martes, 31 de julio de 2018

El último gran año musical



¿Qué es lo que define a los grandes años en la historia del rock? Son muchos factores, desde la trascendencia de algunas canciones, pasando por la calidad de artistas que publicaron sus obras en dicho año, hasta la calidad de las obras mismas, la trascendencia y la influencia del año musical en general. Así, podemos hablar de un 1964 importantísimo para la historia del rock, en el que surgió la llamada "invasión británica", el año en que se dan a conocer bandas como los Rolling Stones, los Kinks, los Dave Clark Five, y el año en que los Beatles hacen lo que ningún otro artista había hecho jamás: sacudir al planeta entero con algo que no sean armas o guerras.

Otro año que podríamos recordar como importante es 1967, en el cual se publican algunos de los mejores álbumes de rock de la historia, el "Sgt Pepper's" de los Beatles, el debut de Pink Floyd, el genial "Are You Experienced?" de Jimi Hendrix, el homónimo de los Doors, o el del plátano de Velvet Underground; además de la consolidación de la psicodelia como un movimiento que trascendió a la música, y que moldearía a las mentes de los llamados "baby boomers". Y podemos seguir: 1970 con la pronta aparición y consolidación del heavy metal, gracias a Black Sabbath, Led Zeppelin y Deep Purple; 1971 y su seguidilla de álbumes históricos, 1972 con la explosión del rock progresivo a nivel mundial, encabezada por Pink Floyd y King Crimson, 1977 con la irrupción del punk como la música de la nueva generación, aquellos que amaban a los Beatles de niños, pero que odiaban a sus padres de adolescentes, etcétera.

Conforme avanzaron las décadas, los años trascendentes fueron siendo menos frecuentes, con los años 90 teniendo sólo 2 casos: el del '91 y el del '97 (aunque estrictamente hablando, el año 2000 también forma parte de los 90). En el nuevo milenio sólo ha habido un par de años que se destacan sobre de los demás, el espectacular 2005 y el lúcido (y está por verse si trascendente) 2011. Y es sobre este último año que me centraré en este texto.

Si bien, ninguna de las obras y/o artistas que publicaron en el 2011 está a la altura de Hendrix, Led Zeppelin, los Ramones, Nirvana o Radiohead, sí que es verdad que muchos de ellos nos presentaron sus mejores obras en este año. Así que pongamos un poco de contexto. El primer año de una nueva década, que necesitábamos que fuera de mejor calidad que la que terminaba, en la que la música popular terminó por separarse en su totalidad de cualquier ápice de calidad artística, en la que hubo cosas como el nü metal o el happy punk, en la que el hip hop comenzaba a dominar y en la que las guitarras dejaron de sonar hacia el final de la década.

El indie parecía ser el único salvavidas de la escena musical, ya con Radiohead en decadencia y sin ningún reemplazo visible para tomar su estafeta. Y efectivamente, las bandas indie al parecer se unieron y nos regalaron una serie de álbumes que, si bien no cambiaron el rumbo de la historia, sí nos llenaron de esperanzas para la nueva década que apenas comenzaba. Y es que fueron tantos álbumes buenos los que se publicaron en ese año, que muchos pensamos que se repetiría la historia de los 8 y los 90. Lamentablemente no fue así, y esta década está siendo igual o más pobre musicalmente que la anterior.

Aún así, vale la pena recordar al 2011 como el mejor año musical de la década que ya casi termina, y también recordemos algunos de los álbumes que lo hicieron tan preciado.

"Bloom"  de Beach House. La obra máxima de este dueto de dream pop, engalanada con su tema más icónico y representativo, el inicial "Myth", pero con muchas otras grandes canciones que le enriquecen y le hacen una obra esencial para la comprensión de la música de nuestros días. De todos los álbumes publicados en este año, éste es quizás el más influyente.



"Bon Iver" de Bon Iver. Una joya folk del característico proycto encabezado por Justin Vernon, de la que se extraen temas maravillosos y conocidos dentro del círculo indie, como "Perth" o "Holocene", y que engloba a la perfección el nuevo folk, la resurrección de lo que iniciaron Bob Dylan y Joan Baez 50 años atrás, ahora con la sofisticación del nuevo siglo.



"Burst Apart" de The Antlers. Para algunos es una mezcla de folk con post rock, se trata de una bella obra de indie rock, llena de melancolía y pulcritud, se trata de la obra fundamental de los neoyorkinos (¿de dónde más?) en la que podemos encontrar joyas como "French Exit", "No Widows" o "Corsicana".



"Circuital" de My Morning Jacket. Una banda que desde la década anterior se hizo legendaria y se ganó el respeto de muchos, con su alt country de preciosa manufactura y de un poderío inusual en una banda como ésta. No es su mejor obra, pero sí una de las mejores, y para corroborarlo basta con escuchar el tema homónimo.



"Degeneration Street" de The Dears. Otra obra cumbre, esta vez de los canadienses The Dears, que nos muestran un rock fino pero para nada emparentado con el indie y sus aires de melancolía, sino que es más cercano a una versión oscura de Arcade Fire, y además tiene una estructura característica de álbum clásico. Así, de una especie de hip hop rock en la inicial "Omega Dog", pasamos a un rock durísimo en "Blood", y a su vez, de éste a un auténtico himno en "Lamentation". Una obra que vale mucho la pena.



"Father, Son, Holy Ghost" de Girls. La segunda y última obra de este estupendo grupo originario de San Francisco, y que a diferencia de su álbum debut, en este hay mucha presencia de las raíces del rock, sonidos blueseros y souleros llenos de belleza y emotividad. La visceralidad de "Vomit", la magia de "Magic", la ternura de "Saying I Love You" o la enorme belleza de "Jamie Marie", entre muchos otros temas, hacen del álbum una auténtica joya. Uno de los 3 mejores del año.



"Helplessness Blues" de Fleet Foxes. Otra gran muestra de indie folk, ahora en las voces corales y bellas de esta agrupación que nos entrega esta, su segunda gran obra, y una de las más accesibles del año. A pesar de ello, se puede palpar la complejidad estructural en algunas de sus canciones, que hábilmente se disimula gracias a sus armonías vocales  y sus melodías llenas de vida.



"Last Night On Earth" de Noah And The Whale. Un excelente álbum pop. No es el pop plástico y mezclado con elementos de hip hop, sino pop de verdad, pop como el de los Beatles, pop fino y lleno de optimismo. Así es este breve y bello álbum en el que destacan joyas como "L.I.F.E.G.O.E.S.O.N.", "Give It All Back" o "Waiting For My Chance To Come".



"Slave Ambient" de The War On Drugs. La obra cumbre de esta banda de dream pop psicodélico y alucinante, liderada por Adam Granduciel y Kurt Vile, y que entre las densas atmósferas de cada una de las canciones, nos sabremos encontrar fácilmente, pues las melodías y armonías son tan complejas como nuestras propias emociones, e igual de intensas. Una muestra de ello es la magnífica "Come To The City".



"Last Summer" de Eleanor Friedberger. Otro álbum de buen pop, sin complejidades, sin excesos, 10 simples canciones de pop bien hecho y perfectamente interpretado por la líder de los Fiery Furnaces. ¿Es tan difícil hacer lo más fácil? Aparentemente sí, pues álbumes como este son tan escasos.



"W H O K I L L" de tUnE-yArDs. Este singular proyecto musical con entregaría su obra más emblemática en 2011, un álbum muy complejo y experimental, pero con muchos momentos sublimes, como lo son la deliciosa "Powa" o la magistralmente catastrófica "Doorstep". De los álbmes menos conocidos, y de los más enriquecedores.



"Metals" de Feist. Ya con su anterior obra "The Reminder", la cantante canadiense nos había mostrado sus capacidades como compositora y como cantante (se trata de una de las voces más bellas de la música actual), y en el 2011 confirmaría su estatus con esta maravillosa obra, íntima y personal, que a pesar de tocar temas variados en las letras de sus canciones, todas tienen en común la melancolía y la delicadeza.



"Let England Shake" de PJ Harvey. Una estrella rockera de los 90, que en lo 00 pasó un tanto desapercibida, resurgiría con esta, su segunda obra maestra, uno de los álbumes más representativos de la británica. Es una mezcla de crítica con añoranza, todo enfocado hacia la actual y la pasada Inglaterra, con letras tan duras y tan hermosas que contrastan con la dulzura aparente de la música. Y la voz, es la voz que jamás le habíamos escuchado a Polly Jean, con un rango altísimo y una expresividad escalofriante.


martes, 24 de julio de 2018

Música electrizante.



Hablar del llamado "Power Pop" es hablar de uno de los géneros musicales menos explotados dentro del rock, y también uno de los que tienen más fácil acceso para todos aquellos que le escuchan por primera vez. Desde luego que su origen se remite a los Beatles y su primer gran trabajo "A Hard Day's Night", sin embargo, se reconoció como tal cuando los infravalorados Big Star aparecieron en escena en la década de los 70, en la que grabarían sus 3 maravillosos y olvidados álbumes insignia para este género.

Posteriormente, hasta la década de los 90 se redescubriría el power pop gracias a una joya (también olvidada) de 1991, el "Bandwagonesque" de los escoceses Teenage Fanclub, quienes revivirían al género, y nos recordarían lo disfrutable de esta música menospreciada. Incluso se les llamó la reencarnación de Big Star, cosa no menor que sin duda reafirmaron el álbumes posteriores, especialmente el "Grand Prix" de 1995.

En sí, el power pop es rock semi-duro, con tintes de pop como las armonías vocales y las melodías pegajosas, que no entra en demasiadas honduras emocionales pero que sí es capaz de reanimarnos gracias a su alegría nata y a su simpleza que a veces es bella y a veces es gozosa. Así, en algunas canciones podemos bailar, en otras podemos cantar y en otras simplemente debemos escuchar y sentir. Más allá de eso, el power pop no profundiza en las oscuras emociones humanas, ni tampoco juguetea con la nostalgia desmedida. Es por ello que es uno de los géneros más accesibles, y a pesar de ello, menos escuchados.

En la década de los 2000s apareció un álbum que a mi parecer, se trata de otra obra esencial para apreciar y disfrutar del género, un álbum del cual hablaremos en este texto: el vivaz "Twin Cinema" de los canadienses The New Pornographers. Publicado en 2005, la obra consta de 14 canciones simples pero efectivas, duras pero melódicas. El octeto se dedica simplemente a hacer canciones que entrarán a nuestros oídos sin obstáculo alguno, y nos llenarán del deleite propio de la sencillez y la simpleza musical. De las 14 canciones, 11 están compuestas por el frontman de la banda, A. C. Newman, quien además canta en la mayoría de ellas. Las 3 restantes las compuso y cantó Dan Bejar, quien además es más famoso por su banda alterna, de la cual es el líder: Destroyer.

La obra empieza de forma contundente con "Twin Cinema", una canción que directamente nos muestra de lo que va el álbum. Un riff seco empatado con las percusiones, y las voces, una masculina y otra femenina, son cálidas y nos remontan un poco a Brian Wilson y compañía. Un par de estrofas y coros, un puente intermedio y se repite la fórmula, simple, efectiva y deliciosa. La calma llega a medias con "The Bones Of An Idol", acompañada de una voz femenina y una estructura un poco rara, ya que la canción no cuenta con un coro como tal, sino que, a manera de poesía, el cierre de las estrofas es el mismo para todas ellas, lo cual hace las veces de un coro. Por su parte, "Use It" retoma la alegría e hiperactividad del primer tema, siendo una de las canciones más melódicas del álbum. El coro es una explosión musical y emocional fantástica, llena de una energía contagiosa e irresistible.

Las cosas se ponen un poco (poquitito) más densas con "The Bleeding Heart Show", una canción que nuevamente no tiene estructura, que parece ser más misteriosa de inicio, pero que termina por ser una de las que más disfrutaremos de todo el álbum, principalmente por las melodías corales en las que participan prácticamente todos los miembros de la banda, que son tan pegajosas como deliciosas, y que harán del misterio inicial un fantasma reemplazado por el gozo absoluto de la música alegre. Una de las cimas del álbum. Seguida a ésta, se encuentra la primer canción de Dan Bejar, "Jackie, Dressed In Cobras", otra portentosa muestra de diversión hecha música, con un poco más de complejidad en sus armonías y melodías, pero no tanto como para que no nos sea accesible. Se nota la diferencia entre las composiciones de Newman y de Bejar, pero supieron encontrar el punto medio para que no suene dispar el álbum. Así, mientras se termina el tema de Bejar, escuchamos el siguiente tema, "The Jessica Numbers" y no notamos tanta diferencia, a pesar de que está ahí. La canción apela mucho más a la pesadez rockera, sin excederse tampoco, pero sí nos hace apreciar otra perspectiva de la banda. No hay tanta alegría, pero seguimos deleitándonos con las armonías vocales.

"These Are The Fables" es quizás la canción más pop del álbum, acompañada de la dulcísima voz de la pianista de la banda Kathryn Calder, se trata de una suave canción con ciertos toques de colores pastel, y que melódicamente es tan deliciosa como el resto del álbum. "Sing Me Spanish Techno" es una canción sin muchos brillos, con un ritmo bailable pero no frenético, y con unas melodías acordes con el resto del álbum. Un breve letargo que se vera interrumpido por la fuerza semi acústica de "Falling Through Your Clothes", una excelente y compleja canción en 3/4, con la que se inaugura el mejor momento musical del álbum. La canción no teme cortar de tajo con los ambientes pop de los temas anteriores, y nos entrega uno de los momentos más densos de todo el álbum. Las armonías vocales vuelven a ser uno de los elementos principales, sin embargo, se ve respaldado por la excelente interpretación instrumental, que hasta ahora no había sido realmente puesta a prueba.

El segundo tema de Bejar es una explosión musical de 3 minutos, en los que no cesa la energía electrizante y el frenesí de alegría, además de una serie de motivos melódicos memorables, de los más memorables en un álbum lleno de melodías pegajosas, lo cual ya tiene su mérito, pero además se vuelve a palpar la densidad de las composiciones de Bejar envueltas en un cascarón pop, por lo que luego de una serie de escuchas percibiremos el pesar del compositor, y empatizaremos con él. Decía que este era el mejor momento musical del álbum, y bueno, lo es exceptuando "Three Or Four", una canción simpática pero que está erróneamente puesta entre dos canciones electrizantes, y nos quita ese acelere con el que nos habíamos quedado del estupendo tema anterior, y que nos costará retomar para el brillante tema siguiente. Esta canción quizás no debió estar en el álbum, o debió estar colocado en otro punto del mismo, pero aquí está, como un incómodo pasaje que olvidaremos pronto.

Ahora sí, el siguiente, electrizante, brillante y a mi parecer, la cima musical más alta del álbum. "Star Bodies" es una canción a dos voces, con una estrofa deliciosa, un puente maravilloso y un coro esplendoroso. Todo es energía con esta canción, una energía capaz de levantar hasta a la persona más sumida en tristeza y pereza, una energía poderosa que manipularon a la perfección y que concentraron en 4 minutos que se nos van en un suspiro. Se puede cantar, bailar, brincar, gritar y disfrutar con este tema. Toda la esencia, de lo que se trata el álbum, de lo que se trata el power pop, está expuesto a la perfección en esta canción, así podemos escuchar a los mismísimos Beatles cantando esta canción 41 años antes de aparecer, sin problema alguno.

"Streets Of Fire" calma un poco las cosas pero sin disminuir el nivel musical mostrado. La última canción de Dan Bejar es tan suave como sublime, y tan melódica como tranquila. Se disminuyen las revoluciones y se incrementa la emotividad. Sin embargo no es del todo una canción introspectiva ni acústica. Sólo nos baja del acelere y nos reubica en la velocidad calma con la que corre la vida afuera de nuestros audífonos. Pero sí, es una canción deliciosa y sí, las armonías vocales nos elevan otra vez. Para cerrar, "Stacked Crooked" es una versión un poco más lenta y resumida de lo que fue el álbum, no se trata de la típoca canción final, lenta y triste, sino que se trata de un tema un poco más íntimo, pero dentro de la línea de alegría, gozo y melodicidad con la que se manejó el resto del álbum.

Luego de esto necesitaremos un pequeño break para asimilar la enorme cantidad de energía que nos ha transmitido este álbum, pero nos quedaremos con ganas de volver a escucharlo, se nos grabará fácilmente en nuestra memoria, y se convertirá en nuestro preferido para salir de los baches emocionales de la vida diaria. A final de cuenta, de eso se trata el power pop, de disfrutar sin sumergirse en emociones complicadas o profundas. Como disfrutar de la crema batida del pastel, sin tener que comer de la seca y pastosa parte central del mismo. Puro gozo.

martes, 10 de julio de 2018

Entre paréntesis



Luego de un debut interesante, y de un segundo álbum hermosísimo, Sigur Rós estaba afianzado como una de las propuestas musicales más vitoreadas y destacadas a nivel mundial, por lo que tanto músicos, como críticos, y especialmente sus seguidores, esperaban con ansia y emoción la publicación de su tercer álbum. ¿Habría evolución? ¿Sería tan bello como el anterior? ¿Confirmarían su estatus como una de las bandas más importantes del inicio de siglo? A todas estas preguntas se respondería de la misma manera: sí.

En 2002 se publicó finalmente "( )", un álbum tan enigmático como su título. Ahora bien, de las 3 preguntas anteriores, la segunda debe incluir un asterisco. La música es tan bella y tan emotiva como en su álbum anterior, sin embargo, los aires de preciosismo y la belleza palpable no estarían presentes en este álbum, por lo que se trata de un álbum mucho más íntimo y menos extrovertido que el anterior. Si en el anterior "Agætis Byrjun" Sigur Rós se expuso ante nosotros y nos mostró su faceta más amable, en este "( )" nosotros tendremos que buscar a los integrantes de la banda entre la música, y escuchar con atención para percibir las múltiples emociones que se esconden tras cada nota.

Esto fue, sin duda, un movimiento muy arriesgado por parte de la banda, pues apenas comenzaban a ser reconocidos a nivel mundial y la cerradez y el anonimato de esta obra podrían cerrarle las puertas irremediablemente. Aún así, publicaron su minimalista álbum, carente de orquestaciones pero con abundantes momentos poderosos y contundentes. Las 8 canciones que conforman la obra no tienen título ni letra (sólo las vocalizaciones de Jónsi, que son palabras al azar), dado que el arte del disco no incluye mucho texto. No aparece el nombre de los integrantes de la banda, ni por supuesto, el nombre de las canciones. Sólo aparecen los dos paréntesis que dan título al álbum. Posteriormente se sabrían los nombres no oficiales que la banda usaba para designar a cada canción durante su proceso de grabación, con los cuales llamaremos a las canciones en este texto.

Es así que la obra abre con "Vaka", una suave y para nada vistosa canción a base de piano, que lentamente transcurre mientras el Vonlenska hace gala de su conciso y preciso léxico. Desde este tema inicial ya percibimos que tendremos que esforzarnos un poco para asimilar la música, y que este esfuerzo tendrá su recompensa con creces. Los minutos finales de la canción son de una intensidad inusitada en la banda, como si se rebelaran contra sí mismos y contra el estilo que ellos mismos inventaron en el álbum anterior. A pesar de esto, la canción no tiene percusiones, por lo que se trata del tema con menor poderío del álbum, algo que fue hecho adrede para que, al igual que en la canción, el álbum comenzara de forma tranquila y terminara en un caos ordenado y estremecedor.

El segundo tema es la intimísima "Fyrsta", en donde las percusiones hacen su debut de manera calma y lenta, y en donde igualmente la guitarra de Jónsi nos regala una serie de arpeggios dulcísimos. Luego de la larga (y bellísima) introducción instrumental, la voz de Jónsi repite las mismas 6 palabras que en el anterior y el resto de los temas, sólo que esta vez lo hace de "arriba hacia abajo", es decir, de lo más agudo hacia lo más grave, y cerca de la mitad de la canción se llega al clímax, uno muy breve y a medio gas, y finalmente de a poco la música se desvanece, aunque no del todo, pues está ligada con el inicio del tercer track, el único instrumental del álbum.

"Samskeyti" es una obra magistral, las notas iniciales nos indican un constante crescendo que en sí ya suena majestuoso, pero una vez que hace su aparición el piano de Kjartan Sveinsson, la obra toma otras dimensiones mucho más épicas y monumentales. Ese piano que asciende y asciende en notas y en intensidad, mientras el trasfondo musical hace lo propio sin que nos demos cuenta del todo, hasta que cerca del final el piano sube una octava de golpe y la emotividad colapsa sobre sí misma, regalándonos un auténtico momento celestial y la primer cumbre musical del álbum. Toda la energía reservada hasta ahora finalmente se expulsa y, de manera catártica, nos lleva hasta el mismísimo cielo con una facilidad delirante.

Lo lógico, luego de haber llegado hasta el cielo, es que inmediatamente después venga una caída estrepitosa. Todo lo que sube tiene que bajar. Sin embargo, la gracia y la providencia son tan grandes y tan benévolas con nosotros que decidieron mantenernos allá arriba, entre las nubes, por una canción más. Y es que "Njósnavélin" es una delicia total, una belleza inconmensurable que tiene tanta dulzura como emotividad, y que nos llena los oídos con suma facilidad, ya sea por sus notas memorables o por su melancolía explicita que nos inunda los corazones desde la primera escucha. Se trata de la canción más bella del álbum, la que más gozo trae consigo y la que más luz nos regalará de todo el álbum. Con una estructura simple y efectiva, y una instrumentación ligeramente más variada que en sus siete hermanas, la obra nos provee de la dulzura que tanta falta nos hará en la segunda mitad del álbum.

Luego de un interludio silencioso, el crescendo del álbum se aviva con "Álafoss", no porque sea una canción muy intensa, sino porque es la canción más densa y difícil del álbum. En sus casi 10 minutos de duración, tendremos que mantener la concentración a tope mientras la pesadísima cadencia de la canción nos va llevando muy lentamente hacia un clímax poderoso e igualmente lento. No hay nada vistoso en esta canción, y el mantenerse concentrado hasta el final será un auténtico reto. Ahora bien, en apariencia aburrida, la canción tiene un firme propósito, que es el de marcar de manera contundente la transición del álbum hacia su parte más oscura y menos amable, y de las cuatro canciones que conforman esta segunda mitad, "Álafoss" era la ideal para adentrarnos en la atmósfera lentamente, y así no sentir un cambio drástico y fuera de lugar.

Una vez que hemos pasado por "Álafoss", ahora sí viene lo realmente bueno. Las 3 canciones finales son las 3 cúspides artísticas del álbum más altas, cada una más alta que la anterior. Primero está "E-Bow", una que en sus percusiones de inicio se asemeja a su predecesora, pero que en ambientación y en estructura es mucho más directa e intensa. Las estrofas son muy melódicas y los coros de la canción son poderosos, siendo el último de ellos el que se conecte con el cierre de la canción, que es el clímax sonoro de la misma, y que es uno de los momentos más escalofriantes del álbum. Mientras las percusiones estallan y las guitarras tocan sus notas más ruidosas en lo que va del álbum, el piano nos regala una suaves notas que adornan todo este caos, que finalmente culminan en una suerte de feedback muy rasposo y agresivo. Oficialmente, el Sigur Rós del álbum anterior había muerto.

Por su parte, "Dauðalagið", el tema más extenso del álbum, es otra muestra de la faceta más agresiva de la banda, siendo el absoluto sostén de esta agresividad el poder de las intensísimas percusiones que, sobre todo en la segunda mitad de la canción, hacen que la banda llegue hasta un extremo al que jamás habían llegado, y que de alguna manera suena tan natural en ellos. El concepto musical del ascenso en intensidad y poderío parece tomar su forma definitiva luego de esta impresionante canción, en donde parece que ya no se puede llegar más lejos, sin embargo la banda aún nos tiene preparada una sorpresa más, una que resultaría ser la mejor canción del álbum, y quizás de todo su repertorio.

Una vez que lograste el punto más alto de intensidad, de agresividad y hasta de poderío, sin traicionar el estilo al que perteneces, ¿qué más queda por hacer? La banda lo tenía muy claro, y en el tema final del álbum se reservaron lo mejor que tenían. "Popplagið" es una obra suprema, una que de inicio suena de hecho muy normal. Y es que la primera mitad de la canción tiene una estructura de estrofa-coro muy convencional, nada vistosa y que para nada vaticina el huracán de sonidos y emociones que se vendrían para el majestuoso final de la canción. ¿Qué más podían hacer, luego de lo escuchado en las canciones anteriores? Le añadieron epicidad. Hicieron de la agresividad, la intensidad y el poderío una mezcla de epicidad y emotividad que nuevamente nos llevan hasta la gloria misma, ahora por otro camino que no es el de la belleza. Una vez que la canción se rompe y que las percusiones se callan, sabemos que estamos a punto de escuchar algo fuera de este mundo, algo que de a poco va creciendo en intensidad, algo que una vez que estalla nos deja absolutamente pasmados. Es épico. Es majestuoso. Es inalcanzable.

Luego de esto, nos queda bastante claro que se trata no sólo del mejor trabajo de Sigur Rós, sino de uno de los mejores álbumes de rock de la década pasada, y una de las muestras más sublimes de la música del nuevo siglo. Nadie ha podido replicar esto, ni la banda misma, y dudo que alguien alguna vez lo logre. Es cierto que aún no se le da el reconocimiento que se merece esta obra. Aún muchos piensan que "Agætis Byrjun" es lo mejor de los islandeses. Algunos todavía creen que éste parentético álbum es aburrido. Algunos aún no entienden la perfección que se esconde detrás de estas nada vistosas canciones. A algunos les falta escuchar más veces esta joya, o quizás un par de décadas que den la distancia necesaria para revalorar esta música, como ya ha sucedido en muchas otras ocasiones con muchos otros álbumes magníficos y menospreciados en su época de aparición.

Mientras tanto, la obra aquí está, para que todos la disfrutemos, la lloremos o la compartamos de una u otra forma. Igual nos sumergimos en el anonimato implícito en el álbum para ser alguien más, y desde nuestro refugio, admirar y regocijarnos con las lentas y poderosas notas de este bello e incomprendido álbum.

jueves, 5 de julio de 2018

Sumergido en el Mar de Nombres.



Luego de que en 1996 Tool se consolidara como una de las bandas de metal progresivo más cerebrales y propositivas de todos los años 90, su líder e icónico letrista Maynard James Keenan necesitaba de un refugio musical, un lugar en el que pudiera explotar sus ideas musicales que no encajaban en el oscuro y siniestro sonido de Tool, así que en 1999 se unió a A Perfect Circle, una banda en la que se encontraban algunos músicos ligeramente reconocidos pero de enorme calidad interpretativa.

De todos ellos, a quien más podemos destacar es, sin duda, a Billy Howerdel, quien además de ser el guitarrista de la banda, se encargó de producir el primer y maravilloso álbum que publicaron en el año 2000, y del que trata este texto. De hecho, la idea de A Perfect Circle es de Howerdel, quien reclutó a sus compañeros y, junto con James Keenan, compuso los 12 temas que conforman al susodicho álbum debut de la banda.

El álbum lleva por nombre "Mer De Noms" (valga la redundancia), y se trata de un álbum muy visceral, muy rockero pero con algunos momentos de emotividad sublime y de desgarramiento emocional que le colocan más cerca del Art Rock que del Heavy Metal. Con todo, la obra inicia con "The Hollow", un potente rock que juega un poco con el beat principal de la canción, aunque no sea un elemento muy notorio, y que en escasos 3 minutos nos deja muy en claro el poder que la banda pretendía exponer en su ópera prima.

Sin embargo, es hasta el segundo tema, el escalofriante "Magdalena", que la banda nos muestra su verdadero potencial artístico y nos regala una de las canciones más majestuosas del álbum, tanto musical como líricamente. En éste último apartado, James Keenan se reafirma como un auténtico poeta musical de lo oscuro y lo visceral. La canción trata sobre la obsesión malsana que, guiada por la lujuria, un hombre es capaz de sentir por una desnudista, con letras como "I'd sell my soul/ my self esteem a dollar at a time/ for one chance, one kiss/ one taste of you my Magdalena". La música acompaña esta letra sombría a la perfección, con ese solo de guitarra tan lineal pero tan profundo en sonido. No se trata de una floritura guitarresca, sino de una serie de notas simples, alargadas y ominosas que acompañan al constante acelero-freno de la canción. Sin llegar a ser metalera, se trata de una de las canciones más oscuras del álbum.

Mismo caso con "Rose" una canción muy oscura que tiene ecos metaleros pero que no llegan a serlo, y se queda en una estupenda canción que contrasta en momentos tan sublimes y calmos (adornados con una guitarra acústica que debería ser dulce, pero que es más perturbadora que la misma guitarra eléctrica), con momentos poderosos y contundentes, logrando que del cielo bajemos al infierno en tan sólo un instante, y no sólo eso, sino que logra que nos sintamos bastante cómodos y deleitados en ello. Si bien, la canción es muy buena, no llega a las alturas artísticas de su predecesora, ni mucho menos a las de su sucesora.

Y es que "Judith" es una maravilla musical de principio a fin. Es un rock duro muy muy emotivo, y sobre todo, alcanza una emotividad plena sin usar a la nostalgia ni a la melancolía (pilares de la emotividad musical) como fundamentos de ella. Se usa la ironía religiosa como pilar fundamental tanto de la letra como de la música, así, mientras James Keenan nos canta sobre su odio a los dogmas y a las deidades (una en particular), la música nos lleva a esa falsa gloria que las religiones tanto pregonan, y tan poco conocen. El final de la canción es un monumento a esto, y es el pináculo máximo de la temática de la canción, haciendo de estos últimos segundos una auténtica catarsis musical que es capaz de llevarnos a la plenitud, esa de la que tanto se mofa la letra de la canción. Ironía pura. No existe una canción más grande que esta en todo el álbum.

Luego del maravilloso despliegue sonoro, viene una aparente calma en "Orestes" una suave canción de inicio, que nos lleva sobre una nube sobre una letra llena de metáforas maternales, un tanto retorcidas y macabras ("slip away an sever this umbilical residue keeping me from killing you") pero que de alguna manera, suenan bellamente cantadas sobre la dulzura musical. Esto claro, hasta que la canción se rompe y el potente solo de guitarra nos electriza por un instante, y la intensidad se adueña de la canción excepto por un breve y bellísimo instante en que el solo de guitarra se replica, pero con suma calma y sensibilidad, al grado de hacernos estremecer. Tan breve y tan bello, este momento nos sirve la mesa para el agitado final de la canción.

La cara opuesta de la moneda es la bellísima "3 Libras", sin duda, la canción más hermosa del álbum, con una fuerte dosis de emotividad pero también con una perfección musical que no salta a primera escucha, pero que una vez que la hemos repetido al cansancio, nos será tan evidente que, en vez de cansarnos de escucharla, la admiraremos cada vez más. Cada nota y cada instrumento toca a la perfección la nota que debe tocar en el preciso tiempo y con la exacta duración. Pocas veces se ha escuchado un nivel de detalle (que para nada es casualidad) musical tan alto y tan perfecto. No sobra ni un platillazo ni falta un sólo segundo de cuerdas. Todo es perfecto.

Y si hay una canción triste en el álbum, esa debe de ser "Sleeping Beauty", y no es triste porque trate de temas sobre pérdidas románticas ni sobre extrañar a personas queridas. Es triste porque toca el tema que a todos nos aterra tocar: el fracaso. Un hombre que, agrandado y obnubilado por las historias clásicas de amor en que la mujer agonizante revive gracias al beso de su amado, se siente con plena seguridad de curar a su mujer en coma así, dándole un beso, sólo para darse cuenta que su arrogancia e inmadurez le han hecho fracasar terriblemente, y de esta manera, pierde toda esperanza y toda confianza en sí mismo. La letra de esta canción es sin duda la más elaborada y desgarradora de todo el álbum. James Keenan se luce no sólo con los perfectos juegos vocales y las combinaciones de palabras exactas que en inglés suenan como melodías, sino que además lo hace contándonos una historia desoladoramente realista. Musicalmente la obra está a la altura, con una guitarra ensordecedora y cruda, de prácticamente una sola cuerda (la más grave) y un ritmo lento y pesado que alterna entre los 6/8, los 7/8 y los 4/4, que sólo por un instante se acelera en un cambio de ritmo preciso y majestuoso, pero muy breve. A nada se quedó esta canción de ser la mejor del álbum, y en lo personal, es la que más me gusta.

Contrastantemente, "Thomas" quizás sea la canción más fría y menos emotiva del álbum, aunque esto no significa que sea una mala canción. Es una canción que por momentos se sostiene en una sola nota y que no presenta momentos de emotividad, pero sí de intensidad, por lo que se trata de la canción más cercana al heavy metal de todo el álbum. El poderoso riff y la sección final nos confirman esto. Mientras tanto, "Renholdër" es una breve e instrumental pieza transitoria, que aligera un poco los ánimos y aporta variedad al sonido del álbum, aunque tampoco es algo que se necesitara del todo.

La energía regresa con "Thinking Of You", una buena pieza de rock duro con un coro memorable y con un interludio abrumador (en un buen sentido) y acechador, lo cual complementa a la perfección con la temática stalkeadora de la letra de la canción. Es una buena canción para la radio, pero no se acerca a la calidad de los mejores temas del álbum (además de que su riff me suena mucho a "Houses of the Holy" de Led Zeppelin). Mientras tanto "Breña" es un preámbulo para el cierre del álbum. La penúltima canción es mucho mas lenta y oscura, un poco como "Orestes" aunque no tan desgarradora. Más bien tiene ecos del grunge tipo Alice In Chains o Stone Temple Pilots, lo cual nos indica la clase de oscuridad que alberga la canción. No podía haber una mejor manera de prepararnos al inesperado tema final del álbum.

Y es que "Over" es un tema totalmente fuera de lo normal para un álbum como este. Un piano y unas percusiones tipo xilófono son las protagonistas del estremecedor y fantástico epílogo del álbum, uno que, sin dejar de ser oscuro y ominoso (con todo y que sus instrumentos en teoría no son nada ominosos) pero con un dejo de belleza y sensibilidad que se compajinan a la perfección, y que nos dejan con absoluta satisfacción de saber que acabamos de escuchar uno de los álbumes más importantes del año milenario.

La banda jamás volvió a alcanzar el majestuoso nivel de su álbum debut, y a pesar de que en álbumes posteriores nos han regalado grandes, grandísimas canciones, en la sumatoria, debemos decir que esta es su obra maestra absoluta. Y cómo no serlo, si está llena de canciones maravillosas y de un sinfín de emociones, la mayoría incómodas, pero lo suficientemente genuinas como para hacernos vibrar y disfrutar.