viernes, 13 de abril de 2018

La obra cumbre de Echo & The Bunnymen



Luego de la aparición del punk rock mediados de los años 70, y de su inexorable evolución hacia diversos estilos (desde el thrash metal hasta el new wave) durante los años siguientes, surgieron un sinfín de bandas, principalmente en Inglaterra, en donde el llamado Post Punk resultó ser el derivado más brillante, rico y artístico de todos los hijos del punk. Así, bandas como Joy Division, Public Image LTD, The Jam o Television fueron las pioneras y estandartes de este maravilloso género.

Entonces llegaron los ochentas, y pronto ese Post Punk se convirtió en New Wave, principalmente con la desaparición de Joy Division y la aparición de New Order, y con ello el Post Punk quedaría enterrado por algunos años, hasta su redescubrimiento en años recientes. Sin embargo, antes de desaparecer parcialmente, hubo una banda que nos dejó una de las obras más maravillosas y deliciosas de este sub-género, una banda de Liverpool con un sentido musical y lírico muy amplio y de enorme calidad. Echo & The Bunnymen ya nos había entregado grandes obras en sus discos anteriores, como "Porcupine" de 1983 y en especial el oscuro y maravilloso "Heaven Up Here" de 1981.

Pero fue en 1984 que publicaron su obra maestra, una joya con brillo propio que hasta el día de hoy nos sigue asombrando y deleitando con su música finísima y sus letras riquísimas. El álbum lleva por nombre "Ocean Rain", y fue publicado en 1984, en medio del techno pop, el ya mencionado new wave, y el espantoso hair metal. Esto es un valor agregado del álbum, pues en una época de pobreza musical, en términos generales, componer y crear un álbum así es como crear de la nada un oasis en medio del desierto. Toda una hazaña.

Como ya mencioné anteriormente, la obra es finísima, y en ello ayuda mucho la presencia de una orquesta sinfónica en la mayoría de los cortes, la cual pudo fácilemente ser un elemento en contra, debido al difícil-de-evitar sonido grandilocuente y pomposo que ésta genera en la música contemporánea. Sin embargo, la banda lo evitó, y lo evitó de manera espléndida, pues es en muy pocos cortes en el que la podemos notar con claridad, y cuando lo hacemos, es porque suena magistral, sin quitar protagonismo al rock, pero sí embelleciendo la música y creando una atmósfera musical más rica y llena de matices.

Por ejemplo, el dramatismo maravilloso de "Nocturnal Me" no sería el mismo sin el asombroso acompañamiento sinfónico. De hecho, esta es quizás la canción más oscura de todo el álbum, que si bien no es una muestra de positivismo, sí es un álbum más accesible y abierto que el resto de los álbumes de la banda. Regresando a "Nocturnal Me", además de la estupenda letra, la base rítmica adornada con la estruendosa orquesta hacen de la canción un auténtico monumento al melodrama. Pero también hay canciones alegres, como la inicial "Silver", con todo y su tarareo, es la mejor bienvenida que la banda pudo darle a los escuchas que se adentran por primera vez la obra. "Crystal Days" es otra finísima canción, una que disfrutaremos cantar gracias a la métrica perfecta, casi poética de las letras, y al inherente gozo que está implícito en todas y cada una de las notas que conforman esta delicia. "Seven Seas" es tan alegre que hasta incluye unas campanas tubulares, además de las melodías entrañables tanto de las estrofas como de los coros, y por último, el acompañamiento rítmico que es absolutamente disfrutable.

También hay canciones extrañas, como "Thorn Of Crowns", con un ritmo casi bailable (¿hinduísta?) y una guitarra distorsionada que parece sacada de un culto satánico, además de los vaivenes emocionales de la canción, que de pronto nos lleva a lo más alto y de pronto nos deja caer tan suavemente como si fuéramos una pluma. Eso sí, cuando la canción explota, lo hace en serio, y lo hace sin perder la elegancia musical presente en todo el álbum. Una menos extraña es "The Yo-Yo Man", que tiene uno de los interludios más hermosos de toda la década de los ochenta, y que en su coro dice cosas tan bellas como -Flames on your skin of snow turn cold-. Por su parte, "My Kingdom" retoma los elementos entrañables de canciones anteriores, y le añade un poco de nostalgia, por lo que su riff de guitarra acústica nos va a atravesar enteros, y llegará directo a nuestra alma, a nuestras memorias, para evocar lo que tenga que evocar y así nos pueda transportar lejos de nuestra realidad cruda.

La canción más popular, y una de las más emotivas, es "The Killing Moon", una que tiene todos los elementos para ser un éxito de la radio, y al mismo tiempo ser una bella y artística obra. Nuevamente nos toparemos con un poco de dramatismo y oscuridad, sutilmente matizados con toques de pop, y hermosamente adornados con la mencionada orquesta y las deliciosas letras. Aquí tenemos una de esas melodías irresistibles que podemos estar repitiendo una y otra vez, y que nunca llegará a hartarnos por lo sofisticado de la misma, y por las bellas palabras que pronuncia. Se desborda la elegancia en canciones como esta. Por útimo está la épica y abrochadora homónima, "Ocean Rain", sinfónica y emotiva a más no poder. Sobra decir que es elegante, dramática, emotiva, fina, oscura y poética. Tiene todos los elementos del álbum resumidos y perfectamente amalgamados, por lo que fácilmente podremos apreciar su valía, y su trascendencia. La joya de la corona que un álbum así de valioso se merecía.

Aún hoy en día no se aprecia la trascendencia que tuvo esta obra sobre trabajos de artistas tanto contemporáneos como de años futuros. Quizás se trate de la última gran obra de la época de oro del Post Punk, y quizás se trate de la primer obra de la época de oro del rock alternativo. Quien diga que no influyeron a bandas como R.E.M., My Bloody Valentine o The Stone Roses es porque no ha estado poniendo atención. Sin "Ocean Rain" no hubieran existido obras como "Green", "Loveless", "The Stone Roses", "Automatic For The People", etc. Así que ya va siendo tiempo de revalorar esta escondida obra, y darle su justa valía en la historia del rock.

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