viernes, 16 de marzo de 2018

La elegancia hecha música - "Want One" de Rufus Wainwright



Se trata de uno de los álbumes más elegantes de lo que llevamos de siglo, una de las obras musicales mejor orquestadas en cuanto a armonías y sonidos, mezclando al rock con elementos sinfónicos, sin ser precisamente rock sinfónico. Es más un rock barroco, que de ninguna manera suena excesivo a pesar del extenso uso de instrumentos orquestales. De hecho, por momentos la música pasa de lo majestuoso a lo minimalista, sin sonar falto de cohesión, sino más bien complementando el sonido general del álbum.


Las influencias de los Beatles y los Beach Boys es más que evidente, sin embargo, el autor (a quien por cierto no he mencionado aún) sabe imprimirle un estilo propio que se distingue claramente y que se separa de sus influencias para conformar un conjunto de canciones que, en la vena de lo antes mencionado, van del pop al dream pop, y del rock al art rock. El autor, Rufus Wainwright, era en aquel entonces un joven de 30 años de edad, en plenitud creativa y musical, y es en este álbum, titulado "Want One", que nos regala sus mejores trabajos (a pesar de que muchos se decantan por su álbum hermano, el "Want Two" de 2004).


El álbum se conforma por 14 canciones de diferentes manufacturas. Tenemos las canciones majestuosas y gigantescas, como la inicial "Oh What A World", una maravilla de canción que sabe homenajear al famoso Bolero de Maurice Ravel, adaptándolo al estilo del músico canadiense, y poniendo desde el mero principio la vara muy alta para el resto del álbum. De la música, podemos decir que está bastante elaborada y magistralmente ejecutada, por lo que su sonido, a pesar de lo complejo que pueda parecer, jamás deja de ser elegante y refinado. Para ello es de mucha ayuda tanto la voz del propio Rufus, como de sus arreglos a la canción. Otra canción de similares características, aunque estructuralmente muy distinta, es la épica "Go Or Go Ahead", mucho menos preciosista, pero mucho más orgánica y emotiva. De inicio parece ser una tranquila canción, sin embargo, muy pronto el autor la llevará a lo más alto con su propia voz, y con la introducción de los demás instrumentos. Pero la voz es la que se lleva a cuestas toda la emotividad de la canción; no es tanto lo que canta, sino cómo lo canta, y por la forma magistral en que lo hace, este es el elemento de mayor peso en esta canción. Aunque no se minimiza de ninguna manera a la música, que es maravillosa también, con su sonido melancólico y desolado, además de los bellos coros de fondo que añaden dramatismo a la canción. La tercer y última canción de corte majestuoso en el álbum, es la esperanzadora y motivadora "Beautiful Child", una oda al amor a la vida, al valor de los sueños, a lo genuino de nuestros sentimientos más profundos. Para mi gusto personal, esta canción es la mejor del álbum, pues lo tiene todo: orquestaciones complejas, una voz majestuosa, una emotividad sin igual, y un espíritu que se transmite con sólo escucharle, sin la necesidad de comprender los elementos técnicos o líricos que ya de por sí son complejos. La canción nos elevará fácilmente y nos llevará de viaje por algunos de los rincones más lejanos de nuestra imaginación y nuestra creatividad innata. Por tan sólo estas 3 canciones, el álbum ya valdría la pena.


Pero también hay canciones de otro corte distinto, como lo son las de sonido pop barroco, entre las que podemos incluir la finísima "I Don't Know What It Is", la vertiginosa y poderosamente popera "Movies Of Myself", la cual además aboga por nuestro lado más rítmico, siendo una pieza prácticamente bailable y alegre; la entrañable "14th Street", plenamente romántica y explícitamente melosa, sin excederse, manteniendo la elegancia por delante, con sus adornos deliciosos, como los coros de fondo, o la exquisita "11:11", un pop dulce y suave. Además, también tenemos a las baladas suaves y sensibles, como la etérea y experimental "Vicious World", en donde nuevamente esos coros de fondo engalanan a la bella melodía, "Pretty Things" con ese piano inconsistente en ritmo, como sustento de la canción; la smooth-jazzera "Harvester Of Hearts", la cual resulta er uno de los mayores deleites del álbum, y qué decir de la canción que cierra el álbum, de manera melancólica e íntima, titulada"Dinner At Eight".


Sin embargo, hay dos canciones que, en su minimalismo, aparentan ser simples pero resultan ser dos joyas extrañas y únicas en el álbum: la maravillosa y finísima "Natasha", que de inmediato nos enamorará por su inmensa belleza, y la elegantísima "Vibrate", con su letra llena de referencias a la cultura de principios de siglo, y su música basada en pinchazos a los instrumentos de un cuarteto de cuerdas, lo cuales hacen perfecto acompañamiento al delicioso falsetto vocal de Wainwright, cosa que de verdad nos hará estremecer.


Este álbum, que cumple 15 años de su aparición en este 2018, es una de las obras más finas y maravillosas de la música de principios de siglo, y una de las más ignoradas. Es por ello que hago homenaje al trabajo de este excelente compositor del que casi todos hemos escuchado pero que en realidad desconocemos su obra. Una obra digna de reconocerse y disfrutarse de principio a fin.

No hay comentarios.: