jueves, 31 de mayo de 2018

La joya más escondida: Third de Big Star



¿Quién diría que un álbum grabado entre 1974 y 1977, con sólo dos miembros de una banda de cuatro, que además había pasado desapercibida en sus dos álbumes iniciales, se convertiría en un álbum de culto, y una joya musical totalmente desapercibida e ignorada por años? Es el caso de Big Star, una banda infinitamente inspirada en los Beatles, que desde 1972 comenzó su aventura musical con un excelente álbum, llamado "#1 Record", que para su mala fortuna, no se vendió como la compañía disquera lo esperaba. Pero tuvieron una segunda oportunidad a inicios de 1974, con su segundo opus titulado "Radio City" el cual fue un fracaso aún mayor, por lo que la banda decidió desintegrarse, y a excepción de dos integrantes, el guitarrista Alex Chilton y el baterista Jody Stephens, los demás se separaron, en lo que parecía ser un amargo final para una historia en apariencia gris e intrascendente.

Sin embargo, años después, la crítica y la gente redescubre la maravilla escondida en la música melancólica, rocanrolera y artísticamente impecable de esta banda, por lo que deciden publicar algunas canciones rezagadas en una serie de álbumes mal ensamblados desde 1978, hasta que en 1992 finalmente se publicaría la edición definitiva del álbum, casi 20 años después de su grabación, y en ella podemos notar la inmensa calidad, finura y excelsitud musical de lo que pudo ser un álbum histórico de haberse publicado en tiempo y forma adecuados. La obra se tituló "Third/Sister Lovers", y es un álbum supremo de inicio a fin.

Con 19 canciones en total, incluyendo 4 estupendos covers más 15 canciones originales, el resultado sobrepasa lo hecho por la misma banda en sus entregas anteriores. Si hablamos primero de los covers, no se trata de réplicas exactas, sino de profundas adaptaciones con el sello de la banda impreso en cada nota. "Till The End Of The Day" de los Kinks, "Nature Boy" de Eden Ahbez, "Whole Lotta Shakin' Going On" de Jerry Lee Lewis, y sobre todo, la escalofriante y asombrosa adaptación de "Femme Fatale" de Velvet Underground. Estos cuatro covers resumen por si mismos de lo que va el álbum, una mezcla de power pop con melodías profundamente tristes y melancólicas, y una serie de adornos de estudio sobresalientes, como las cuerdas o los metales. En los covers se percibe el enorme talento de los músicos, sin embargo, aún no entramos en materia de sus canciones originales, para evaluarlos como compositores.

De hecho, es Alex Chilton el compositor de las 15 canciones originales de la banda. Empieza con una enérgica y engañosa "Kizza Me", con su dulce voz y con el poderío de las guitarras y las percusiones subiendo y bajando de intensidad, mientras un cello discreto se asoma por momenntos en el fondo. A continuación, "Thank You Friends" es una más sobria y elegante canción de rock, con melodías memorables a lo largo de toda la canción, y con una estructura simple en apariencia, eso si no notamos la belleza de los coros femeninos de fondo, o las esporádicas apariciones de un cuarteto de cuerdas. Con "Big Black Car" entramos de lleno a la parte más triste y melancólica del álbum. El silencio, las tonalidades bajas, las guitarras con ecos y el piano más brillante que nunca, además del "Nothing can hurt me, nothing can touch me" cantado con espeluznante emotividad, hacen de esta una canción suprema en muchos sentidos. De verdad es aquí donde empezamos a dimensionar la calidad del álbum.

Sin embargo, con "Jesus Christ" nos sentimos de nuevo en una canción fina y sobria, que fácilmente pudo publicarse en los noventa por una banda britpopera, lo cual nos indica el nivel de annticipación musical de esta banda, que en nada suena a los setentas. Por su parte, "O Dana" es otra fantástica canción lenta, reflexiva y emotiva, en donde nuevamente el piano es el que embellece a la tristeza, y la hace hasta cierto punto, no tan triste. "Holocaust", con todo y su dramático título, es una lenta y poco lúcida canción (poco lúcida en cuanto a que no brilla tanto en alegría) que sin duda nos sumerge más y más en el ambiente calmo y emotivamente poderoso del álbum. Y para seguir en esa línea, "Kangaroo" es una de las joyas más brillantes del álbum, en donde se tocan terrenos de experimentación musical un tanto lejanos del estilo de la banda, pero totalmente acertados y precisos, para traernos una obra de arte de principio a fin. Es la consolidación del álbum como una obra magistral. Sus sonidos, su tristeza, su emotividad, las percusiones, la voz, todos los elementos son perfectos en esta canción. ¿Cómo algo así de majestuoso pudo pasar tan desapercibido por tantos años?

Y ya entrados en terrenos de excelsitud musical, llega "Stroke It Noel", una breve y hermosísima melodía pop, adornada con un cuarteto de cuerdas que incrementa la delicia para nuestros oídos, y que nos confirma que lo que estamos escuchando es de otro nivel distinto a lo que esperábamos. "For You" es una canción más cercana al estilo de los dos primeros álbumes de la banda, y ello se confirma porque está cantada por uno de los miembros exiliados de la banda, quien antes fungía como segundo compositor y vocalista, el desaparecido Chris Bell. Sin embargo la canción no suena nada fuera de lugar, y ello se debe al estupendo arreglo de cuerdas que la canción presume, y que nos hace acostumbrarnos a un altísimo nivel musical. Así que la banda nos despierta del letargo de tristeza y nos reanima con  "You Can't Have Me", una rockera que, luego de haber escuchado canciones tristes y rockeras, nos hace darnos cuenta que el rock de esta y otras canciones, entra también dentro de la atmósfera de tristeza del álbum, algo difícils de lograr con guitarras eléctricas, percusiones poderosas y melodías alegres. Sin embargo, aún sentimos de manera palpable esa melancolía de la música. Seguimos inmersos en ella.

Así que no importa lo que hagan, siempre nos hallaremos en ese hermoso estado de ánimo al cual nos induce la música, especialmente en delicias como "Nightime" que no necesita de muchos elementos musicales para elevarnos, una guitarra y un slide de fondo, más una pandereta que de tanto en tanto suena, todo aderezado con un eco preciso, una lentitud magistral y un arreglo de cuerdas. Mismo caso el de "Blue Moon", la cual nos mantiene en las alturas, esta vez con más dulzura que tristeza, pero con un mismo nivel de emotividad. Ya son tantas canciones tan buenas que estamos olvidando el hecho de que el álbum pasó desapercibido por años.

La parte final del álbum incluye 3 de los cuatro covers antes mencionados, además de 3 canciones originales, siendo la primera de ellas "Take Care", finísima desde el mero inicio de la canción, angelical en sus estrofas y hermosa en términos generales. "Dream Lover" es una casi romántica a base de piano, que puede que luzca menos que las demás canciones, pero que dado su estatus de canción casi cerradora, se acepta y se agradece la lentitud de la canción, sobre todo porque ya estamos en un punto en donde nada nos va a bajar de las nubes, y en donde cada elemento y cada nota sólo nos acerca más y más al cielo. Finalmente, "Downs" es un breve jugueteo que por alguna razón se incluyó en el álbum, cuando evidentemente se trata de un juego de estudio que la banda grabó para fines más recreativos que artísticos, sin embargo, no la haremos a un lado, y la podremos considerar como el suave regreso a tierra, luego de haber estado 50 minutos en las nubes gozando de la angelical y gloriosa música.

Cuando escuché este álbum por primera vez, no cabía en mi comprensión el hecho de que no fuera un álbum más reconocido, que la banda no fuera de las grandes de los setenta, y que casi nadie incluyera esta joya en sus listas de lo mejor de la historia, o que lo incluyeran en puestos tan lejanos de lo mejor. Para mi gusto, se trata de uno de los 100 mejores álbumes de rock de la historia, que debido a sus circunstancias no tuvo los reflectores como algunos otros de esa selección, pero que en cuanto a calidad musical, no desmerece en comparación con alguno de los incluidos del 50 al 100 de la lista.

Es como si un álbum tan importante para el rock, como por ejemplo el "Definitely Maybe" de Oasis, el "Tommy" de The Who, el "Surfer Rosa" de los Pixies o el "Beggars Banquet" de los Rolling Stones, hubieran pasado cerca de 40 años como ignotos, desapercibidos, ignorados y ninguneados, hasta que de repente alguien se dio cuenta de la maravilla escondida detrás del olvido. De esas dimensiones es la calamidad sucedida con esta joya. Un álbum así de grande, no podía perderse en la nada. Si usted es de los que aún no conoce el álbum, o peor aún, no conoce ni a la banda, no se sienta mal, no es el único. Pero eso sí, abra su spotify de inmediato y búsquelos, escúchelos y delétiese con semejante maravilla.

martes, 29 de mayo de 2018

"Transformer" de Lou Reed: el fundamento del glam rock.



Cuando en 1969 John Cale abandonó a The Velvet Underground, dejó una marca que sería bastante notable en los álbumes posteriores de la banda. Hay un antes  y un después de la era John Cale en la banda, c0n mayores experimentaciones, mayor arriesgue sonoro y un nivel de exquisitez musical más complejo, en el antes, y un mayor acercamiento al rock digamos "convencional" y menos psicodélico en el después. Lo que sí es curioso, es que los dos mejores álbumes de la banda son el primero y el último en el que participó Lou Reed. El primero, desde luego, el histórico grabado (es un decir) por Andy Warhol, con la voz de Nico en algunos temas; el último, el más popero y accesible de la banda, el delicioso "Loaded" de 1970, en el que se dejaba entrever la verdadera intención musical del líder de la banda.

Así que Reed se separó de su banda, y decidió empezar a grabar álbumes como solista, siendo "Lou Reed" el primero de ellos, a principios de 1972, sin mayor éxito y más bien anecdótico. Sin embargo, todos sabían del potencial del peculiar compositor, quien además llevaba una relación de amistad muy cercana con otro estupendo solista de la época: David Bowie. Ambos se influenciaron mutuamente, lo suficiente para que se notara en sus álbumes siguientes. Bowie grabó "Hunky Dory", y Reed grabó el álbum del que trata este escrito, el maravilloso "Transformer".

"Transformer" es un álbum de rock lleno de delicadeza, de belleza y de un poco de melancolía. Aunque claro, principalmente se trata de un álbum de rock, pero el rock en sí se encontraba en un proceso de transformación (transformer) debido al surgimiento del glam rock, del art rock y de otros elementos derivados primero del soul, y segundo del prog rock. Lou Reed y su "Transformer" fueron en ese sentido, pioneros de dicho movimiento, y este álbum es como la piedra fundacional del glam rock, sin que la intención de Reed fuera precisamente esa. Sin embargo, más allá de las etiquetas que se le puedan poner al sonido del álbum, se trata de una obra monumental de rock, llena de sensibilidad y de una contrastante combinación entre inocencia y sensualidad.

La obra inicia de manera melódica con "Vicious", la más cercana al sonido velvetiano del álbum, recordándonos por momentos la base rítmica y melódica de "Sweet Jane", pero sin ser de ninguna manera un autoplagio de dicha canción. Por el contrario, esta canción evoluciona hacia momentos más densos pero mejor logrados, pues desembocan en conclusiones musicales más gratificantes. El sonido de las guitarras es uno de los elementos más influyentes de la canción, y los poderosos solos de guitarra nos recuerdan que el álbum es esencialmente rockero. El segundo tema es la estupenda "Andy's Chest", con una clara influencia soul, o mejor aún, del llamado blue-eyed-soul, que es una derivación directa del primero, pero adaptada por músicos de raza blanca, con todas las características musicales inherentes a una u otra raza. Es por ello que la canción es un auténtico deleite. La base de guitarra, el bajo smooth y preciso, los coros masculinos de fondo y la sensualidad del ritmo son claras muestras de lo que mencionaba anteriormente.

El inicio del álbum parece no poder ser mejor, luego de dos temas supremos, sin embargo, sí que mejora, pues una de las canciones más emotivas y dulces del repertorio Reediano es "Perfect Day", una llena de melancolía, dulzura y amor. Nuevamente la influencia soulera está presente, y es algo que enriquece a la música de una forma suprema. La forma en que el coro se eleva por encima del resto de la canción, y luego baja suavemente a nivel de tierra, es simplemente sublime. Además de ser, líricamente, una de las muestras de sensibilidad más honestas del rock, con frases tan simples y tan significativas como "It's such a perfect day, i'm glad i spent it with you" o "You keep me hanging on". Tales palabras sólo se pueden decir por causa de un sentimiento, y sólo se pueden dedicar a una sola persona. De ahí que la canción tome mayor relevancia emotiva. Si como cereza del pastel ponemos el minuto y 20 segundos finales, con el piano y las cuerdas de fondo mientras Reed canta dulcemente "You're going to reap just what you sow", tenemos a una de las cimas artísticas más altas del glam, del rock setentero y del repertorio Reediano. Una maravilla.

Por su parte, "Hangin' Round" retoma un poco la aspereza del rock inicial, llevándola un poquito más cerca del terreno del mencionado glam, y con las guitarras como principales protagonistas de esta enérgica canción. La canción de hecho está perfectamente colocada, entre dos canciones más sensibles, para cerciorarse de que no nos olvidamos la intención general del álbum de hacer rock tan áspero por un lado, como sensible por el otro. Es así que alcanzamos otra cima artística del álbum en "Walk On The Wild Side", con sus referencias al country rock, sólo que con una dosis de suavidad y sensibilidad muho más marcadas. Las letras, que nos cuentan diversas historias entrelazadas por el título de la canción, enmarcan perfectamente la melancolía explícita de la canción, que a pesar de tener un ritmo semi juguetón (por cierto, perfectamente acoplado a la canción, aunque no parezca tan adecuado en un inicio, cosa que sólo a un brillante músico se le pudo haber ocurrido), no deja de ser un brillo musical y emotivo de otro nivel. Si no me creen, váyanse al final de la canción, y deléitense con el breve y bello solo de sax.

"Make Up" es otra suave canción, con adornos estupendos, que hacen que no sea precisamente una canción melancólica ni dulce, pero sí distinguimos la belleza de inmediato. La sección de metales que suena tan grave como precisa, es uno de los elementos más distintivos de la canción, y uno de los aciertos más grandes del álbum. Pero regresemos a la dulzura, ya que en ese rubro no hay canción que supere a "Satellite Of Love", una bella e inocente canción de amor a base de piano que no se anda con rodeos ni miramientos, es directa en su mensaje lírico y musical, y ello le incrementa la simplicidad, y por ende, la belleza general de la canción. La inmensa facilidad melódica del coro es el principal factor de supremacía de la canción, es la razón por la que nos gusta desde la primera vez que la escuchamos.

Y siguiendo la línea de grandes canciones, "Wagon Wheel" es otra estupenda referencia al rock sureño de los Estados Unidos, pero de cierta forma adaptada para que no suene del todo country, sino que se integre al sonido del álbum como pieza de rompecabezas, es por ello que, sin ser un rock del todo enérgico, ni ser tampoco una dulce canción, sí es una que representa a la perfección el sonido del álbum, una variante si se puede decir de esa forma, que enriquece al álbum y que por sí sola se sostiene como una de las mejores canciones del álbum. Mientras que el jugueteo sigue con "New York Telephone Conversation", una breve y divertida, y muy bien hecha, canción a base de piano, un poco a la ragtime pero con un trasfondo neoyorkino que trasciende al título, la música de inmediato nos traslada a la gran metrópoli, quizás para que no olvidáramos el origen del músico, quien a lo largo del ´´album ha estado probando sonidos originarios de otras partes de su país natal.

El final del álbum llega con dos temas que redondean a la perfección el álbum. Primero, "I'm So Free" es nuevamente un glam rock estupendo, como el que después se haria tan popular en los dos o tres años siguientes, con su ritmo acompasado y sus guitarras con ritmos breves y efectivos. Además está el gran ensamble vocal del coro, que es un detalle a destacar. Y  por último, otra influencia soulera innegable en "Goodnight Ladies", como de cabaret pero con una estructura armónica perfecta, con el uso de metales y cuerdas que se destacan por encima de la sección rítmica simple, pero efectiva. No podía haber otra canción tan perfecta para cerrar el álbum como esta.

No sé si se trate del mejor álbum de Reed como solista, ya que muchos se decantan por su siguiente opus, el igualmente genial "Berlin", sin embargo sí puedo decir que este es mi particular favorito, gracias a su enorme sensibilidad y a su aceptación de la influencia negra en la mayoría de los temas, lo cual engalana y embellece a la música contenida en el álbum, y por ende, incrementa la calidad del mismo. Cerraré diciendo algo que ya todos saben: "Transformer" de Lou Reed es una joya imprescindible.

viernes, 25 de mayo de 2018

Maggot Brain: el funk en su mejor versión.



El funk es un género derivado del soul y del rock and roll, que se hizo popular en los años 70, y es originalmente un género liderado por bandas afroamericanas que, al igual que en décadas anteriores, generalmente marcaban las tendencias musicales que después adoptarían los músicos blancos de rock and roll. Ya había sucedido con el blues, el jazz, el rythm and blues y el propio soul. Ahora la tendencia era el funk, un género digamos, más sensual, pero con un menor nivel artístico y una mayor sobreexposición de las tendencias afroamericanas que, desde entonces hasta el día de hoy, imperan en la música hecha por los intérpretes de dicha raza.

El funk se podría decir que fue el principio del fin de la época de oro de la música negra, pues a pesar de tener algunos buenos álbumes y músicos entre sus filas, la mayoría lo utilizó para expresar de manera más abierta lo crudo de su sexualidad sin tapujos ni restricciones. Tanto así que el funk derivaría en 2 corrientes musicales mucho más lamentables: la música disco y el rap. Algo sucedió con el funk que comenzó bien con Marvin Gaye y Stevie Wonder, y terminó mal con Gloria Gaynor, Donna Summer y Public Enemy.

Pero este escrito no es para lamentarse por ello, sino para destacar el que, a mi parecer, es el disco de funk más artístico, delicioso y esencial. Publicado en 1971, "Maggot Brain" del sexteto  (más su ensamble coral de 8 personas) norteamericano Funkadelic, es un estupendo álbum de funk rock. Las ligeras mezclas de rock ácido con el naciente funk, además de la correcta adopción de éste último género, hacen del álbum una delicia de principio a fin. Y no se trata de engañarse a uno mismo, este mismo funk es del que hablé en el párrafo anterior. Pero como todo, la moneda tiene dos caras, y así como una de ellas representa la debacle de la música negra, la otra representa joyas musicales abiertamente funkeras.

La obra inicia con la homónima "Maggot Brain", una exposición maravillosa de funk psicodélico, de más de 10 minutos de duración, y con unos solos de guitarra excelsos y enormemente sensibles. Es cierto que el funk, tal y como lo conocemos, no aparece del todo en este primer tema, cosa que podría confundirnos sobre el verdadero contenido musical del álbum, sin embargo, consideremos a este tema inicial como una estupenda suite introductoria, más que una reprsentación de la médula del álbum. Las cosas se ponen en orden con la fantástica "Can You Get To That", una canción que ahora sí es abiertamente funk, con todos los elementos que a éste le corresponden, como la sensualidad, los coros femeninos, el ritmo cachondo, pero a parte de eso hay una enorme creatividad detrás, un sentido musical estupendo que es el pegamento que une a todos los elementos, y que hace de las características antes mencionadas un mero adorno musical y no la esencia de la canción. Por lo que, desde la primera vez que la escuchemos nos quedaremos con ganas de más de esta música.

Y la banda nos complace, pues "Hit It And Quit It" es otra estupenda canción, con su riff que grita ¡funk! a los cuatro vientos, además con una frescura que, de haberse adoptado generalmente en el género, la historia habría sido completamente diferente. La cuna rockandrollera está presente y perfectamente mostrada como un predecesor natural del funk, demostrándonos que la banda sabía de dónde venía el sonido nuevo, y cuales eran sus orígenes reales, homenajeándolos en esta gran canción, y no renegando de ellos como la mayoría de músicos de funk. Por su parte, "You And Your Folks, Me And My Folks" es un funk a base de piano, por lo que su sonido de inmediato nos remitirá a los clásicos setenteros de Stevie Wonder, sólo que con un poco más de sentido artístico y una concepción musical más trascendente que la de sólo provocar el baile. La simpleza de sus letras nos demuestra la importancia que la propia banda le daba a la música.

Con "Super Stupid" regresa la mezcla de funk y rock, y sin duda nos vendrá a la mente Jimi Hendrix cuando escuchemos las primeras notas del riff y de la voz en esta gran canción. Nuevamente la banda adopta al rock como la fuente y la raíz de su género principal, cosa que de inmediato se ve reflejada en la enorme calidad de la canción. Mientras que "Back In Our Minds" es quizás el funk más delicioso que haya escuchado, todo encaja perfectamente, y se nos muestra el alcance que pudo tener este género de haberse hecho de manera adecuada, y no como se hizo finalmente. La grandeza de este breve tema radica en su simplicidad, su suavidad (smoothness) y su ligereza.

El álbum culmina con otra extensa canción, "Wars Of Armaggedon", como para dar cierre al concepto, de la misma manera en la que se abrió, con la diferencia de que en esta canción la mezcla de funk y psicodelia es mucho más homogenea, por lo que suena mucho más genuino que en el tema inicial. Las experimentaciones están presentes de la misma manera, pero de alguna manera, el estilo suena mucho más redondeado en este tema, y por ello, nos quedaremos con una sensación de satisfacción una vez terminado el álbum.

Cuando surge un nuevo movimiento musical, se debe adoptar con dos bases fundamentales: primero, la de comprender en su totalidad el estilo y sonido que debe tener, y segundo, comprender cuáles son los fundamentos musicales que derivaron hasta el surgimiento de dicho movimiento. Funkadelic comprendió estos dos preceptos y los integró de manera estupenda en su "Maggot Brain", es por ello que la música suena original, genuina y consistente. Reitero, de haberse seguido esta línea en la música negra, la historia actual sería muy diferente.

miércoles, 23 de mayo de 2018

La consolidación del Rock Duro: Led Zeppelin IV



¿Qué se puede decir sobre un álbum que es una leyenda por sí sola? Un álbum que marcó a generaciones, que sentó las bases para el desarrollo del rock duro, al que unos llaman rock pesado, o en inglés Hard Rock. Se trata de una de las obras más perfectas de toda la historia del rock, un álbum sin fallas y sin flaquezas, y en donde la media se sitúa en un punto muy alto, al grado de que todas las canciones son perfectas y supremas. Fue en 1971 que Led Zeppelin publicaría su álbum más trascendente y artísticamente superior de todos, uno que figura en las listas de los mejores de todos los tiempos, una joya obligada para todo aquel que se dice amante de la música.

Si bien, no es el único álbum histórico de la banda (la banda por sí sola ha colocado por lo menos otros 4 álbumes en esa lista de lo mejor de lo mejor, haciendo de ella una de las 10 bandas esenciales de la música contemporánea), sí que es el que más ha influenciado a generaciones, y uno de los que mejor se han mantenido en cuanto a frescura con el paso de los años. No se puede hablar de heavy metal, ni de sus múltiples derivados, sin hablar del cuarto (y oficialmente intitulado) álbum de Led Zeppelin.

La banda había comenzado su carrera de manera trepidante y contundente con sus dos álbumes de 1969, Led Zeppelin I y II respectivamente. Con esos dos álbumes les bastaba para ganarse un lugar en el olimpo del rock. Sin embargo no les bastó, en 1970 publicaron Led Zeppelin III, un álbum mitad rock mitad folk, que si bien no fue bien recibido en la época, sí se trata de uno de los álbumes más ricos en finas texturas musicales de la banda. Con todo esto, la crítica y los amantes del rock en general ya vaticinaban un declive en la calidad musical del cuarteto británico, y para 1971, año en que se publicó esta obra maestra, nadie esperaba lo gigantesco de ésta.

Así que imaginemos que estamos en los zapatos de un o una joven, amante del rock, que compró el disco por mera curiosidad, y lo coloca en su tornamesa para escucharle. Lo primero que escuchamos es la guitarra de Jimmy Page en "Black Dog" con una leve distorsión, seguida de la potente voz de Robert Plant cantando una melodía bluesera pero convertida a rock duro. Acto seguido, la entrada de los demás instrumentos, especialmente la guitarra de Page con ese riff inconmensurable nos volará los sesos de manera contundente e inexorable. La canción se mantiene en su estructura bluesera/hardrockera y nosotros nos quedaremos pasmados y enamorados del maravilloso sonido de esa guitarra, que jamás había sonado tan estridente y poderosa como en esta canción.

Estamos apabullados, y la siguiente canción será un segundo sacudidón a nuestros oídos y corazones, una canción míticamente titulada "Rock And Roll", y es eso, un rock and roll poderoso, delicioso, vertiginoso y majestuoso de principio a fin. El poderío de la batería de John "Bonzo" Bonham será el sustento perfecto para los pesadísimos riffs de guitarra, y la agudísima voz de Robert Plant nos va a estremecer en todo momento. Sí, amamos el rock and roll, y esta canción está aquí para demostrarlo. Amamos este rock and roll tan puro, tan esencial y tan fundamental.

Aún en este punto, nuestros oídos no están preparados para lo que se nos viene encima con "The Battle Of Evermore", una épica canción que para nada es pesada, es más, ni siquiera tiene guitarras eléctricas. Es una celta/folk/medieval canción acústica, eso sí, con toda la energía de Led Zeppelin pero transportada a un terreno que era desconocido para nosotros pero que nos enchina la piel desde que las voces de Plant y de Sandy Denny (quien añade majestuosidad a la canción) comienzan a alternar el protagonismo, mientras Page tocaba esa mandolina espeluznante que sobresale, y John Paul Jones, que normalmente se encargaba del bajo, aquí toca la guitarra de acompañamiento, con la misma emotividad que los demás participantes de la canción. El tema va subiendo y subiendo, hasta que llega a una altura tal que se colapsa en sí misma, y nos colapsa a nosotros emocionalmente al punto de las lágrimas. Es en este colapso que la banda se rehace para levantar la canción de los escombros, y entregarnos uno de los finales de canción más épicos y poderosos de la historia del rock. No hay palabras para describir los últimos dos minutos de esta gigantesca obra de arte.

Y hablando de obras de arte, en un álbum tan perfecto como este, que haya una canción que se destaque por encima de las demás significa sólo una cosa: se trata de una de las mejores canciones de la historia. Es el caso de "Stairway To Heaven", la mítica canción de la banda, el himno Zeppeliano, el monumento al rock más glorioso de la historia. La canción, claramente dividida en 4 partes, comienza de manera muy dulce con la guitarra de Page punteando, y el mellotron de John Paul Jones haciendo las veces de flautas armonizadas. Es innegable la belleza del inicio de la obra, pero es sólo el inicio. La segunda parte viene con una mayor estructura armónica, se añaden más guitarras acústicas, una eléctrica y el bajo. Bonzo está a la espera todavía. La segunda parte mantiene la belleza de la primera, pero con una melodía mucho más memorable en las guitarras, que hace las veces de coro, entre las épicas estrofas cantadas por Plant. Mientras la canción sigue en ascenso, en la tercera sección al fin aparece la batería, sin que ello signifque que la dulzura se haya ido; aún permanece como el corazón de la canción, y se mantiene entre el limbo de la suavidad y el poderío de las secciones anterior y posterior, respectivamente. Es muy obvio el momento en que la dulzura se despide de la obra, ya que es una ruptura musical muy clara, y que anticipa la epicidad de lo que se nos viene en la cuarta sección. Primero un solo de guitarra tan memorable y representativo del rock como las caderas de Elvis, la voz de Dylan o los labios de los Stones. La canción ya es un rock duro y en pleno ascenso emocional. Cuando Plant aparece con su voz endurecida, ya nos hemos dado cuenta de la magnitud de la obra que estamos escuchando, no sin antes dejarnos una referencia rocanrolera inevitable ("to be a rock and not roll"). Finalmente el silencio se apodera de la canción, y Plant recita la última línea de la canción ("and she's buying a stairway to heaven") la cual nos deja con uno de los finales de canción más ingeniosos y creativos de la historia, digno de un monumento musical como este.

¿Y qué hacer luego de 8 minutos de majestuosidad? Pues seguir en la tónica de excelentes canciones de rock, y eso es lo que la banda hace con "Misty Mountain Hop", una excéntrica y divertida canción, que en las estrofas juega un poco con la disonancia tonal, subiendo y bajando media nota, divirtiéndose con las posibilidades musicales, y haciéndonos gozar como pocas veces. Nuevamente la banda nos entrega una joya de canción que será imposible quitar de nuestra memoria, por lo melódica que resulta ser. Como elemento adicional, los fantásticos juegos de palabras a lo largo de toda la canción. Es un auténtico divertimento este tema.

Por su parte, "Four Sticks" es otra gran canción de rock, en la que la batería de Bonham es lo primero que se destaca en ella, debido a su complejidad, para luego escuchar el riff de guitarra (otro más, tan bueno como los demás)  que es el alma de la canción, pues no dejará de sonar en el fondo durante la mayor parte de la canción. Las estructuras armónicas no parecen brillar mucho, sin embargo son el elemento más destacable de la canción, pues debido a su excentricidad incrementa el nivel de complejidad para ejecutarlas y armarlas de la manera en que la banda lo hizo, especialmente en la parte de los coros, en la que el número de instrumentos se incrementa, y la ambientación musical de la obra pasa de ser simplemente rockera, a tener aires de epicidad y majestuosidad.

Dicen que todo álbum que se dice llamar clásico del rock, debe incluir por lo menos una canción acústica (regla que, como todas, tiene sus excepciones). En el caso de este álbum, "Going To California" representa este elemento ("The Battle Of Evermore" es tan monumental que rebasa las expectativas de una simple canción acústica). La base de guitarra nos remite al folk clásico neoyorkino de principios de los sesenta, mientras que la voz con eco de Plant hace de la obra una entrañable y deliciosa. La brevedad y frescura de la canción nos traen la calma necesaria en un álbum así de vertiginoso, y nos prepara para el poderoso final.

"When The Levee Breaks" es un poderoso blues rock de más de 7 minutos, con un poderío que, para ser blues, es para destacarse. Si bien  no se trata de rock duro como tal, sí se acerca bastante a éste debido a la fuerza de las guitarras y las percusiones. Además hay que añadirle el acertado elemento de la armónica interpretada por el mismo Plant, que nos remite al blues del norte de los Estados Unidos, principalmente el que se hacía en Chicago. Como buen blues, no tiene muchos cambios de ritmo, pero sí una emotividad que sobrepasa las expectativas, y que es perfecta para cerrar una obra maestra como lo es este álbum.

Luego de haber escuchado las 8 canciones, y de habernos dado cuenta de que todas son perfectas y magistrales, estamos convencidos de que el álbum se merece un lugar muy alto entre las listas de los mejores de todos los tiempos. La música sigue estando vigente, y las pruebas de su calidad siguen siendo lo suficientemente contundentes para evitar dudar sobre la naturaleza perfecta del álbum. Tan contundentes como la música misma, como el rock duro, y como la enorme influencia que la obra tendría en miles y miles de obras posteriores.

martes, 22 de mayo de 2018

Historia del rock: los 20s y los 30s, las décadas del blues.



La escena es la siguiente. Una cabaña situada cerca de uno de los ramales del río Mississippi, muy simple, de una planta y construida totalmente de madera. El techo de dos aguas, las ventanas opacadas por la naturaleza del terreno, y en su interior, una cocina con una mesa redonda más o menos grande, y una división hacia otro cuarto, con una cama enorme para los padres y pequeños aposentos para los vástagos. A su alrededor un bosque denso, no de coníferas, sino de árboles de manzano y similares. Digamos que es el actual Louisiana, cerca de New Orleans, en una zona rural muy típica del sur norteamericano.

En el pórtico de la casa hay una silla mecedora y una linterna de aceite colgada, y en la silla está un hombre de raza negra, agotado, luego de un arduo día de trabajo. Recordemos que es una época sin televisión, en la que los ricos eran los únicos con una radio, y en donde no existían los aparatos dadores de entretenimiento que hoy abundan. Así que este hombre llega de trabajar a su casa, en donde su esposa igualmente agotada le sirve de cenar a él y a sus 6 hijos, antes de mandar a éstos últimos a dormir. Así que el hombre, resignado a la vida que lleva, toma su cigarro y su armónica, y se sale al pórtico a disfrutar de su humilde pero independiente residencia. Por momentos fuma, y por otros toca su armónica mientras recita lo amargo de su realidad. Jamás será rico, pero por lo menos no es pertenencia de un acaudalado hombre blanco.

Otro escenario: un bar de New Orleans, que está sobre una calle sin pavimentar, con lodo en su exterior y en donde sólo transitan caballos. Dentro del bar hay humo de cigarro, meseras jóvenes y atractivas, y hombres dispuestos a emborracharse y olvidar por un momento la vida que llevan. Todos de raza negra. Al centro del bar hay un piano, y sentado en éste, un hombre más o menos arreglado tocando el piano, recorriendo sólo 3 notas sobre do mayor séptima: mi bemol,  si bemol y fa sostenida. Todo gira en torno a estas 3 notas y a su elegantemente rimada letra. Todos se divierten hasta altas horas de la noche, antes de regresar a sus crudas realidades, sobre las que se basan la mayoría de los textos de sus canciones.

Estos escenarios son la base del apogeo del blues, de los años 20 y 30. El sur norteamericano y el delta del río Mississippi son las zonas centrales en las que se desarrolla el sentido género, con una excepión. Chicago, la ciudad de los vientos al norte de esta misma zona, en donde los gángsters hacían de las suyas, surge una variante del mismo blues, que sería marcadamente distinto a su hermano sureño. Sin embargo, todo es blues. Surgen artistas como Pinetop Smith, un fantástico pianista al que se le atribuye la invención del llamado "Boogie- Woogie", una ligera variante del blues, con temas como "I'm Sober Now", "Pinetop's Blues" o "Pinetop's Boogie-Woogie". Un amigo suyo también aportó al blues de la época, Cow Cow Davenport y temas como "Cow Cow Blues" de 1928.




 

 Al mismo tiempo, surgió Blind Willie Johnson, uno de muchos artistas que por vez primera, en 1927, unirían al blues con el gospel, en temas tan buenos como "Jesus Is Coming Soon", "God Moves O The Water" de 1929, o "Keep Your Light Trimmed And Burning" de 1930. Estas tres últimas canciones son enteramente a base de guitarra, un instrumento que apenas se estaba poniendo de moda en los Estados Unidos, y que eventualmente se convertiría en la base del rock. Un tema más que me gustaría resaltar, es sobre la gran inundación del río Mississippi, la cual también fue inspiración para muchos de estos autores, que compusieron diversos temas sobre dicho acontecimiento, siendo el más reconocido el de Charley Patton, titulado "High Water Everywhere" también de 1929.

 



Ya en los años 30, el fenómeno del blues se extendió a un mayor territorio, siendo la Meca de este movimiento la ciudad de Memphis, Tennessee. De ahí, artistas como Frank Stokes, Sleepy John Estes, Robert Wilkins, Joe McCoy o Memphis Minnie fueron quienes mantuvieron y popularizaron al género a una gran escala, mucho mayor de lo que quizás ellos mismos imaginaban. Ya el blues era más que sólo blues, ya había mezcla de gospel, country y boogie. El Jazz estaba en proceso de popularización, así como la natural evolución del blues: el Rythm & Blues.

Del blues mismo nace una vertiente del primigenio sonido de Jazz, la música Swing, la cual tenía la energía y el alma africana del blues, pero con un mayor grado de diversidad musical y dificultad interpretativa. De ello hablaré en el siguiente post, mientras tanto, les dejo en Spotify una playlist del mejor blues de las décadas de los años 20 y 30.

miércoles, 16 de mayo de 2018

Lectura, escritura y aritmética.



Si yo les dijera que existe un álbum de 1989 (es importante considerar la época) que tiene elementos de Indie Rock, de Dream Pop y de New Wave; que está compuesto e interpretado por músicos británicos, quienes hacen su debut con una frescura palpable, y que las 10 canciones que le conforman son de alta calidad, adornadas por una bella voz femenina, seguramente se preguntarán el porqué de su desconocimiento (de la mayoría) hacia dicho álbum. Lo mismo hice yo cuando me enteré que existía "Reading, Writing and Arithmetic", de los londinenses The Sundays.

Y una vez que lo escuché quedé maravillado por la belleza y simplicidad de la música. No se trata de una obra densa, compleja o cerebral que nos rete y que ponga a prueba nuestra capacidad de comprensión musical y artística. Más bien se trata de un ligero álbum que en términos generales podríamos clasificar como pop, pero pop del bueno, de ese que te atrapa pero que no te satura. Las armonías son muy dulces y entrañables en prácticamente todos los temas, y son un perfecto acompañamiento para los viajes, los atardeceres o los días lluviosos. Además, es importante resaltar otro elemento único en la banda: la preciosa y dulce voz de Harriet Wheeler, que engalana todos y cada uno de los temas con esa cualidad innata que a la distancia del tiempo y los años aún es capaz de enamorar y evocar con suma facilidad.

La música británica de aquella época, en terminos generales, era particularmente alegre y vivaz, a excepción de dos corrientes menores (en cantidad) lideradas por dos (enormes) bandas en auge: The Cure con su tristeza y oscuridad, y Depeche Mode con su experimentación cruda y desgarradora. Lo demás eran sonidos influenciados principalmente por el llamado "sonido Madchester", originado precisamente en Manchester, y que era una mezcla de dance, con new wave y algunos elementos de rock clásico. El caso de los Sundays tiene un poco que ver con esta corriente, aunque alejada totalmente del elemento dance y mucho más cerca del rock pop sesentero.

Ello hace que la música se deslice por nuestros oídos, y que de inmediato se gane un lugar en nuestra memoria. No se requiere un estado de ánimo específico ni un conocimiento amplio de los elementos de análisis musical para sentir y gustar de la bella música expuesta en este opus. Sólo el hecho de ponerle play al reproductor y dejarnos llevar por las melodías agradables y las armonías cautivadoras nos bastará para enamorarnos de la música contenida en él.

Los temas siguen una misma línea musical, lo cual hace del álbum un perfecto compendio artístico redondo, y no sólo una colección de canciones sin relación entre sí. De todas, quizás la más famosa sea "Here's Where The Story Ends", una canción que recientemente ha tenido mucho más reconocimiento que en la época en la que salió (quizás porque el mundo musical comercial apenas está llegando a los años noventa... quizás). De hecho, de acuerdo con las tendencias musicales más populares de la década en turno, este álbum podría perfectamente decirse que pertenece a esta época, y nadie notaría los casi 30 años de edad que tiene. Otro gran mérito del álbum: no ha envejecido ni un poco.

Retomando el tema de las canciones, aparte de la ya mencionada, se puede destacar la bella "I Won", con su sonido muy noventero, la inicial "Skin & Bones" llena de alegría, la vivaz "A Certain Someone" y su sonido muy ochentero, la ensoñadora "I Kicked A Boy" y sus aires de elegancia, la entrañable "Joy" que cierra el álbum, o la perfecta alegría de "Can't Be Sure" que sí o sí nos pondrá de buenas, por mencionar sólo a algunas. En sí, todo el álbum es igual de bueno, y cada canción vale por sí misma lo mismo que en conjunto, por lo que la suma de 10 excelentes elementos nos da como resultado un excelente álbum.

Si hay un álbum que vale la pena rescatar de la década más pueril y pobre (musicalmente hablando) de la historia moderna, es precisamente éste, una joyita escondida que tiene grandes tesoros en su interior, y que nos regalará momentos de genuina alegría, gozo y deleite. Si usted aún no lo ha escuchado, ya le digo, abra su Spotify y búsquelo inmediatamente. Me lo agradecerá.

lunes, 14 de mayo de 2018

Gish: el grunge que no era tan grunge



El álbum debut de los Smashing Pumpkins es uno de los menos valorados de las bandas de rock alternativo de los 90, cuando en realidad se trata de una obra digna de reconocerse, y de una piedra fundamental para géneros muy alejados del grunge, en específico el shoegazing. Si bien el álbum no es del todo shoegazing (a diferencia de su contemporáneo "Loveless" de los irlandeses My Bloody Valentine) sí retoma muchos elementos y características de éste, y las acopla al profundo sonido deprimente del grunge tan de moda en 1991.

Una de las grandes diferencias de los Smashing Pumpkins con respecto a las demás bandas grungeras de principios de los noventa es una que en apariencia no debería ser tan determinante: su origen. Mientras el grunge y sus bandas principales son de Seattle, los Smashing son de Chicago, y mientras el grunge se trataba de romper esquemas y destruir las construcciones musicales, a base de rebeldía y desenfreno, los Smashing, y en específico su líder, Billy Corgan, era un perfeccionista obsesivo en el estudio de grabación, llevando a su banda al borde de la ruptura apenas en la grabación de su debut. Corgan era un dictador musical, un tipo que se dedicaba a dar órdenes y a realizar el mismo trabajo una  y otra y otra y otra vez hasta que el resultado le satisfacía.

El mismo productor (nada menos que Butch Vig) tuvo problemas con esta obsesiva actitud de Corgan, por lo que había momentos en que abandonaba la sala de consolas y dejaba que el buen Billy se hiciera cargo de todo. Esto trajo como resultado un álbum sucio en apariencia, tan áspero como el grunge, pero con un poco más de atención, nos damos cuenta de lo pulido que está el sonido, lo meticulosa que fue la producción y la increíble sofisticación de las melodías y armonías, demasiado para ser un álbum grunge, un álbum debut y un álbum de rock incluso. Nada de esto frenó a Corgan, quien se salió con la suya y nos entregó uno de los álbumes debut más peculiares y distintivos de todos los 90.

La obra inicia poderosamente con las percusiones de Jimmy Chamberlin en "I Am One", antes de que el bajo y las guitarras irrumpan con el riff en una nota y media. Conforme avanza la canción podemos notar el trabajo de producción, con el uso de overdubs poderosos y una limpieza en las percusiones, que jamás se pierden detrás del grueso muro de guitarras que se antepone a todo sonido. La canción es compleja en estructura, no tiene las típicas estrofas ni un arreglo convencional, sin embargo, la enorme inventiva de James Iha, guitarrista principal, hace que la canción tenga sentido dentro de su anarquía estructural. Y la complejidad se incrementa con el espectacular segundo tema, "Siva", uno con un riff maravilloso y una sección rítmica impresionante. La canción es un headbanger por naturaleza, pero al mismo tiempo tiene una melodicidad memorable y un nivel de sofisticación poco ordinario. El primer solo instrumental, que llega en el seguno 35 de canción, con Iha en la guitarra y Chamberlin espectacular en la batería, es prueba de ello. La canción se vuelve misteriosa luego de un par de silencios un tanto incómodos, para luego estallar y culminar de forma poderosa. El poderío con el que inicia el álbum es destacable, de menos.

La que sin duda es la mejor canción del álbum, es la que le sigue a "Siva", es decir "Rhinoceros", un lento tema que es igualmente sensible, rockero y deprimente. Las guitarras aquí son las protagonistas de todo, desde el extraño arreglo a manera de coro con el que abre la canción, hasta el estupendo riff final con el que la canción, una vez que nos ha destrozado, abrocha de manera portentosa. Los altibajos emocionales son la médula de la canción, y la razón por la que es tan memorable y sobresaliente: un inicio lento y tranquilo, que de alguna manera termina ruidoso y catártico. La cima artística más alta de este álbum. Mientras tanto, "Bury Me" retoma un poco la dinámica del tema inicial, siendo un rock extraño, con un riff fantástico pero un nivel de emotividad no tan destacable. Luego de haber escuchado "Rhinoceros", nos costará un poco de trabajo retomar la dinámica inicial, y de hecho, no tendremos que hacerlo tanto, pues esta canción marca el final de la primera mitad del álbum, que será muy distinta a la segunda mitad.

Dicha segunda mitad se caracteriza por ser mucho más emocional que viril, y ello se nota de inmediato en la sensible y hermosa, pero nada rockera "Crush", una balada con un riff ascendente de bajo y una guitarra acústica que lleva el ritmo y la emotividad de la canción. La voz de Corgan luce por primera vez en el álbum, en específico en los coros en donde la levanta a alturas maravillosas. Luego de la breve y efectiva pieza acústica, aparece "Suffer", una canción oscura y tenebrosa, en la que las guitarras lucen pero no por su poderío, sino por su escalofriante ambientación. La música se vuelve sofisticada nuevamente, y los ecos del rock gótico hacen acto de presencia en ésta más que en cualquier otra canción. Nos vamos a estremecer en esta canción, tanto del misterio como del sublime sonido de las guitarras, y al final, un brillito de flauta dulce nos va a convencer de la grandeza de este tema.

Otra de las canciones más memorables del álbum es "Snail", un perfecto compendio de lo que la banda haría más adelante, en sus álbumes de madurez y legado. Se trata de un poderoso rock lleno de tristeza y melancolía. Cada nota, cada melodía y armonía, están puestos a propósito para derrumbarnos y sumergirnos en la gris naturaleza de la canción, y para llenarnos de una tristeza profunda y deliciosa. Es imposible resistirse a una canción así de emocional, que por momentos nos consiente y por momentos es cruel con nuestros sentimientos. El final de la canción, en donde se deja atrás la estructura y aparece la melodía de guitarra más memorable de la canción, es un despliegue rockero-emocional tan intenso y hermoso como pocos que haya escuchado. La manera en que Jimmy Chamberlin hace "llorar" a su batería es algo que no sabía que se pudiera hacer con dicho instrumento, y que áun me estremece al borde de las lágrimas.

Luego de esto podemos decir que el álbum ya se ha ganado un puesto en nuestra memoria, nuestra alma y corazón, sin embargo aún nos quedan 3 temas por escuchar. El primero de ellos es el poderoso y acelerado "Tristessa", uno con ecos al punk primigenio de la Gran Bretaña, pero con elementos de shoegazing y una depresión inherente a las rockerísimas notas. Luego de esto sigue la bizarra y extraña "Window Paine", una especie de experimento emocional que igualmente tiene sus altas y bajas emocionales, y que hacia el final termina rompiéndonos otra vez. El ingenio y creatividad de Corgan quedan expuestos en este increíble y raro tema, en el que no hay miedo a arrisgarse y a ir más allá de lo habitual. La última canción es la dulce "Daydream", cantada por la bajista D'arcy Wretzky sobre una base rítmica de guitarra acústica, y algunas cuerdas como adorno cerca del final. Un final suave y contrastante con el poderoso inicio del álbum.

Los Smashing Pumpkins pusieron distancia desde su álbum debut con el resto de bandas grunge de la época, y convirtieron un potencial clásico del grunge en un sofisticado y elegante álbum de rock alternativo. Se plantó la semilla de lo que harían en sus históricos y gigantescos dos álbumes siguientes, y se consolidaron desde ya como una de las bandas norteamericanas más importantes de la década que, en ese entonces, apenas comenzaba; una década histórica y por demás prolífica en la historia del rock.

viernes, 11 de mayo de 2018

10 canciones para celebrar el día de las madres



Todos tenemos mamá (aunque algunos no parezcan tenerla), así que todos nos identificamos con una festividad como lo es el día de las madres, por lo que he recopilado 10 canciones (más una) que se relacionan con este tema, ya sea desde una perspectiva amorosa o dolorosa.

Bonus. "Mama" - Genesis 

No es precisamente una canción que se pueda dedicar a una madre, pero sí la incluí debido a que la narrativa nos habla de una mujer que adoptó y guió a un hombre en los caminos del amor, además de que emotivamente la canción es suprema. Es cierto que los ochenta no fue la mejor década de Genesis, pero esta es la excepción que confirma la regla. Prepárense para estremecerse con la poderosa voz de Phil Collins.

 

10. "Your Mother Should Know" - The Beatles

Una canción alegre y con una temática musical y entrañable, esta oda a la sabiduría de las madres, más que nada por su edad, es una de las canciones de pop psicodélico más reconocidas de los fab four, y una excelente canción para dedicar a la mamá. Era bastante notorio que McCartney era quien escribía este tipo de canciones más alegres, mientras que Lennon escribía con el corazón como veremos más adelante.

 

9. "Mama Liked The Roses" - Elvis Presley

Una dulce melodía de la época pop del rey del rock, en la que de manera entrañable recuerda la fascinación de su madre por las rosas, mientras que la canción transita por nuestra memoria haciéndonos recordar también los detalles dulces de la mujer que nos dio la vida. Perfecta para celebrar y/o recordar a mamá.


8. "Mother's Little Helper" - The Rolling Stones

Extraída de su gran álbum psicodélico "Flowers", los Stones nos regalaron una obra típica para dedicar a las diversas visicitudes a las que las progenitoras se deben enfrentar una vez que deciden tenernos, en una canción entre folk y country y psicodélica. Una perfecta melodía para los amantes del rock clásico y de las canciones amables típicas del 10 de mayo.


7. "Some Mother's Son" - The Kinks

Aquí comienzan las canciones más densas y oscuras que se refieren a las madrecitas. Esta en particular habla sobre el dolor de las madres que pierden a sus hijos en la guerra, bellamente narrada sobre una hermosa melodía y unos coros de acompañamiento casi escalofriantes. Del "Arthur..." de 1969, que es la mayor ópera rock de los Kinks, extraemos esta joya de canción, que representa mejor que alguna otra el dolor de ser madre.


6. "Mothers Of The Disappeared" - U2

Muy similar en su letra a la de los Kinks, aunque con un trasfondo más crudo, U2 nos regala esta gigantesca canción que duele en el alma, dedicada a las madres de las personas desaparecidas en Chile y Argentina en la década de los 80, e incluida en su histórico "The Joshua Tree". De hecho es la canción que cierra el plato, y una de las más sombrías de su historial.


5. "Mother" - Pink Floyd

De su mítico "The Wall" de 1979, esta dolida canción de amor y desamor hacia la madre nos narra la manera en que una madre, en su afán de proteger a su hijo, le corta las alas y le impide vivir, sufrir y aprender de la manera en la que uno debería hacerlo, allá afuera. Las alternancias en las voces de Waters y Gilmour representan al hijo inseguro y a la madre sobreprotectora, respectivamente, siendo las voces del último las que nos llevarán al borde de las lágrimas, en especial con la última y contundente línea en la que dice "You'll always be baby to me". Una joya.


4. "Three Babies" - Sinead O'Connor

La perspectiva de una madre, capaz de entregarlo todo por sus hijos, es lo que nos presenta esta singular artista irlandesa, en esta joya extraída de su clásico "I do not want what i haven't got" de 1990. La base de guitarra se ve adornada con un fantástico arreglo de cuerdas que alimenta el dramatismo y que engrandece las hermosas letras de la canción. La madre en su estad puro.


3. "Mother" - John Lennon

La canción a las madres por antonomasia, el desgarro vocal y emocional de Lennon, quien se abre totalmente y sin reserva alguna en esta canción para mostrarnos su inmenso dolor por vivir sin madre y sin padre. Con una estrofa dedicada a la madre, el padre y los niños en general, Lennon entrega esta obra suprema, abridora de su debut como solista "Plastic Ono Band" en 1969, y nos lleva a las lágrimas no por conocimiento de causa, sino por mera empatía y por lo escalofriante de su minimalismo.


2. "I Can't Live Without My Mother's Love" - Sun Kil Moon

El lado opuesto, el amor tan dulce y tan noble que siente un hijo por su madre, a quien llama "su mejor amiga en la vida" y que, a pesar de saber de su inminente partida, le dedica esta hermosísima canción en la que se entrega en amor y agradecimiento, al punto de no hallar un sentido a la vida si no tiene el amor puro de su madre. Una obra maestra de canción para la madre.


1. "Decatur, Or Round Of Applause For Your Stepmother!" - Sufjan Stevens

Esta maravilla de canción está dedicada a las madrastras, quienes por tradición tienen mala reputación y a quienes en la mayoría de los casos los hijos odian y le hacen la vida difícil. Sufjan Stevens le dedica esta canción al amor de una madrastra, quien soporta todas estas situaciones y permanece firme hasta ser dignamente reconocida por su valor. En ese sentido, las frases "Appreciate her, Stand up and thank her" son las letras más hermosas que he escuchado de un hijo a su madre, o en este caso, a su madrastra.


miércoles, 9 de mayo de 2018

Mis canciones favoritas de Creedence Clearwater Revival



CCR era una banda atípica si consideramos sus orígenes y su estilo musical. Se trataba de una banda californiana que hacía música típica del sur de los Estados Unidos, más específicamente de las zonas cercanas al río Mississippi, de donde es originario el blues, el country y el r&b, sonidos que CCR adoptó de manera estupenda y que plasmó con igual excelencia en sus canciones, o en las versiones que hacían de canciones escritas por otros autores. A continuación una lista con mis 15 canciones favoritas de esta mítica banda:

15. "Someday Never Comes" de su último álbum, el desapercibido "Mardi Gras" de 1972. La canción es una emotiva y sensible canción de rock, con elementos de soul y r&b, y con un John Fogerty inspiradísimo en la voz. Las progresiones melódicas son un tanto familiares, pero perfectamente ejecutadas para sumergirnos en un ambiente melancólico. Una delicia.


14. "I Put A Spell On You" es una fantástica versión de la original de Screamin' Jay Hawkins, aparecida en el primer álbum de la banda, el homónimo de 1968. La canción tiene el alma medular de la versión original, pero con los elementos característicos de la banda, además de la estupenda voz de Fogerty, la convierten en una versión memorable de este gran tema.

13. "The Midnight Special" es un arreglo delicioso de esta canción tradicional norteamericana, la cual se encuentra en su álbum de 1969 "Willy And The Poor Boys". Es además una de sus canciones más conocidas, y el arreglo country de la canción le va bastante bien, por lo que además de memorable, es una delicia completa, en especial para los amantes del blues country.


12. "Down On The Corner" es la canción abridora del ya mencionado "Willy And The Poor Boys". Se trata de un country rock compuesto por Fogerty, con su característico riff de bajo inicial, y con su ritmo rockero pegajoso, y un coro más que memorable. La canción como tal sufre pocos cambios, pero es sin duda una de las esenciales de la banda.


11. "Green River" es la canción que cierra el que quizás sea su mejor álbum, el "Green River" de 1969. Una canción absolutamente reconocible desde el mero inicio de la misma, con ese riff de guitarra tan sesentero, y su estilo rock country tan delicioso y disfrutable. Además el eco de la voz de Fogerty (un efecto que les funcionaría en más de una canción) añade cierta dosis de blues, de tristeza a la canción, muy a pesar de su vena rocanrolera.


10. "Graveyard Train" de su fantástico "Bayou Country", también de 1969, es un blues lento, acompasado y espectacularmente delicioso, sobre todo por su sección rítmica (bajo y batería) hipnótica y su riff maravillosamente bluesero. La canción representa otra faceta de la banda, la que adopta el blues en su totalidad y sin reserva alguna. Disfruten.


9. "Who'll Stop The Rain" de otro de sus álbumes más reconocidos, el "Cosmo's Factory" de 1970, es una melancólica canción, algo también muy típico en la banda. El folk es el elemento más notorio en esta canción, que además tiene uno de los coros más memorables de todo el repertorio de la banda. Una para escuchar en una tarde lluviosa, y para evocar los buenos momentos del passado.


8. "Fortunate Son" es otra canción extraída del "Willy And The Poor Boys", y se trata de un potente rock característico de finales de los sesenta, al cual se le asocia mucho con la guerra de Vietnam. La potencia de la voz de Fogerty suena aquí como en ninguna otra de sus canciones, y se ve acompañada de un poderoso rock muy al estilo de Led Zeppelin, con menos elementos de raíces, pero con más poder guitarrero.



7. "Proud Mary" es una delicia de canción, con todos los elementos para se runa histórica y memorable canción. Aparecida en el "Bayou Country", la canción es tan rockera como melancólica, y tan dulce como rítmica. Las melodías vocales son deliciosas y el ambiente nostálgico es algo con lo que la banda estaba muy familiarizada, y que dominaba a la perfección.


6. "Up Around The Bend", un poderoso rock con un riff maravilloso y una energía inigualable, la canción está incluida en el "Cosmo's Factory", su último gran álbum, y es quizás la más rockera de todo este listado. El poderío de la banda está demostrado en los casi 3 minutos de duración que tiene la potente melodía. Un portento de rock duro.


5. "Born On The Bayou" retoma los elementos de blues lento y los combina con un country rock, al cual le añaden un riff inolvidable. Así inicia "Bayou Country", segundo álbum de la banda, y ésta es la primer gran canción escrita por John Fogerty. Un auténtico clásico, y una de las canciones forzosas de todo amante del rock.


4. "Have You Ever Seen The Rain?" es quizás la canción más conocida de la banda, gracias a su accesibilidad y facilidad de escucha, está incluida en su penúltimo álbum, el poco conocido "Pendulum". La canción nuevamente se adentra en los terrenos de la melancolía, y nos regala más momentos de disfrute evocador, para que no nos sintamos solos, o para sentirnos más solos y disfrutar de nuestra efímera soledad.


3. "Cotton Fields" es un bello cover a una canción de Leadbelly, a la cual la banda le compuso un arreglo country al 100%, tan bien hecho que, aún si uno no es fan de dicho género, es capaz de disfrutar de esta canción. La obra aparece en "Willy And The Poor Boys", y gracias a su bello aire campirano, la sitúo en el número 3 de mi lista.


2. "Bad Moon Rising" aparece en el fantástico "Green River", y se trata de una extraña pero bella mezcla entre rock, folk y country, que nos hace sentir animados y tristes a la vez, y que nos revela la mayor cualidad de la banda, su capacidad de hacernos evocar con la música, y de generar melodías entrañables, ya sea con los instrumentos o con la dotada voz de John Fogerty. Una absoluta delicia de canción.


1. "Lodi" es mi canción favorita de CCR, también del "Green River", gracias a su belleza innata, escondida tras una cortina de country rock y pequeños brillos de blues, además de su letra cruda y típicamente bluesera. Se vale ponerse triste, y se vale ponerse alegre con una canción tan deliciosa de principio a fin, y con una temática con la que se empatiza fácilmente. Mi canción favorita de la banda, y una de las más bellas que haya escuchado en la vida.


Ahí va el miedo de los Doves



El segundo álbum de los británicos Doves, titulado "The Last Broadcast" es uno de los álbumes de rock más finos y puros en esencia de todo lo que llevamos en este nuevo siglo. Luego de su fantástico debut, "Lost Souls" del año 2000, regresarían con una obra que superaría por mucho el gran trabajo realizado en su ópera prima, y con una mezcla de buen rock, elegancia y buen gusto, nos regalarían una de las grandes obras de principios de siglo.

Hay que recordar que en el 2002 imperaban las modas nauseabundas en el mainstream (¿cuándo no?) como el nü metal, el pop de las boy bands y las Spears, Aguileras y símiles; y comenzaba a darse una oleada de algo espantoso que después se le nombró como Happy punk, pero que eran boy bands con guitarras. Pues es en esa época tan lúgubre y poco prolífica en la que el ambiente se aclaró un poco con la aparición de esta maravillosa obra. No se trata de un revival (que en esa época también era moda), ni de una banda que suena a otra de años atrás, y que nadie conocía. No es britpop ni es indie. Se trata de una obra de rock con elementos pop (pop real, no plástico) y folk, en donde las guitarras resaltan como elemento principal, sin ser exageradamente ruidosas ni desapercibidamente olvidadas.

Aunado a esto, una serie de arreglos y brillitos apenas perceptibles, pero perfectamente colocados en las canciones, hacen de la obra algo más sofisticado que convencional, y junto con las excelentes bases rítmicas de casi todas las canciones, dan como resultado un álbum tan bueno como inolvidable. Son 54 minutos de bellas canciones, potentes canciones, deliciosas canciones y épicas canciones.

Desde luego para muchos de nostros, lo más reconocible de inicio será "There Goes The Fear", la canción más reconocida de la banda y una de las mejores, sin duda. Todos estamos familiarizados con el ascenso y descenso emocional de esta canción, y de cierta forma, nos prepara para asimilar el resto de la obra, que en cuestión emotiva, es demasiado contrastante. De "Words" lo primero que nos atrapa es su hipnótico ritmo con la melodía de guitarra por encima de este, pero en la misma sintonía. De todas las canciones (a excepción de las dos breves transitorias), "Words" es quizás la más distante en estilo y características. No por ello se le debe aislar o recluir como si se tratara de una obra que no perteneciera, al contrario, se trata de una canción perfecta para atraparnos, y si a ésta le sigue la ya mencionada "There Goes The Fear", nuestras expectativas se van a elevar aún más.

Con muchos álbumes esto sería su sentencia de muerte, pues unas expectativas tan altas tan pronto pueden resultar en una completa desilusión para el resto del álbum, pero aquí no es el caso. Nuestros oídos necesitan cierto descanso de la intensidad de las canciones anteriores, y la banda lo sabe, es por ello que la colocación en este punto de "M61 Song" es perfecta y precisa. Se trata de una breve y cálida canción acústica, con ligeras (pero debidamente acreditadas) reminiscencias a "Moonchild" de King Crimson, y una atmósfera tan etérea como densa, como si estuviésemos en medio de una niebla musical, suave y atemorizante por igual. A esto le sigue un interludio que da pie a otra canción maravillosa, y bastante más rockera. "N.Y." es una de las mayores joyas del álbum, una que apela nuevamente a nuestra emotividad ahora desde una perspectiva mucho más rocanrolera. Los subidones y bajones decibelescos son de lo más notable en esta canción, que se acopla a dos vertientes en apariencia contradictorias: la virilidad y la sensibilidad. El poder rockero trae el elemento testosterona a la canción, como podemos apreciar en los primeros instantes de la canción, sin embargo, como buenos británicos, logran superar este elemento primigenio y logran anteponer el arte sobre la fuerza, y la sensibilidad se apodera de a poco de una canción con un approach rocanrolero, pero con un cierre deliciosamente emotivo.

Y si de emotividad hablamos, podemos decir que en este rubro "Satellites" es la cumbre más alta del álbum. No tiene comparación con ninguna de las demás canciones del álbum, y a esto contribuye en gran medida la aparición de unos coros femeninos completamente angelicales, además de la excelsitud y elegancia de las instrumentaciones. El trabajo de la banda en la  producción del álbum (sí, producido por la banda) fue muy exacto en la forma en que debía sonar esta canción. Las percusiones son firmes pero no potentes, las guitarras son notables pero no ruidosas, los coros son gloriosos pero no principales. Todo tiene su justa medida en esta canción para que, al llegar el coro, podamos deleitarnos y estremecernos con semejante maravilla. Siete minutos de duración parecieran no bastar con una canción de esta manufactura. Con dos obras tan superiores como "N.Y." y "Satellites", la banda sabe que necesitamos de otro pequeño descanso, pero esta vez no ceden ni un milímetro de emotividad y supremacía artística, es por ello que aquí aparece "Friday's Dust", una aparente canción simple, pero que en realidad es una belleza bucólica, y un tanto agridulce. Las notas presagian esta dulzura amarga, las cuerdas de fondo, la voz misteriosa (en solitario y sobre todo en coros), y la repentina aparición de un mellotrón tan alto que parece supersónico. Un descanso sonoro que mantiene la vara artística muy arriba.

El noveno track cierra una especie de mini-concepto artístico muy superior, que resulta ser el corazón del álbum, ya que se trata de otra obra con tintes épicos y emotivos, mezclados con un rock pop deliciosamente rítmico y melódicamente apetitoso. Este ritmo que de inmediato despierta a nuestro esqueleto, nos remite un poco a la satisfacción de Jagger y Richards, pero no se trata de una réplica, "Pounding" es un portento de emotividad, incluso nostalgia, debido a las caidas en las notas vocales, que son su características más memorable, y una de las más deliciosas. Pero en sí, lo que hace grande a esta canción es la perfecta conjunción de elementos en apariencia contrarios, y que una vez unificados, respetan la esencia del álbum y del ya mencionado mini-concepto que duró 4 canciones.

El principio del fin se da con "Last Broadcast", una canción abiertamente melancólica con elementos de dream pop que se repetirán a lo largo de las 3 canciones finales, que de cierta manera, son intencionalmente colocados para abrochar el álbum de una manera más evocadora. Nuevamente el ritmo se destaca como uno de los elementos distintivos de la canción, además de los arpeggios de guitarra tan agudos como delicados. El ensueño se acrecenta más con "The Sulphur Man", que de inicio suena como una obra épica, pero que conforme avanza, en especial al llegar al coro, nos hace sentir como si flotáramos entre las nubes, gracias a su ambientación acertada y a los bellos recursos de estudio implementados (un triángulo por aquí, un cello por allá, etc.), y a su vez, nos genera una cierta tensión, anticipando el inevitable final del plato, el cual es esplendoroso.

"Caught By The River" es una canción más orgánica, con menos elementos exclusivos del estudio, pero con una mayor emotividad, con  un coro vocal incluido, y una progresión melódica llena de nostalgia  y melancolía. Esta canción está en las alturas de las 4 canciones medulares del álbum, siendo así una más de las múltiples cumbres artísticas del álbum. Incluso los ligeros aires de epicidad no suenan grandilocuentes, sino que complementan el concepto de cierre de manera estupenda, y nos facilita e incrementa el proceso de disfrute y despedida del álbum.

"The Last Broadcast" tiene todos los elementos para convertirse en un álbum clásico del inicio de centuria, y a pesar de su poca popularidad, la calidad artística de las canciones, y la redondez del concepto musical le colocan como uno de los álbumes esenciales para la comprensión de la transición que vivía la humanidad no sólo en términos musicales o artísticos, sino como sociedad. Tanto así que se pueden palpar los noventa, y al mismo tiempo sonar increíblemente distantes, a pesar de apenas haber pasado dos años desde su partida. 16 años hacen ya desde la aparición de este álbum, una obra que hoy en día es impensable que aparezca, y que se ve tan lejos cuando en realidad no lo está tanto.

viernes, 4 de mayo de 2018

Mi vida musical



Todos tenemos una pasión, un elemento en nuestras vidas que nos llena de alegrías y de emociones profundas, que además enriquecen nuestros días y los pueden transformar en algo memorable. En mi caso es la música. Yo amo la música desde hace muchos años, y desde antes de tener consciencia y criterio propio, ya era un melómano en proceso de formación. Mi más lejano recuerdo musical fue en una tienda de conveniencia, en la época en la que mi familia y yo vivíamos en la ciudad de Puebla, en la colonia Bosques de San Sebastián. Sonaba una canción del grupo pop mexicano Maná, que si mi memoria no me falla, se titulaba "Perdido en un barco". No fue algo que me cautivara, tenía apenas 2 o 3 años de edad, sin embargo, tuvo el suficiente impacto en mí como para que al día de hoy siga recordando tal suceso.

A lo largo de mi vida, hubo 3 personas que influyeron determinantemente en mi gusto por la música. La primera de ellas es mi madre, una mujer musical en todos los sentidos, sin un género preferido en particular, lo mismo podía gustar de una bella canción de rock que de "Vuela, vuela" de Magneto. De ella aprendí el hábito de escuchar música para animar alguna actividad que estuviese haciendo, además desde luego, de conocer a los Beatles. Como Beatlemana que es, conoce gran parte de las canciones de tal agrupación, y de ahí viene mi gusto por el famoso cuarteto de Liverpool. También gracias a ella conocí a agrupaciones como los Doors, Creedence Clearwater Revival, Rolling Stones, Simon & Garfunkel, o a solistas como Elton John, Bob Dylan, Eric Burdon, Janis Joplin, entre otros. Y por otro lado, conocí mucha música popular de su gusto, como el ya mencionado Magneto, Laureano Brizuela, Luis Miguel o el propio Maná. Todo me gustaba, por el hecho de ser música.

La segunda persona que influyó en mí en un sentido musical fue mi hermano mayor, Arieh, quien me enseñó a analizar la música, encontrar detalles en ella que multiplicaban su valía. Esto principalmente en los Beatles, en los que él puntualizaba en detalles como las armonías que John y Paul hacían con sus voces, casi jugando, o el sonido de la guitarra de acompañamiento, que no se escuchaba de primera instancia. Él analizaba la música a un nivel más profundo, lo que me llevó a hacer lo mismo, y encontrar joyas escondidas y desapercibidas dentro de las canciones que todos conocían. Además me enseñó el amor al rock, al sonido de las guitarras y las melodías rockeras. Así fue que se filtró un poco mi criterio, y me orientaba más hacia la música de rock. Gracias a él conocí a bandas como Bon Jovi, Def Leppard, Nirvana, Guns n' Roses, y una de mis favoritas hasta estos días: Oasis. El rock era ya mi género favorito.

La tercer persona que influyó en mi gusto musical fue mi hermano Diego, quien además de compartir gustos musicales conmigo, me mostró el lado más experimental, alternativo, original y osado del rock. Desde las bandas de nü metal clásicas, como Limp Bizkit y Korn (que en 1998 eran alternativas) hasta música exquisita y de mayor finura, como Sigur Rós, Pink Floyd, Flaming Lips, y la banda decisiva en mi formación de un criterio musical: Radiohead. Además, él era proveedor de una fuente inagotable de conocimiento musical; cada mes, sin falta, compraba la revista "La Mosca en la Pared", la cual hablaba de rock, jazz, y demás géneros musicales. Así que en definitiva, Diego me dio el empujón que me faltaba para atreverme a explorar música nueva por mi cuenta, y determinar si me llenaba o no. Uno de los mejores recuerdos que tengo con él en cuestión musical, era el de escuchar el disco "Toxicity" de System Of A Down, de principio a fin en la sala donde mis papás tenían sus juntas nocturnas del grupo al que asistían.

A partir de ahí, dado el amor que le tengo a la música, y dada mi fascinación por conocer la historia de las cosas que me gustan, he escuchado más música de décadas anteriores que actual, y fue de esta manera que encontré una de mis mayores pasiones, dentro de mi pasión principal que es la música: el rock progresivo. Todo comenzó desde luego por los discos de Pink Floyd de Diego, y a ello le siguió mi interés en un artículo de la revista "La Mosca" en una de sus secciones más memorables, que se llamaba "La nueva música clásica", en donde venía reseñado un álbum llamado "Trilogy", de una banda de la que no había escuchado jamás, Emerson, Lake & Palmer. Decidí descargar el disco y escucharlo, y si he de ser honesto, no me cautivó en la primer escucha. No estaba acostumbrado a tantos sintetizadores obsoletos. De inicio me pareció música de videojuegos de 8 bits.

Pero sin duda algo removió en mí esa música, que me hizo volver a escucharla una y otra vez, hasta que finalmente me enamoré de ella, y obviamente, investigué más sobre este tipo de música, en un proceso que resultó ser uno de los más disfrutables de mi vida. Todas las noches iba yo al café internet para descargar y escuchar música viejita que para mí era completamente nueva, era algo mágico. Cada noche algo nuevo. Una vez fue Genesis, otra fue Yes, otra fue Camel, y así sucesivamente con cada una de las bandas míticas de este bello género. Era una época en la que la alta calidad de audio eran 196 kbps, y en la que un internet veloz descargaba un álbum de 54 Mb en 15 minutos, a unos 50 o 60 kb/s. Así que en una sesión de dos horas, de a $10 cada hora, me descargaba unos 4 o 5 discos, que guardaba en mi USB de 1 Gb y el resto de la semana me dedicaba a escuchar esos discos hasta que el café internet cerraba. Por último, compraba 5 cd's vírgenes de a $4 cada uno, y abría el programa Nero para quemar los discos, y así sentir que ya eran completamente míos. Una maravilla.

No había un límite, el progresivo parecía no acabarse nunca. Descubrí progarchives.com, donde descubrí listas interminables de lo mejor del género. Todo lo que veía en inglés, lo descargaba y lo escuuchaba. Aún tenía cierta aversión por los idiomas ajenos a los que conocía. Hasta que un día, luego de verlo en la parte más alta de muchas listas, decidí descargar y escuchar un álbum en italiano, llamado "Storia Di Un Minuto" de una banda que sólo aparecía como PFM. Ahí sí me enamoré de inmediato. Algo tuvo esta música que me llenó instantáneamente, y sucumbí ante las mieles del progresivo italiano. Decidí buscar álbumes en idiomas extraños, y encontré bandas españolas (Canarios, Imán Califato Independiente, Triana), francesas (Morse Code, Magma, Ange), alemanas (Can, Kraftwerk, Neu, Amon Duul, Tangerine Dream, Klaus Schulze), polacas (Marek Grechuta, SBB, Czeslaw Niemen), holandesas (Focus, Thijs Van Leer), suecas (Anglagard, Samla Mammas Manna), belgas (Cos), japonesas (Flower Travellin' Band), argentinas (Spinetta, Charly García), pero sobre todo, italianas.

Todas sonaban muy bien, algunos de mis álbumes favoritos son de estas bandas no-inglesas. Tal es el caso del "Mëkanïk Dëstruktïẁ Kömmandöh" de Magma, el "Slovenian Girls" de SBB, el "Ege Bamyasi" de Can, el "X" de Klaus Schulze, el "Phaedra" de Tangerine Dream, el "Moving Waves" de Focus, el "Kórowod" de Marek Grechuta, el "Maltid" de Samla Mammas Manna, o el "Au Dela Du Delire" de Ange. Pero algo tenían los italianos que me cautivaban de inmediato. Su romanticismo, su ascendencia clásica, sus raíces musicales, su cultura. Todo en conjunto me enamoró de la música italiana, del progresivo italiano que entregó muchísimas obras, y que aumentó la magia de buscar y encontrar música excitante y deliciosa. Fueron años los que estuve completamente inmerso en el rock progresivo, en los que de día y de noche era rock progresivo. Desde luego que esa etapa pasó, sin que ello signifique que ya no me gusta el prog rock, al contrario, creo que ahora me gusta más.

Pero también me dediqué a conocer al rock, a sus raíces: el blues, el jazz, el gospel, el country. Conocí el post punk, otro género del que me enamoré. Así como el brit pop en su versión más extendida. El nacimiento del indie, el glam setentero, el art rock, el alternativo ochentero, el rock gótico, el new wave, los maravillosos álbumes psicodélicos de los años sesenta, el garage, y el reciente indie.

Tengo en mi computadora más de 11 mil canciones, y estoy consciente de que me faltan algunas más. En mi teléfono tengo las de ley, las infaltables, por lo que el número se reduce a apenas cerca de 3500 (je). La música de hoy en día no me apasiona, pero sigo escuchándola, y disfrutándola hasta donde ésta me lo permita. Tampoco quiero ser un nostálgico musical, de esos que dicen que "ya no se hace música como antes" (por más de que esa aseveración sea evidentemente cierta, y hasta obvia). Es cierto que el rock está en peligro de extinción, pero también es cierto que todo lo que sube tiene que bajar, y eventualmente tenía que sucederle al rock. Si el barroco del siglo XVIII o el romanticismo clásico del siglo XIX también llegaron a su fin, ni modo que el rock no lo haga. Lo que nunca se acabará será la música, pues es una virtud tan humana como el amor.

Todo este escrito es una celebración a mí mismo, por llegar a los 30 años de vida, y por el impacto que la música ha tenido en mí durante todos estos años. Felicidades a mí.

jueves, 3 de mayo de 2018

Rock progresivo anglosajón: #1. "Dark Side Of The Moon" - Pink Floyd (1973)



1. Speak To Me (1:16)
2. Breathe (2:44)
3. On The Run (3:32)
4. Time / Breathe (reprise) (7:06)
5. The Great Gig In The Sky (4:44)
6. Money (6:32)
7. Us And Them (7:40)
8. Any Colour You Like (3:25)
9. Brain Damage (3:50)
10. Eclipse (2:04)

El gran mérito de los Beatles era el hecho de que, además de ser los que mejor música hacían, también eran los más populares. Este hecho se ha repetido en contadas ocasiones desde la desaparición de dicha mítica banda, y una de esas contadas ocasiones fue cuando apareció "Dark Side Of The Moon", de Pink Floyd, una obra que a parte de ser una de las mejores de toda la historia del rock, también figura como la más popular, pues se mantuvo por más de 17 años entre las listas de popularidad.

Pero, ¿qué hace de este álbum uno tan atractivo para las masas, así como para los puristas? ¿Qué elementos incluye la banda para poder posicionarse como una buena banda y una banda reconocida mundialmente? Las canciones no son del todo pegajosas, no tienen nada de pop, no hay ritmos bailables ni tampoco sencillos accesibles. Es rock progresivo, con elementos de blues y rock espacial. ¿Qué hay de atractivo en ello?

La respuesta es simple: el álbum es humano, tanto lírica como musicalmente. Se tratan temas universales, y se tocan melodías que son capaces de penetrar nuestra mente con suma facilidad debido a su precisión sensible, y a su pureza natural. No hay exibicionismos, ni facilismos; no hay amor ni desamor; no hay simplismos ni tampoco elementos muy cerebrales. Lo que sí hay es alma, es dolor, es gozo, es humildad, todo expresado de manera fascinante en notas musicales, tal y como lo hacían los grandes músicos románticos de principios del siglo XIX. Es lo más cercano a música realmente celestial, música que le habla al alma y al espíritu humano, no al cerebro, no a los pies ni a las caderas.

Dicen que la música es un lenguaje universal, y también dicen que en gustos se rompen géneros, dos preceptos contradictorios y paradójicos que en este álbum encuentran su eslabón perdido, y hallan el punto medio exacto entre lo subjetivo y lo objetivo. Obviamente habrá quienes pregonen no disfrutar de esta música, más por ignorancia que por criterio. Pero en términos generales, esta obra es de todos los gustos, es universal, y supera las barreras de la subjetividad y la carencia de cultura. No se necesita ser un estudioso de la música para sentir vibrar el sistema nervioso por completo con esta música, no se necesita ser un crítico, un experto o un virtuoso musical para estremecerse con las notas precisas y la emotividad exacta que tiene este álbum en todas y cada una de sus canciones.

Diecisiete años, señoras y señores, diecisiete años de estar entre lo más popular de la música. Nadie ha hecho eso jamás, y dudo que tal cosa vuelva a suceder. Cuando se le habla al alma con una intención artística y no monetaria, lo demás viene por añadidura. El fin justifica los medios, pero el fin no es vender, el fin es trascender. Pink Floyd trascendió como nadie gracias a su obra maestra, llegó a los corazones de todos y se ganó un lugar en la historia del arte. En 500 años se hablará de la música de los Beatles, y de Pink Floyd, porque aún en 500 años estas notas, y estas melodías, y estas letras van a seguir estremeciendo las almas y los espíritus de nuestros descendientes.

La música habla por sí sola, hágase usted mismo un favor, y escuche el álbum de principio a fin, mientras lee las letras de las canciones, y conocerá la manifestación divina, sobrenatural, metafísica, o acorde a cualquiera que sea su creencia, que existe en la música, aquí más explícita que en cualquier otra música. Déjese estremecer, llore, goce, disfrute y llénese el alma de esta música.