viernes, 13 de enero de 2017

Sing Street, o la maravilla de ser adolescente.


Tanto en la música como en el cine, lo que generalmente atrae a las masas, lo más popular y comerical no necesariamente suele ser lo mejor. Hay claro excepciones que confirman esta regla. Pero la regla general casi siempre es la misma. No puede haber comparación en cuanto a calidad entre un disco ultra popular y reconocido como el "Oops i did it again" de Britney Spears, con uno poco conocido y artísticamente excelso como el "Sea Change" de Beck Hansen, por poner sólo un ejemplo.



En el cine ocurre un fenómeno similar, una película súper popular y costosa como "The Avengers" de Joss Whedon no se acerca en calidad a una menos conocida y mucho mejor escrita, actuada y dirigida como "A Single Man" de Tom Ford. Es una regla no escrita que se aplica en muchos rubros de las expresiones artísticas en general.


Y otro claro ejemplo de ello, es el filme que nos atañe en este post, Sing Street de John Carney, una película llena de referencias musicales, en específico de los años 80, que está contada de manera estupenda, y que nos sitúa en el Dublín de 1985,  católico y con problemas sociales suficientemente duros como para que la juventud de aquella época buscara salir a como diera lugar del país, en busca de mejores oportunidades y de cumplir sus sueños.

Sing Street trata básicamente (sin spoilers) sobre un adolescente que quiere conquistar a una chica, y para ello forma una banda de música que él mismo denomina como "futurista". Sus padres con problemas, sus hermanos lidiando con el fantasma del fracaso, y él cambiando sus rutinas y creciendo como muchos de nosotros hubiéramos querido crecer.


La película es entretenida, divertida y por demás emotiva. El trasfondo musical pasa a primer plano gracias a la excelente elección de temas clásicos de aquella década como soundtrack, a la excelente manera de abordarlo por el director, y a las estupendas canciones originales compuestas en su mayoría por el propio Carney, quien además logra captar en el filme que el proceso de componer una canción es mágico, estimulante y fluido (con una clara referencia a Lennon y McCartney). Esta es quizás una de las mayores virtudes de la película, y a medida que va avanzando, nos logra cautivar con diálogos estupendos y profundos (algunas de las ideas de Raphina, la chica protagonista, son en verdad inspiradoras) y con situaciones tan comunes de un adolescente, que en automático nos adueñamos de ellas.


No se trata de la mejor película del año, pero para mí sí se ha convertido en una de mis favoritas, y John Carney en uno de mis realizadores preferidos (quien no haya visto Once, de este mismo director y del año 2007, se ha perdido de otra joya cinematográfica-musical).

La magia de la adolescencia, de sentir que podemos conquistar el mundo pero no a una chica, de estar seguros de lo que queremos sin en verdad estar seguros en nosotros mismos (ej. los cambios de look constantes), y de dar pasos en falso sin miedo a nada, es la principal emoción que nos transmite Sing Street, una emoción mucho más real y genuina que la que podríamos recibir de cualquier film multimillonario.




1 comentario:

Fabiola Luna dijo...

Excelente artículo! Me encanto la película! Muy cierta la sutil referencia que hace la película sobre Paul y John! Saludos!