lunes, 24 de mayo de 2021

15 canciones fundamentales del King Crimson clásico

 


Hablar de King Crimson es hablar de una de las bandas de culto más laureadas en la historia del rock. Como parte del rock progresivo, fueron uno de los pilares del género, y a pesar de que con los años evolucionaron hacia otros horizontes musicales, su legado lo construyeron con su brillante primer época, en la que en 5 años grabaron 7 álbumes que van de lo exótico a lo brillante, y de lo cerebral a lo emotivo. Es por ello que presento 15 canciones fundamentales para valorar la importancia de esta enorme banda dentro de la historia del rock, y además pueden servir como un excelente punto de entrada para quienes aún no se hayan deleitado con la música de los británicos.


15. "Cadence and Cascade" del álbum In The Wake Of Poseidon de 1970


Una hermosa canción que nos presenta una de las múltiples facetas de la banda, la de la sensibilidad y la delicadeza. La canción tiene una estructura simple, y una tersa textura sonora que nos acaricia los oídos y nos deleita además con una letra poética y cuasi-renacentista. Extraída de su repetitivo segundo álbum, en donde la banda parecía autoplagiarse en la estructura de la obra, aún así fueron capaces de regalarnos esta delicia.


14. "Prelude: Song Of The Gulls" del álbum Islands de 1971


Esta maravilla de la música de cámara pertenece al álbum más íntimo y personal de la banda, el ninguneado y terriblemente subvalorado Islands, de 1971. La canción es una pieza instrumental maravillosamente ejecutada por un cuarteto de cuerdas y algunos instrumentos de viento. Con un aire de romanticismo, y con una estructura fácilmente reconocible, esta canción aporta no sólo al concepto intimista e introvertido del álbum al que pertenece, sino que enriquece el de por sí extenso eclecticismo musical de la banda. 


13. "In The Wake Of Poseidon" del álbum In The Wake Of Poseidon de 1970


Esta canción con aires de majestuosidad, nos remite inevitablemente a "Epitaph" de su álbum anterior. En ese sentido, este álbum intentó ser una réplica del exitoso álbum debut de la banda, algo que eventualmente terminó siendo un error. Sin embargo, comparaciones aparte, esta canción se luce por 3 elementos en particular. Primero, su estructura dramática, casi como de obra teatral. Segundo, la maravillosa voz del que, a mi parecer, fue el mejor vocalista de todo el rock progresivo, Greg Lake. Tercero, y finalmente, un elemento que estaría presente en las obras más grandes de la banda: el melotrón. Un sintetizador analógico que musicalmente aportó muchísimo al sonido de las bandas psicodélicas y progresivas, y que hoy se considera un instrumento de culto. Así, nos encontraremos con una majestuosa y portentosa canción, que lamentablemente llegaba en segundo lugar en su carrera de canciones majestuosas y portentosas. 


12. "Formentera Lady" del álbum Islands de 1971


Hablando del intimismo de esta obra, esta canción inicial es más que una canción de amor, es una oda, un poema de rendición de un hombre hacia una mujer. La canción inicia con un par de contrabajos sonando tan graves como les es posible, y en un ambiente de confusión entra la suave voz de Boz Burrell para hablarnos de la belleza de la isla de Formentera, y de la hermosa y exótica mujer que en ella habita. El estribillo es de una belleza inusitada, tanto por su simpleza como por su alcance melódico. Al final del segundo estribillo, la sección se extiende en una improvisación cuasi-jazzística, en la que vientos, metales y una voz de soprano, nos endulzan los oídos con sus sonidos tan enigmáticos como hermosamente ejecutados, hasta culminar la canción.


11. "Lizard" del álbum Lizard de 1970


La majestuosa suite de 23 minutos de duración, con múltiples secciones y estilos variados, es la obra más grande (literalmente) de la banda, y una pieza llena de eclecticismo y emociones mixtas. Para destacar la colaboración de Jon Anderson (Yes) en las voces de la primer sección, una muy romántica y accesible, que nos sirve como puerta de entrada para el caos que la obra habría de generar en secciones posteriores. Por ejemplo, en el bolero, que es la sección siguiente, y en la que el dramatismo hace acto de aparición, gracias al uso del ya mencionado melotrón de Robert Fripp, que enaltece la melodía inicial y la lleva al extremo. Posterior a ello, la obra se rompe, y las demás secciones son menos accesibles que la inicial, pero mucho más sustanciosas. 


10. "Fallen Angel" del álbum Red de 1974


Red sería su último álbum antes del periodo de hibernación que tuvo la banda, y que finalizó hasta entrados los años 80. Por ello también marca el fin de la era clásica de la banda. De ese álbum se extrae esta peculiar obra, que con ciertos tintes de delicadeza, se ciñe al ambiente agresivo-rockero-guitarrero que la banda imprimió en esta obra, una faceta que hasta este punto no les habíamos escuchado, y que les habría de sentar muy bien como carta de despedida. Para este punto, la banda ya era solo un trío (cuando la banda inició, eran un sexteto), y aprovecharon al máximo esta circunstancia minimalista para expresarla de forma brillante en su música. 


9. "I Talk To The Wind" del álbum In The Court Of The Crimson King de 1969


La combinación ganadora. Una hermosa flauta, sonando como la salvación en un periodo de caos que vive la humanidad, entonces y ahora. Una letra poética y melancólica, una enorme sensibilidad musical, un falso final que nos permite un minuto extra de deleite, y la voz de Greg Lake en su faceta más aterciopelada y dulce posible. El resultado es una hermosísima obra que nos deleita con secciones accesibles en estructura, complejas en instrumentación, y que además contrastan con el frenético inicio del álbum. Para muchos, este es el mejor álbum de King Crimson. Para algunos otros, este álbum es el que inauguró el rock progresivo. Para mí, es una obra fundamental, no sólo en la historia musical contemporánea, sino en mi percepción de la música como expresión artística. 


8. "Lark's Tongues In Aspic" del álbum Lark's Tongues In Aspic de 1973


Unas percusiones con un sonido acuoso nos dan la bienvenida a esta extraña canción. 3 minutos de este sonido, que prácticamente es un ASMR, tocando notas variadas que en realidad sólo sirven como un intro para una canción que inmediatamente después entra en una tensión creada por el sonido de dos violines al unísono, casi Hitchcockianos, que se ven estruendosamente interrumpidos por un poderoso y majestuoso riff de guitarra, metalero en esencia, virtuoso en  ejecución, y que se convierte en la médula central de la canción. Luego de esta catarsis, la canción entra un un periodo de calma engalanado por los dos violines que hace un momento creaban tensión, y que ahora son el preámbulo para el majestuoso final, un reprise de la ruptura central de la canción, y que nos deja con los sesos por toda la habitación. Obra cerebral dentro de las obras cerebrales de la música contemporánea. 


7. "21st Century Schizoid Man" del álbum In The Court Of The Crimson King de 1969


Justamente el hombre ilustrado en la peculiar carátula del álbum, es el hombre esquizofrénico del siglo 21. La canción que lo representa es un jazz rock poderoso, caótico, en el que podemos palpar esa esquizofrenia, esa locura, con el mero sonido y tratamiento que se le da a los instrumentos. La estructura de la canción es simple. estrofa-coro-estrofa-coro-solo-estrofa-coro-fin. Lo que la distingue inmediatamente es esa armonización de metales y guitarras que dan inicio a la canción, y que generan una especie de riff insano y desatado. Además, claro, está la voz distorsionada de Greg Lake, aportando más esquizofrenia al asunto. Al final, todos nos sentimos como el hombre de la carátula. Una breve dosis de realidad para aquel que no viva en un mundo loco (aún). 


6. "Red" del álbum Red de 1974


Para todos los que amamos el sonido de la guitarra eléctrica, distorsionada, poderosa, esta canción es una oda a ese sonido y a ese instrumento. Se trata de una canción completamente instrumental, en la que no vamos a extrañar las letras, y en donde los múltiples riffs y las interminables capas de guitarra toman la batuta y nos van guiando a lo largo de la obra, desde una sección calma (estrofa), pasando por una genial sección tensa (puente) hasta desembocar en el aliviante y espléndido descargo musical (coro). Luego tendremos una escalofriante sección con contrabajos, casi como salidos del infierno, y con un motivo musical más, la genial canción termina por lo alto, desde el mismo lugar desde el que inició. Una pequeña obra maestra del rock de guitarras. 


5. "The Court Of The Crimson King" del álbum In The Court Of The Crimson King de 1969


Sólo nos basta un redoble inicial, y la primer nota tocada por el melotrón, para saber que estamos frente a una obra monumental. 5 segundos y la canción ya es majestuosa. Pocas bandas logran hacer eso tan pronto en una canción, y con tan pocos elementos musicales. Esa epicidad inicial se va a mantener a lo largo de toda la sección, con claroscuros musicales que van de la calma bucólica de las estrofas a la grandiosidad explosiva de los coros. Después tendremos un par de interludios, el primero completamente a base de melotrón, completamente hermoso, con un cierto aire circense, pero igualmente portentoso. El segundo mucho más campirano e idílico, menos espectacular. Para finalizar la canción, tenemos una falsa coda, que da pie a el verdadero final, que no es más que una modulación de la melodía principal de la canción, mucho más tensa y esquizofrénica que la original. Quizás un final crudo y realista, considerando a la locura como la temática central del álbum. Sea como sea, esta canción es una obra maestra. 


4. "The Great Deceiver" del álbum Starless And Bible Black de 1974


Con todo lo inconsistente que resulta este álbum, esta canción es una absoluta maravilla. Aún hoy, a 47 años de su publicación, es difícil clasificarla dentro de los cánones de algún género. Aún nos suena extraña, con todo y el paso de los años, y la evolución musical. Ello nos habla de lo adelantada que es la canción, más aún en el año en que fue publicada. Podría decirse que es un jazz metal psicodélico progresivo con antecedentes al math rock de los 2000s y elementos atonales y arrítmicos de avant-garde. Pero decir eso es inventarse un género de la nada. No les puedo decir mucho sobre la canción. La tienen que escuchar para saber de lo que hablo. Me cuesta describir con palabras lo que uno escucha al ponerle play y escuchar tan sólo los primeros 44 segundos de la canción. Además, uno de los deleites máximos es no esperar nada, y recibirlo todo, y es ese el mayor regalo que nos puede dar King Crimson con esta joyita. 


3. "Starless" del álbum Red de 1974


Sin duda Red fue el álbum del minimalismo. Desde el hecho de que a banda se había reducido a un trío, pasando por el título corto del álbum y de las canciones, y terminando con el sonido rockero elemental de la banda. En ese sentido "Starless" no es la excepción. Con todo eso, se trata de un monumento al rock, del tamaño de los más grandes monumentos históricos al rock. La canción inicia con una simple melodía de melotrón a dos notas, con un semitono de distancia entre ellas. Así de simple y así de sencillo. De a poco, la canción va creciendo en volumen, mas no en intensidad. Llegamos al solo de guitarra más minimalista de la historia, a una sola cuerda y con una sola nota que asciende lentamente. Con ello llega al fin la ruptura. Bill Bruford nos demuestra por qué fue uno de los mejores bateristas de rock de la historia, la sección de metales irrumpe en el momento del caos máximo, en donde la parsimonia y la sobriedad del inicio se van al carajo, y culminamos con un poderoso reprise del motivo inicial de la canción, con todo y melotrón incluido, y con todo ese dramatismo gigantesco que nos hace sentir que estamos de pie frente al Empire State, admirando su majestuosidad desde nuestro pequeño  y limitado espacio físico. Gloria pura, hecha canción.


2. "Islands" del álbum Islands de 1970


Una hermosa y doliente canción de blues al puro estilo de Nueva Orleans en los años 20. La melancolía se apodera de esta belleza de canción, que nos recibe con un piano tocando la nota más triste que se puede tocar en un piano, para dar pie a la voz que nos narra los detalles de una isla, su isla, haciendo metáfora sobre como los seres humanos somos, en esencia, islas, que tenemos nuestra belleza y nuestra fealdad intrínsecas a nuestra naturaleza. Justo cuando la canción nos deprime lo suficiente, llega el coro, con esa secuencia de notas esperanzadoras que de alguna forma nos sumergen más en la melancolía, una melancolía de esas que disfrutamos con la misma intensidad con la que nos duele. Este coro nos habla, dentro de la misma metáfora, sobre la necesidad de formar 'archipiélagos' con otras islas (seres humanos). Cada nota, cada instante, nos hunde más en la agonía, y sobre todo cuando esa trompeta, salida del mismísimo funeral de Miles Davis, toca sus primeras notas, sentimos que el mundo, dentro de su inmensa belleza, es un lugar cruel y hostil para formar lazos con otras islas. La salvación llega, de qué otra forma podría ser, con un melotrón tocando esas mismas notas esperanzadoras que escuchamos en el primer coro, para hacernos resurgir del fondo, y descubrir que todo es hermoso, aunque nos duela en el alma, y que la vida misma, en su miseria y crueldad, es lo más hermoso que puede pasarnos, y la experiencia más sublime que cualquier ser consciente puede experimentar, con todo lo tormentosa que pueda llegar a ser. Todo eso en 9 minutos de canción. Así es como se hacen las obras de arte. 


1. "Epitaph" del álbum In The Court Of The Crimson King de 1969


Un redoble y una explosíón de sonidos nos reciben al inicio de esta gigantesca canción, para entrar en calma y dar pie a la hermosa voz de Greg Lake, al principio en calma. El melotrón, como no podía ser de otra forma, es fundamental en el sonido dramático de la canción. Para cuando llegamos al coro, la voz de Lake ya se luce con su inmensa belleza, mientras se lamenta por el inevitable sufrimiento del mañana. Así es como transcurre la que a mi parecer es la mayor canción de King Crimson, del rock progresivo y de todo 1969. Un interludio operístico aumenta los niveles de dramatismo, que en esta canción quedan de maravilla, para al fin culminar con una estrofa más, desde lo más alto de una montaña, y que resuena en el coro final, que de forma agónica se extiende de forma infinita, y que en su perpetuidad, nos dejara con los sentimientos a flor de piel, tanto por su belleza como por el impacto inevitable que tiene al atravesar la frontera de nuestros oídos y conectar directamente con esa misteriosa zona de nuestra materia gris que nos hace apreciar con emociones todas las expresiones sublimes de la naturaleza, y del ser humano en conexión con ella a través del arte. Eso que nos hace estremecer, que nos hace llorar y reír simultáneamente, y que, aún a la distancia, nos unifica como especie y como espíritus sensibles y pensantes. No cualquier canción nos lleva a ese límite.