo con la melodía de guitarra por encima de este, pero en la misma sintonía. De todas las canciones (a excepción de las dos breves transitorias), "Words" es quizás la más distante en estilo y características. No por ello se le debe aislar o recluir como si se tratara de una obra que no perteneciera, al contrario, se trata de una canción perfecta para atraparnos, y si a ésta le sigue la ya mencionada "There Goes The Fear", nuestras expectativas se van a elevar aún más.

Con muchos álbumes esto sería su sentencia de muerte, pues unas expectativas tan altas tan pronto pueden resultar en una completa desilusión para el resto del álbum, pero aquí no es el caso. Nuestros oídos necesitan cierto descanso de la intensidad de las canciones anteriores, y la banda lo sabe, es por ello que la colocación en este punto de "M61 Song" es perfecta y precisa. Se trata de una breve y cálida canción acústica, con ligeras (pero debidamente acreditadas) reminiscencias a "Moonchild" de King Crimson, y una atmósfera tan etérea como densa, como si estuviésemos en medio de una niebla musical, suave y atemorizante por igual. A esto le sigue un interludio que da pie a otra canción maravillosa, y bastante más rockera. "N.Y." es una de las mayores joyas del álbum, una que apela nuevamente a nuestra emotividad ahora desde una perspectiva mucho más rocanrolera. Los subidones y bajones decibelescos son de lo más notable en esta canción, que se acopla a dos vertientes en apariencia contradictorias: la virilidad y la sensibilidad. El poder rockero trae el elemento testosterona a la canción, como podemos apreciar en los primeros instantes de la canción, sin embargo, como buenos británicos, logran superar este elemento primigenio y logran anteponer el arte sobre la fuerza, y la sensibilidad se apodera de a poco de una canción con un approach rocanrolero, pero con un cierre deliciosamente emotivo.

Y si de emotividad hablamos, podemos decir que en este rubro "Satellites" es la cumbre más alta del álbum. No tiene comparación con ninguna de las demás canciones del álbum, y a esto contribuye en gran medida la aparición de unos coros femeninos completamente angelicales, además de la excelsitud y elegancia de las instrumentaciones. El trabajo de la banda en la  producción del álbum (sí, producido por la banda) fue muy exacto en la forma en que debía sonar esta canción. Las percusiones son firmes pero no potentes, las guitarras son notables pero no ruidosas, los coros son gloriosos pero no principales. Todo tiene su justa medida en esta canción para que, al llegar el coro, podamos deleitarnos y estremecernos con semejante maravilla. Siete minutos de duración parecieran no bastar con una canción de esta manufactura. Con dos obras tan superiores como "N.Y." y "Satellites", la banda sabe que necesitamos de otro pequeño descanso, pero esta vez no ceden ni un milímetro de emotividad y supremacía artística, es por ello que aquí aparece "Friday's Dust", una aparente canción simple, pero que en realidad es una belleza bucólica, y un tanto agridulce. Las notas presagian esta dulzura amarga, las cuerdas de fondo, la voz misteriosa (en solitario y sobre todo en coros), y la repentina aparición de un mellotrón tan alto que parece supersónico. Un descanso sonoro que mantiene la vara artística muy arriba.

El noveno track cierra una especie de mini-concepto artístico muy superior, que resulta ser el corazón del álbum, ya que se trata de otra obra con tintes épicos y emotivos, mezclados con un rock pop deliciosamente rítmico y melódicamente apetitoso. Este ritmo que de inmediato despierta a nuestro esqueleto, nos remite un poco a la satisfacción de Jagger y Richards, pero no se trata de una réplica, "Pounding" es un portento de emotividad, incluso nostalgia, debido a las caidas en las notas vocales, que son su características más memorable, y una de las más deliciosas. Pero en sí, lo que hace grande a esta canción es la perfecta conjunción de elementos en apariencia contrarios, y que una vez unificados, respetan la esencia del álbum y del ya mencionado mini-concepto que duró 4 canciones.

El principio del fin se da con "Last Broadcast", una canción abiertamente melancólica con elementos de dream pop que se repetirán a lo largo de las 3 canciones finales, que de cierta manera, son intencionalmente colocados para abrochar el álbum de una manera más evocadora. Nuevamente el ritmo se destaca como uno de los elementos distintivos de la canción, además de los arpeggios de guitarra tan agudos como delicados. El ensueño se acrecenta más con "The Sulphur Man", que de inicio suena como una obra épica, pero que conforme avanza, en especial al llegar al coro, nos hace sentir como si flotáramos entre las nubes, gracias a su ambientación acertada y a los bellos recursos de estudio implementados (un triángulo por aquí, un cello por allá, etc.), y a su vez, nos genera una cierta tensión, anticipando el inevitable final del plato, el cual es esplendoroso.

"Caught By The River" es una canción más orgánica, con menos elementos exclusivos del estudio, pero con una mayor emotividad, con  un coro vocal incluido, y una progresión melódica llena de nostalgia  y melancolía. Esta canción está en las alturas de las 4 canciones medulares del álbum, siendo así una más de las múltiples cumbres artísticas del álbum. Incluso los ligeros aires de epicidad no suenan grandilocuentes, sino que complementan el concepto de cierre de manera estupenda, y nos facilita e incrementa el proceso de disfrute y despedida del álbum.

"The Last Broadcast" tiene todos los elementos para convertirse en un álbum clásico del inicio de centuria, y a pesar de su poca popularidad, la calidad artística de las canciones, y la redondez del concepto musical le colocan como uno de los álbumes esenciales para la comprensión de la transición que vivía la humanidad no sólo en términos musicales o artísticos, sino como sociedad. Tanto así que se pueden palpar los noventa, y al mismo tiempo sonar increíblemente distantes, a pesar de apenas haber pasado dos años desde su partida. 16 años hacen ya desde la aparición de este álbum, una obra que hoy en día es impensable que aparezca, y que se ve tan lejos cuando en realidad no lo está tanto.

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